Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 2 de octubre de 2017

LOS MATICES DE LA TRISTEZA



La tristeza es un sentimiento profundo que surge cuando se da la vuelta la alegría.

Toda emoción contiene su contrario. Sentir nos gusta. Somos sensitivos. Queremos oler, tocar, degustar, ver… e incluso traspasar los límites en ello. 



No es malo embriagarse de emociones, pasiones y afectos. Lo verdaderamente complicado y doloroso es cuando esos sentimientos nos afectan hasta desequilibrarnos. Por exceso o por defecto.

Si polarizamos la emoción por arriba, nos separamos del medio. Idealizamos al objeto de deseo, queremos perpetuar lo que sentimos, lo damos todo por conseguirlo y nos superamos a nosotros mismos por mantenerlo nuestro.

Si lo hacemos por abajo, caemos en la depresión, en la soledad afectiva, en la desesperación y en la angustia. Ésta última es la única en la que no podemos mentir. En el resto de los sentimientos,  incluso nos engañamos a nosotros mismos muchas veces. 

Nos retorcemos dentro de la locura por mantener una imagen, por retener una persona, por sobrevivir a una ilusión.
Para ello, muchas veces, mentimos, ocultamos, componemos, novelamos, teatralizamos…y mil cosas que nos alejan de nosotros mismos y de la verdad.

La tristeza tiene matices. Hay tristezas de distintas texturas y grosores. Hay tristezas claras y oscuras. Tristezas que arañan y otras que acarician. Hay muchas tristezas en una misma. Porque cuando uno la siente, la vive desde diferentes ángulos a cada instante que pasa. 

Nuestro cerebro siempre trabaja a nuestro favor y cuando el nivel de tristeza invade el alma hasta el punto de ahogarla en la desesperación, entonces la cambia de forma, de tamaño e incluso de modo. Y la suaviza o la destruye.

En la propia tristeza está su antídoto. Sin notarlo, ella misma se transforma cuanto más se deforma.

No temas si estás triste.

 Cambiará. 

Cambiarás.

Porque en realidad, al fin, todo pasa.

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