Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 1 de septiembre de 2021

LA MORTAL DESCONFIANZA

 

Durante mucho tiempo, me pregunté a mi misma si era mejor no estar a la defensiva, no desconfiar de todo y de todos, o no suponer siempre que el de enfrente trata de engañarte.

La vida me puso en situaciones en las que aprendí muchas formas de investigar, de recelar, de estar alerta, de temer ser engañada, de serlo por mucho tiempo. Despues de todo, de nuevo, me instalo en una cierta confianza aún a riesgo de parecer tonta.

He ganado prudencia, pero realmente no quiero pensar que todo el mundo es un fraude o una estafa. Sigo creyendo que hay gente buena por sí  misma y que no siempre se juega sucio. 

Os dejo un conocido cuento en el que se pone de manifiesto que suponer no siempre funciona y que la desconfianza no siempre te lleva a ser el más listo y astuto.

Feliz comienzo de este mes tan especial que inicia otra etapa en el año, muy diferente a la pasada.


 

 

“…A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy

elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.

Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.

Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.

La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.

Por toda respuesta, el joven sonríe... y toma otra galletita. La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.

Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. “No podrá ser tan caradura", piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.

Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.

- Gracias! - dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.

- De nada - contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.

El tren llega.

Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: " Insolente".

Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas... ! Intacto!.

2 comentarios:

  1. Eres inmune al desaliento Flor y Nata.
    Un abrazo y felicidades.

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    1. Qué alegría verte de nuevo. Grandes desalientos necesitan inmensos impulsos para salir de ellos. Sin pensarlo mucho...muchas veces con los recuerdos de los "grandes maestros" que cada uno tenemos...Un abrazo*

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