Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 28 de marzo de 2019

¿Y TÚ, CÓMO DUERMES?



Puede ser que duermas acompañado/a y sientas la confianza de estar cerca de alguien que está junto a ti; puede que esa compañía no signifique protección pero sí cercanía o puede que sea verdadera pasión y ternura, lo que convierte a tener “otro/a” al lado, en algo maravilloso.



          Puede que duermas solo/a y que te sobre cama. Puede también que estés bien así. Que puedas darte vueltas libremente, que te acomodes en el rincón favorito, que cambies de espacio y que el momento de ir a dormir sea el más libre de todo el día.

          Puede también, que duermas sin compañía y te sientas incómodo/a o de alguna forma sólo/a. Entonces, nada mejor que tener el modelo de los niños en nuestra cama. Ellos nunca están solos porque encuentran “ amigos” en cualquiera de sus muñecos, peluches o cojines. Porque son verdaderos magos de la realidad y con sólo quererlo, transforman cualquier cosa en otra que les sirva de ayuda.

          Sin duda, dentro de nosotros hay un niño escondido, a veces, manifiesto otras, desvalido la mayoría o con deseos de aflorar, en muchos casos.

          La infancia es un periodo de la vida ejemplarizante. Nos puede servir mucho después, porque sea como haya sido ésta, siempre guarda algo magnífico y es la capacidad de reponerse ante las caídas, la inmensa facilidad para cambiar lo malo por algo mejor y la absoluta abstracción que los niños tienen cuando se trata de las consecuencias del sufrimiento, al menos en ese período concreto en el que les sucede.

          Si duermes solo/a y te cuesta trabajo conciliar el sueño puedes probar a ser niño/a otra vez.

Abrazar algo, si no puede ser a alguien, también da resultado.

lunes, 25 de marzo de 2019

LOS TRES VENENOS



El contenido de esta reflexión está basado, fundamentalmente, en el libro; “Comienza donde estás”, de Pema Chödrön.

Me ha gustado advertir el equilibrio que nos propone entre cualquiera de nuestras emociones: lo que nos resulta agradable, lo que nos resulta desagradable y aquello ante lo que sentimos neutralidad.
Si es algo agradable, activa nuestro deseo ansioso; si es desagradable, activa nuestra aversión; si es neutral activa nuestra ignorancia. Tres venenos causantes de nuestras desdichas.



Con ellos, el mundo no nos habla por sí mismo porque estamos tan pillados en la historia que solamente te hablas a ti mismo para que nada más te hable y te vuelves sordo, ciego y mudo  ( pág. 51).

Todo lo tomamos de una forma muy personal y con ello impedimos que la “lógica del corazón” se despliegue perdiendo la oportunidad de madurar, de reconectar con ese punto suave y delicado dónde todo fluye con apertura. Encontrarnos con la dimensión fresca de nuestro ser, en definitiva. Si seguimos los impulsos o los reprimimos, nos estamos invitando a sufrir su intensificación; a que el sufrimiento y el desconcierto nos lleven  a la confusión aniquilante.

“Si alguien viene y dispara una flecha a tu corazón, no sirve de nada quedarte allí gritándole a  esa persona. Sería mucho mejor dirigir tu atención al hecho de que tienes una flecha en el corazón y relacionarte con esa herida” Cuando hacemos esto, nos hacemos amigos de nosotros mismos. Nos damos la oportunidad de trabajar la paciencia y la bondad.”
Así podemos transformar todo el material turbio reconectando con nuestro corazón blando, con nuestra claridad, con nuestra capacidad de soltar y abrir el espacio interior.” (pág. 55).

Excelente enseñanza para poner en práctica, hoy.

sábado, 23 de marzo de 2019

DESPUES DE TODO



Cuando alguien muere, cuando nos parece que todo está perdido, cuando la persona ya no va a estar nunca más, llega hasta nosotros una especie de vacío en el que las palabras pierden el sentido y el silencio invade lo que ya son recuerdos.




Después de que pasa todo, uno intenta traer a la mente a la persona, a lo que vivió con ella, a lo que no se dijo o se dijo de más. Y en ese ir y venir del pensamiento afloran los sentimientos más sinceros. Los que de verdad estaban instalados en el corazón. Los que parecían que se escondían entre la envidia, los rencores o los encontronazos. Aquellos que se guardaban de nuestro consciente para preparar el sustrato del verdadero afecto, a pesar de lo que  hubiese sido o pasado.

