OLEADAS DE TRISTEZA

No puedo inventar, ni fantasear. Puedo escribir pero la realidad es más fuerte que yo. Puedo contar y compartir pero es como si el otro lado de la magia me hubiese abandonado. Me ha dejado aparcada en la tristeza y me sacude de vez en cuando.

          Me ha pasado algo extraño. He querido seguir con mi vida como si tú no te hubieses ido, como si se tratase de esas temporadas largas en las que no nos veíamos…pero es imposible. 

Algo me dice que no estás. Te has llevado lo que dejaste en mí desde siempre. Y esa fortaleza tuya que emanabas como si fueses ella. Y es que tú eras el que más te parecías.

          Me he quedado sin capacidad de imaginar porque de golpe he entendido que la vida llega un día y te pone delante lo que nunca pensaste. 

Aún estás muy cerca y aún me lloro mucho. Me lloro a mí por no tenerte, por sentir que algo mío no está aquí o por saber lo que les duele a otros muchos que te querían.

          El luto ya no es como antes. Uno parece que sigue la vida; esa vida que te arrastra siempre sea como sea y vayas donde vayas.

Hemos normalizado la muerte siempre que no sea cercana. 

Oímos que tantas personas mueren, tantos niños y gente inocente a cada instante. Se ha metido en nuestras casas de tal forma que morir ya no es noticia. Solo cuando te toca el hombro de cerca recuerdas que existe y que tú mismo eres parte de ella. La única diferencia entre todos es el momento en el que nos busque.

Hoy miré el calendario. Me quedé asustada. Solamente hace 13 días que te has ido y parece un mundo ya. Es como si el tiempo se dilatase cuanto más densa es la vivencia. Como si se duplicase y retorciese. 

Uno quiere mirar a la muerte de cara pero nos la han escondido demasiado tiempo y no la aceptamos. Nos cuesta decir adiós, estamos apegados, somos dependientes, no queremos perder porque eso siempre resta y a nosotros nos gusta sumar y multiplicar si podemos.

Posiblemente la vida y la muerte, caras de una misma moneda, nos sonrían a la vez y por igual pero una la hemos convertido en la buena porque parece que nos acerca a la abundancia y la otra en la mala, porque te quita todo; porque desaparecemos, porque no sabemos nada de lo de después y también, lo más amargo, porque perdemos a quienes amamos y eso sí que es lo duro de verdad.

La magia se ha esfumado. No puedo inventar. Esperemos que el aire se renueve, que llegue fresco de nuevo en algún momento y que nuestros domingos vuelvan a dejarnos continuar las historias con las que les hacemos diferentes.

Gracias a todos por estar ahí.