Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 26 de noviembre de 2016

LO DIFÍCIL DE DECIR "NO"



Hay personalidades de todos los estilos. En concreto, a mi me cuesta decir “no”. Para muchas personas es muy sencillo. Saben hasta donde quieren llegar, estiman su posición por encima de la del otro o consideran que de esa forma el otro responderá dentro de los límites que se le marquen.

Tengo una experiencia nefasta sobre la dificultad para negar las cosas. Me analizo y extraigo conclusiones. Siempre, en mi aceptación hay una anteposición de los demás a mí misma, a mis intereses a mis necesidades y a mi conveniencia. 

Cualquier beneficio para el otro me parece que debo anteponerlo a mí. Me he dado cuenta de que es un error, que así no se conduce una relación y que en esa pérdida personal también va un descontrol para el que lo recibe porque no mide hasta dónde puede llegar; y generalmente cuando no tenemos delante una barrera pasamos más allá de la raya invisible de lo deseable y posible.

En mi, subyace una idea utópica de estimar, respetar y sobrevalorar la libertad del otro. Para mí, una vez sentado el sentido común, pongo una fe ciega en que los demás harán las cosas bien, en su responsabilidad, en la innecesidad de los límites impuestos y en la confianza en los límites propios que cada uno debería saberse poner a sí mismo.

Pero la realidad es otra. La gente te mide. Valora hasta dónde puede llegar contigo. Cuál es el límite que permites y sobre él, actúa.

Negarme al  “no” me ha traído muchos problemas. Aguantar demasiado me ha hecho estallar en el último momento cuando las situaciones eran insostenibles,  pero sobre todo me ha servido para reconducir mi forma de instalarme en la vida y saber que no eres mejor por permitirlo todo apoyándolo en la confianza ciega en el de enfrente. Que hay que saber mirar y valorar justamente dónde y cuándo debe estar el “no”.

Un comportamiento que me ha pasado una alta factura y todo por creer que la otra persona sabe valorar, mide sus posibilidades y agota las bondades que hay en si mismo a su favor.

Me ha costado lágrimas y muchas cambiar de paradigma. Diré “no” cuando sea necesario. Miraré hacia dentro y luego revisaré la actitud de quien tengo delante. 

Haré un silencio y actuaré en consecuencia.

Seguro que me irá mejor.

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