Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 8 de mayo de 2011

A simple vista

A simple vista todos parecemos indestructibles o nos empeñamos en ello. Hacemos de la valentía un escudo de cristal capaz de proteger solo nuestro orgullo. Nos creemos, a base de decirlo una y otra vez, que la debilidad va aparejada a las lágrimas y que sentir compasión es el primer paso de nuestra propia caída. Sin embargo, estos sentimientos son el espejo del miedo que llevamos dentro. Un terrible temor a ser vulnerables, a sufrir si dejamos al descubierto lo que somos, a no saber defendernos de aquellos enemigos potenciales que se cubren de bondad y acercamiento para estar más cerca al herirnos.
¿Por qué hemos aprendido a defendernos hasta de las sombras?¿Es acaso un agujero oscuro instalado en nuestra conciencia desde la infancia?¿podemos cambiar nuestro sentimiento de fustración ante lo que suponemos una amenaza?.
La vida es riesgo y más aún las aventuras que iniciamos cada día en las relaciones personales. Siempre hay riesgo de morir, a cada paso, en cada instante...pero mientras ese momento llega hemos de apostar por lo que hay alrededor y saber discriminar lo que merece nuestra entrega y lo que es simple apariencia.
No se es más fuerte por gritar más. Ni tampoco por ironizar en voz baja ante el que no está capacitado para defenderse a la misma altura. No se es más fuerte por no llorar, ni por no dejar que te amen. No se es más fuerte por tener más músculos, ni por estar en contra de todo y de todos. La fortaleza no está en los brazos. No está en unos ojos secos, ni en una lengua afilada. La forteza reside en la resilencia. En saber comprender, en dejarnos a nosotros mismos gozar de las emociones plenamente, en tender una mano para sujetar mientras te sujetan, en curzar una mirada y dejar escapar una lágrima, si es preciso. La fortaleza se esconde en la capacidad de amar. En ser arriesgado para dejar las puertas del corazón abiertas de par en par para que entre quien decidamos sin temor al daño que pueda hacernos; mal que por otra parte es posible siempre pero al que sabremos acercarnos con la seguridad de poder convertirlo en un nuevo pedazo de ese corazón cuya grandeza reside precisamente en su debilidad. 

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