Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 22 de agosto de 2018

UNA VUELTA MÁGICA PARA LOS PROBLEMAS



Desde que nacemos estamos en tiempo de descuento. Nuestro camino se dirige al final desde el principio, o tal vez nacemos en un final y el recorrido es inverso.

Por eso, lo más importante que podemos regalar a nadie es nuestro tiempo.

La intensidad que goza cualquier tiempo de descuento es inmensa. 



Somos muy estúpidos en la gestión de nuestras diferencias y abrazamos discusiones  que las llenamos de un tono poderoso en las que se nos van las energías y a veces, la vida.

No sabemos darle la vuelta a los problemas. Si lo hiciésemos, muchas veces, todo resultaría mucho más sencillo e incluso se resolverían por sí solos.

Nos gusta emplear mucho ego en ellos. Nos disgusta “ que gane el otro” porque parece que nos coloca en una posición de inferioridad. 

Peleamos y peleamos hasta quedar exhaustos con tal de ganar. ¿Pero qué  es lo que ganamos?. Mal humor, acidez de estómago, dolor de cabeza, en crispación, insomnio y pérdida de energía.

Veamos como resuelve Nasrudín una situación que aunque ajena a él, le involucra.

Tal vez, podamos aprender algo.


“Una noche, mientras dormía, Mulla sintió frío y se despertó. Llovía, granizaba y, entre estallido y estallido de trueno, oyó el ruido de una discusión cerca de su casa.

Movido por la curiosidad, saltó de la cama, se cubrió con su manta de lana y salió para comprender la causa de aquel jaleo. Advirtió entonces que había una banda de ladrones que, tan pronto como le vieron, se arrojaron sobre él, le arrebataron la manta y se pusieron pies en polvorosa.

Tiritando entonces de frío y de temor, regresó a su casa, cerró la puerta y se reunió con su mujer en la cama.
-¿Qué era tanto jaleo?- le preguntó ella-. ¿Y cuál era la razón de esa disputa?

Nasrudin respondió con tono desenvuelto:
-Era una banda de gamberros que se peleaban por mi manta. Una vez que la han cogido, han hecho las paces y han proseguido tranquilamente su camino.”

sábado, 18 de agosto de 2018

LA TESTARUDEZ DEL INVERSOR



Esta afirmación al leí hace tiempo en un artículo de un prestigioso economista italiano. Todo el contenido de sus reflexiones versaba sobre ello. 

Quien invierte quiere el rendimiento de lo invertido y espera encontrarlo, tarde o temprano, y soporta el precio de su riesgo.



Me pareció interesante. La economía es un excelente mapa donde encajar también las emociones. Parece, sin embargo, que nada tienen que ver incluso nos empeñamos que de ser algo, sean lo contrario. 

En realidad y en el fondo, todo es una transacción. Invertimos en acciones bursátiles, pero también invertimos en pasiones indescriptibles o en amores potenciales. 

Invertimos dinero, en caso de la economía; invertimos tiempo, voluntad, alegría, impaciencia, deseo, ternura y un sinfín de sentimientos que esperamos recuperar e incluso superar, en el caso del amor.

El amor puro existe solamente en una dimensión de ensoñación lejana a la realidad; ese amor que no espera nada a cambio hay que buscarlo con lupa. Siempre se espera. Lo mismo, al menos, si no más.

Nasrudín nos deja hoy una ilustrativa forma de testarudez de quien, a pesar del resultado no quiere renunciar al provecho que sea.

Veamos.



…”En el curso de un viaje, Mulla Nasrudin llega a un pueblo. En el mercado se queda pasmado delante de un tenderete de Frutas exóticas, desconocidas, que encuentra de lo más apetitosas. Le dice al vendedor:

Estas frutas me parecen excelentes. ¡Póngame un kilo!
Se va la mar de contento con su compra. Un poco más lejos, le hinca el diente a una de estas frutas rojas, pero al instante siente que la boca le echa fuego. Se pone rojo. Sus ojos lloran y, sin embargo, continúa comiendo. Un transeúnte, que le está mirando desde hace rato, le aborda:

-Pero ¿qué hace usted?

-Creía que estas frutas eran muy buenas. Pensando que no iba a tener bastante con una sola, he comprado un kilo.

-Comprendo, pero ¿por qué se empeña usted en comérselas? Son pimientos rojos, y son terriblemente fuertes.

-No son los pimientos lo que yo me como ahora -profiere Mulla-, sino mi dinero!”

