La vida nos ayuda siempre. En
ocasiones, cuando creemos que no podemos más y que las cosas se ponen del revés,
algo hay que nos compensa o que de alguna forma, vuelve a nosotros.
Siempre hemos dicho que la existencia
funciona como un boomerang y que lo que lanzamos, nos es devuelto, a veces con
creces. Yo, al menos, puedo comprobar en la mía que hay en ella muchos pasajes
que cumplen una doble condición:
· Por un lado, en algún momento, aunque solamente fuese
de pasada, con un pensamiento muy rápido, mi corazón los deseo.
· Por otro, hay momentos en los que veo una compensación
a lo sufrido, una especie de regalo que de alguna forma termina diciendo que
nada pasa porque sí y que lo que hoy sale de nuestro corazón regresará a él en
términos de aprendizaje compensado.
Es
cierto también que, a pesar de las dificultades, da oportunidades. Hay que
saber esperar, estar dispuestos a mirar para ver y sobre todo, utilizar la
intuición para comprender las señales que nos da y seguir su rastro.
A
veces, es bueno detenerse a repasar lo que tenemos pasado y analizar cómo hemos
ido saliendo, paso a paso, de las dificultades. Lo hemos hecho; por duras que
fuesen, por perdido que todo estuviese, por más que el resto se empeñase en
sacarnos del camino. Ese es nuestro valor añadido. La voluntad de seguir.
Bajo estas premisas parece que la vida se
traduce a una lucha continua donde se vence si se es capaz de resistir. Pero
uno solamente gana la batalla si es lo suficientemente valiente para superarse.
El reto es con uno mismo y no con los demás.
Cuando entendamos esto, tal vez, en ese momento
será el tiempo de la cosecha. Porque la habrá, seguro que la habrá.
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