Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 9 de agosto de 2017

SI CREES QUE ESTÁS MAL...



Son muchas las ocasiones en las que creemos estar mal. Muchas las veces que nos falta el aliento y el ánimo flaquea. Muchos los momentos inciertos en los que parece que no hubiese mejores tiempos para nosotros.



No hace falta nada más que mirar a nuestro alrededor para poder empezar a valorar lo que tenemos y no quejarnos por lo que nos falta.

Creemos estar mal. Nos sentimos aún peor. Sin embargo, hay muchos otros que pueden servirnos de consuelo. Personas que darían todo por lo que nosotros tenemos o por lo que gozamos sin darlo importancia. 

Un ala rota no significa perder la movilidad, porque ésta además de física siempre puede ser mental.

Tu ala rota seguro que estará compensada por otras muchas habilidades y virtudes que te dan la movilidad del alma que necesitas.

Os dejo un cuento breve al respecto.

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“Era una mariposa fea. Tenía colores pardos y soltaba una pelusilla gris cada vez que se posaba en una flor. Volaba como si tuviese un ala rota, en tanto las amarillas lo hacían como breves fogatas sobre las olas del mar. Oculta tras un viejo árbol veía con admiración la fuerza interior de los monarcas; a ella le dolía el ala cuando volaba: reumatismo juvenil, -le había dicho su mamá, -es cosa de familia. Por tal razón, hacía paradas frecuentes y eso molestaba a las flores pues manchaba sus pétalos con su pelusa gris. Esa mariposa tiene mucha caspa, -cuchicheaban entre si. 

Cuando ella se enteró dejó de hacerlo y se guareció en el viejo cedro.

Tiempo después, las flores se volvieron pálidas y una masacre de arrugas les llegó de improviso. Algunas en silencio padecían la vejez, otras sollozaban al verse ajadas y polvosas.

La mariposa fue hacia ellas y aún así tuvieron fuerza para decirle "llévate tu caspa a otra parte." Pero una flor infante, le dijo: acomódate a mi lado y cuéntame de la vida, pues mi aliento se escapa y no conozco el mundo.

Le habló de la montaña, del viento, de la alegría del pájaro y del viejo cedro donde lloraba.

-Sigue contándome, -musitó la niña flor…

Los días siguieron como los caballos que trotan en la pradera, como la gota que rueda por el fruto, llovía pelusa gris sobre la flor. Hasta que un día pidió que la peinara y la mariposa vio que la luz había llegado de nuevo a sus pétalos…
La flor sonrió:

”Quédate conmigo y abrígame. Me has quitado la pena, y me has obsequiado el deseo de mirar las puestas de sol, y escuchar el clarín.”


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