En todo tenemos que invertir. De todo esperamos recibir. Posiblemente, lo más rentable sea invertir en felicidad. Eso nunca falla.

miércoles, 15 de agosto de 2018

SALVARSE A UNO MISMO



 Hablar de salvación parece que alude a pensar antes en condena. Y es que estamos condenados a muchas cosas, a muchas situaciones, a circunstancias diversas, buenas y malas, a personas diversas que nos suman o nos restan, a los fantasmas de habitan en nosotros, a nuestros ángeles y a nuestros demonios.




Un control interno debemos tener para no perdernos, un código propio, un sistema de procedimientos que nos equilibre y nos permita seguir una norma, aunque no se iguale a ninguna, aunque esté, en realidad, fuera de toda norma.

Un orden de continuar debe acompañar a toda acción. Sólo así podremos mantenernos y superarnos.

Únicamente tiene sentido compararse con uno mismo, emitir un juicio e incluso una crítica, pero de nosotros hacia nosotros.
“…Quién se supera es mayor que el mismo, se vence en una competición íntima (nos dice José A. Marina en su libro “La inteligencia ejecutiva”), se trasciende, es decir, va más allá de sus límites”… “”sobreponerse y aguantarse”…

No es poco lo que nos dice el profesor: “sobreponerse” a lo que nos suceda, a las mil y una vicisitudes de la vida, a nuestros propios miedos, a los malos recuerdos, a nuestros errores, a las frustraciones; y “aguantarse”, eso sí que es duro. 

Nos lamentamos de los demás, pero en realidad lo peor es soportarse a uno mismo. Nuestras manías, nuestros defectos llenos de auto perdón, nuestros lamentos y quejas, nuestro malhumor, nuestras bromas particulares, nuestros descontroles, nuestra locura privada o nuestra tontería puntual.

Salvarse a uno mismo pasa por aceptar todo eso y trascenderlo. Conocerlo, ser conscientes, saberlo y poder determinar cuál es nuestro talón de Aquiles para después asumir lo que somos y comenzar una batalla con nosotros mismos por ser mejores, pero no para el resto precisamente, sino para uno mismo.

Ese es el reto en el cual consiste la auto salvación.

domingo, 12 de agosto de 2018

¿QUÉ HACEMOS CON LAS TORMENTAS DE NUESTRA VIDA?



Los problemas llegan solos, pero a veces parece que vamos a buscarlos. Otras veces sabemos que en donde estamos es un lugar problemático y nos quedamos pegados a él.

Nos cuesta soltar. Pero nos cuesta soltar hasta lo mínimo. No nos damos cuentas que nos ponemos cadenas y que somos nosotros mismos los que cerramos con llave y la tiramos lejos. Lo que es peor es que luego nos quejamos de lo que podríamos resolver.



Cuando llegan tormentas podemos soltar lastre. Podemos de verdad, pero no queremos. El apego nos puede y eso que sabemos que todo lo que signifique estar “pegados a” nos lleva irremediablemente al sufrimiento.

No se trata de no sentir por nada y no querer a nada. El desapego no es indiferencia. Se trata de que nada nos ate a nosotros. De sentir que somos libres dentro de nuestra parcela e incluso de ampliar el terreno.

La mayoría de las veces, tenemos una actitud muy negativa. No podemos descontrolarnos ante los problemas porque entonces podrán con nosotros. Se trata de parar y de observar los recursos de los que disponemos para enfrentar batalla o para bordearla.

Os dejo este breve relato en el cual se pone de manifiesto que efectivamente los conflictos no los podemos evitar, que existen las tormentas, pero que también hay formas de resguardarse de ellas y, sobre todo, maneras de no inventarnos nuevos problemas o de tratar de no verlos donde no los hay.


“…Al mulá Nasrudín le concedieron una entrevista en una compañía naviera. El director le dijo:

-"Nasrudín, es un trabajo peligroso. Algunas veces el mar se embravece. Si estás en medio de una gran tormenta, ¿qué harías con tu barco?".

-"Ningún problema. Simplemente bajaría el mecanismo de defensa que tienen todos los barcos, pesas, enormes lastres que mantienen el barco estable incluso en medio de una gran tormenta".

-"¿Y si viene otra gran tormenta...? 
-"Ningún problema. Volveré a bajar otro gran lastre".
-"Y si viene una tercera tormenta, ¿qué harías?". 

-"Ningún problema... más lastre".

El director no sabía qué hacer con aquel hombre. Le preguntó:
-"¿De dónde sacas todo ese lastre?".

-"¿Y de dónde saca usted todas esas tormentas?"