Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 11 de agosto de 2013

MENTE ABIERTA



         Este fin de semana he estado conversando con una mujer cuya respuesta ante los problemas que el grupo planteábamos era siempre la misma: MENTE ABIERTA.
         Efectivamente, sostenía que lo que impedía, de verdad, ver con claridad era la falta de luz derivada de una estrechez agónica en el pensamiento. Paredes demasiado juntas que no permitían que las situaciones fluyesen con normalidad y sobre todo barreras que taponaban continuamente la posibilidad de estar en armonía para resolver con éxito.
         Algunos tenemos demasiados apegos, muchas dependencias, bastantes fobias y algunos prejuicios que nos restan posibilidades continuamente.
         No se trata solamente de querer ser valiente, de pensar en enfrentar las situaciones, en idear caminos y en suponer estrategias. Se trata de actuar y de asumir la acción sin miedo. ¿Qué puede pasar en el peor de los casos?...que uno se pierda en el camino, y tenga que bordear más, pero terminará encontrando lo que buscaba por muy largo que haya sido el recorrido alternativo.
         Hay pocas cosas que de verdad nos puedan hacer tambalear. Lo que nos asusta está en nuestra mente y en la dimensión que va cogiendo a base de darlo vueltas.
         Cuando llegan circunstancias caóticas por todos los lados, uno siempre se encoge, se retuerce y hasta se empequeñece. Es un proceso normal que incluso ayuda a replantearse cómo y de qué forma estamos actuando. Pero el repliegue no debe durar excesivamente o podemos perdernos en los laberintos del dolor. Hay que dar el tiempo justo a cada cosa. Más, la desvirtúa. Por eso, después de estar triste, de sentirnos mal por dentro, de ahogarnos la pena e inundarnos la angustia debemos decidir cuándo empezar a pensar diferente. En qué momento dejaremos el victimismo y la terribilitis y entonces, sin más comenzar a dejar que todo suceda sin agigantarlo, sin ponderarlo y sin magnificarlo.
         Eso sí, abriendo puertas y ventanas, dejando pasar el aire, respirando profundo y lento y poniendo en nuestra mente amplia dos palabras: Puedo y quiero.

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