Cuando la persona que se va y es cercana, es cuando se pone de manifiesto las ausencias que nos separaron, las presencias que nos unieron y los montones de silencios que debieron de haber sido llenados de palabras con sentido. También, los afectos no expresados; sobre todo esos. Y es que nos cuesta dar besos, estrecharnos en abrazos, tomar la mano, apretarla o simplemente mirar con cariño a los ojos. Gestos sencillos y tan complicados a veces.

La cultura condiciona la expresión de los afectos, les dirige y les particulariza. Luego el hogar se encarga de prestarnos modelos en la infancia en los cuales captamos, con inmediatez inédita, hasta el último gesto presente o ausente, que se profesan nuestros padres. Lo que se permite y lo que no, lo que se normaliza o se ridiculiza, lo que se penaliza o se ensalza. Y eso, aunque nos pese, lo repetimos a lo largo de la vida.

Por eso, es tan importante dejar que el corazón se exprese con libertad serena. Que sea él quien elija a quién a amar y cómo hacerlo. Que sea el que hable sin palabras y una sin ataduras.
Por eso, cuando alguien se va y estamos instalados en el “después de todo”, entendemos por fin que lo que queda es solamente eso. El lenguaje de lo que hayamos amado o de lo que hayamos evitado, eludido o rodeado el amor.

Nada más importante.

jueves, 21 de marzo de 2019

A PESAR DEL TIEMPO



A pesar del tiempo que ha pasado sin ti,

Estás presente.

A pesar de los segundos, minutos y horas, en los que te he añorado tanto,
 
Sigues conmigo.


A pesar de que la lluvia va borrando tu sonrisa,

La tengo impresa en mi piel.

A pesar de tanto llanto sin ti.

He sentido tu consuelo.

A pesar de saber que no volverás a cogerme la mano,

La extiendo para que la acaricies sin rozar.

A pesar de todo lo que nunca debí hacer,

Siento tu perdón susurrante en mi oído.

A pesar de todo, te seguiré esperando,

Hasta el día que vengas a buscarme.

Hoy que te despediste al llegar la primavera,
 
Y Primavera regalaste a lo que más quieres.

A pesar del nudo que tengo en la garganta,

Querría contarte todo lo que no he dejado de amarte

A pesar de tantos años de ausencia tuya.

¡Por ti, mamá! Por tu amor infinito,

Más allá de los pesares, 

más acá de los altares.

martes, 19 de marzo de 2019

RESISTIRSE AL CAMBIO


La única forma de asegurarnos el sufrimiento es resistirnos al cambio. Muchos de nosotros nos empeñamos en que todo siga igual. No queremos ver lo evidente, aun sabiendo que la vida es, en esencia, cambio desde que se hace presente.

         Hay una frase muy utilizada que dice: …” lo que resiste, persiste”. Hay que detenerse en ella. En realidad, lo que no queremos cambiar es “lo bueno” que había en la situación en la que estamos. “Lo malo” lo cambiaríamos sin pestañear. El problema es que no podemos detener ni una cosa ni la otra.

         Llegar a aceptar el cambio, e incluso fluir con él, sería la solución de muchos de nuestros problemas. Es complicado porque nuestro cerebro siempre está dispuesto al placer y a evitar el dolor. Por eso, queremos petrificar todo aquello que nos ha hecho felices, los lugares, las personas, los sonidos, las fragancias, las miradas, las sonrisas…y tantos pequeños detalles que nos han llenado de gozo. Queremos congelar la felicidad para beberla a sorbos cuando la necesitemos. Pero es un imposible más, como muchos en los que nos empecinamos.



Resultado de imagen de MOVIMIENTOS ONDULANTES OLEOS

         Estamos muy preocupados por “la permanencia” de todo lo que sentimos “nuestro”, cuando en realidad lo que verdaderamente tenemos seguro es la ”impermanencia” de lo que no tenemos, que es todo, porque lo que resumimos como “mío” solamente lo tenemos prestado hasta el día que abandonemos este modo de existencia.

         Estamos apegados a lo mínimo; como no a lo máximo.
         Vivimos en la empecinada convicción de que poseemos algo, sin darnos cuenta que ese algo nos posee a nosotros, nos subyuga y nos hace perder la perspectiva. Un ángulo muy equívoco si fuésemos capaces de mirar por encima de nuestro ego y más allá de nuestras ansias de posesión.

         Todo cambia, es innegable y lo hace desde el minuto cero. Seguro que ahora mismo tú, lector, ya eres otro diferente al que comenzó a leer esta reflexión.

         Asumirlo, seguir el movimiento ondulante de la diferencia nos ayudará a vivir y a despedirnos, cuando llegue el momento.