Enfocarse en la
solución en vez de en el problema es la primera de las actitudes que, en mi
opinión, marcan la diferencia entre una persona positiva y otra negativa.
Es
muy habitual que tendamos a darle vueltas constantemente a nuestros problemas.
No importa si son problemas de falta de tiempo, dificultades económicas o malas
relaciones personales. Lo cierto es que cuando estamos inmersos en un momento
complicado nuestra mente pasa muchas horas dándole vueltas, como si el hecho de
tenerlo en la cabeza, por si sólo, pudiera arreglar algo.
Piensa
en algo que te preocupe. A poder ser algo que te preocupe y sobre lo que tengas
algún tipo de control. Si no lo tienes, y no está en tu mano solucionarlo la
mejor opción es dejar de preocuparte por ello.
¿Lo
tienes ya en la cabeza?
1.- Intenta
recordar cuánto tiempo has estado pensando sobre ello la última semana.
2.-
Ahora pregúntate qué has cambiado, qué has hecho para que esta dificultad no lo
sea tanto. Qué acciones has realizado, qué decisiones has tomado, qué
planificación has diseñado para reducir tu preocupación sobre este tema.
3.-
Cuánto tiempo le has dedicado al paso 2.
La
clave es enfocarse en al solución del problema
Nos
ponemos en el ejemplo de antes y simplemente modificamos un poco la
pregunta:
En
vez de preguntarte ¿Y si…? Veamos qué pasa al cambiarlo por “¿Qué puedo
hacer si…?”
¿Qué
puedo hacer si no se cómo actuar en un determinado momento? ¿Qué puedo
hacer si no tengo la solución a algún problema? ¿Qué puedo hacer si me enfrento
con algo que no conozco?
A
partir de ahí, reflexionar sobre las posibles alternativas me va a dar una
sensación de “poder”, de estar preparado para enfrentar el reto. Tal vez me de
cuenta de que puedo contar con algún otro “experto” dentro o fuera de mi
empresa. O puedo analizar los temas en los que soy más vulnerables y trabajarlo
con mi jefe antes de su baja.
La
gran diferencia es la actitud con la que lo afronto. Una actitud en la que yo
soy protagonista para buscar cómo solucionar los problemas que se me
presentan. En la que decido, y sobre todo, en la que actúo en consecuencia para
salir de estos escenarios evitando la ansiedad, el agobio y la pérdida de
energía y tiempo. La diferencia, en definitiva, es afrontarlo con una actitud
positiva.
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Parece
sencillo planteado así, puestos en ello hay que echarle grandes dosis de
voluntad, mucha realidad y sobre todo capacidad de reinventarnos, no antes sin
haber organizado nuestra paciencia con nosotros mismos y las circunstancias.
Sobre todo no magnificar los
momentos buenos, ni los malos.
Serenarse
y darse un tiempo. En él, habrá caídas y retrocesos pero tal vez sea para tomar
impulso y avanzar mucho más en cada paso.
(Artículo que me han pasado tomado de la web, desconozco la
fuente)
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