Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 19 de abril de 2015

VIAJE A ÍTACA



Como cada domingo continúa la entrega de este relato que se enmarca en la sección “Viaje a Ítaca”.
Aún no he podido organizar el blog de forma que dispongamos de las partes anteriores con un apartado exclusivo para ellas, por esto he decidió colocar un enlace a la parte anterior en cada capítulo de esta serie.
También se pueden buscar en el historial del blog.

 http://mirarloquenoseve.blogspot.com.es/2015/04/viaje-itaca.html

 http://mirarloquenoseve.blogspot.com.es/2015/04/viaje-itaca_12.html

LA BIBLIOTECA:

Mientras Marco hablaba estrepitosamente, Owen buscaba frenéticamente una pequeña libreta negra en la caja fuerte que se escondía en el fondo de un armario ropero. No oía los comentarios de Marco ni atendía a las sacudidas de euforia que ejercía éste sobre su brazo.

.-¿Pero qué pasa?, ¿acaso no estás dichoso con esta acogida del público?.- Sin decir nada, el afamado médico revolvía sus papeles sin éxito.

.-¿La has visto?.- respondió sin darse cuenta que aquella pregunta no tenía nada que ver con la exaltación de su colaborador.

.-¿Qué es lo que buscas?.-

.-Mi libreta negra. La que tenía unas iniciales doradas en la solapa. ¿Dime Marco, la dejaste aquí?.-

.- La dejamos en la caja del banco. ¿No te acuerdas?.- Owen respiró profundamente  mientras sujetaba su frente sudorosa con la mano derecha, apretándola con energía como si quisiese aplastar los recuerdos que se sucedían en ella.
.-Marco, tienes que recuperarla.

.-No puedo si tú no firmas el documento de entrega. Pero… ¿qué sucede?.

.-Es una historia larga.- Owen cerró la puerta de aquel armario de la entrada suavemente. Parecía que quisiese retrasar el momento de contar lo que le había atormentado desde hacía tantos años.

.-No es el momento de contártelo pero debo hacerlo. No puedo comenzar esta nueva etapa sin que lo sepas.- Marco asombrado y expectante ante lo que iba a contarle, se sentó en uno de los sillones de la entrada sin decir nada. Le miraba con aquellos inmensos ojos negros de su porte mediterráneo mientras jugueteaba con aquel mechón de pelo rizoso que caía sobre su frente. En realidad, no podía imaginar lo que Owen iba a relatar y sin demasiado asombro le indicó, con el aleteo de su mano derecha, que iniciase lo que parecía un suceso ocasional sin demasiada importancia.

Owen aclaró su garganta con un carraspeo sordo con el cual tomó fuerzas para desvelar su secreto.

.-Marco, no he contado a nadie este pasaje de mi vida. Tampoco lo haré exhaustivamente contigo. Hay aspectos que tengo reservados en un rincón de la memoria dispuestos a ser olvidados. Lo peor es que no soy capaz de acabar con ellos y aún menos cuando recibo noticias de esta voz sin sonido que me persigue.- Marco se colocó de nuevo en su sillón disponiéndose afanosamente a escuchar ahora lo que prometía ser muy interesante.

.- Stella era la bibliotecaria del último internado donde cursé los estudios preliminares a mi ingreso en la universidad.- Prosiguió Owen.-Era una mujer adusta de aspecto cuidado. Nunca sonreía ni utilizaba palabras amables en ningún caso. Parecía afectada de un conservadurismo propio de aquella institución religiosa que daba nombre a ese refugio de desamparados.

Al poco tiempo de empezar el último curso, comenzamos a realizar estudios programados en aquella inmensa sala llena de libros viejos que se divisaban entre las luces y sombras de los porta lámparas adosados a las mesas.

 Entre las cabezas de mis compañeros la divisaba al fondo, con aquellas gafas caídas sobre su diminuta nariz. No era excesivamente mayor. Sus ojos azules resaltaban en su blanca piel como dos gotas de agua dispuestas a inundarlo todo. Una melena corta y bien cuidada reposaba sus hombros mientras sus labios se mantenían siempre apretados en señal de advertencia.

Mis amigos notaron con rapidez que el tono de su voz cambiaba dulcemente cuando era yo quien solicitaba o entregaba los libros. Nunca quise darle importancia. En aquellos momentos, mi único objetivo era salir de aquel sórdido mundo donde uno se encontraba en una pérdida constante. 

Estudiaba día y noche, apenas sin descanso. No podía perder la oportunidad de ingresar en la universidad y lograr mi sueño en el mundo de la medicina.

Por entonces, necesitábamos un libro de difícil existencia por estar descatalogado hacía mucho tiempo. Todos dirigieron sus miradas hacia mí para que fuese a pedírselo a aquella mujer que jugaba con la accesibilidad a los manuales a su antojo.

Nunca imaginé lo que aquel acto de valentía iba a suponer en mi vida. Accedí a solicitárselo con la condición de que sumase el período de entrega de mis cuatro amigos junto al  mío y poder tenerlo más tiempo. 

Un favor que más tarde pagaría con un alto precio (…)

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