Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 7 de junio de 2012

JUICIOS GRATUITOS


Juzgamos demasiado y no nos viene bien. A veces uno debe protegerse contra sí mismo.
Nuestra historia personal siempre está a la zaga para contrastar todo lo que nos sucede con los juicios a los que fuimos sometidos. Aprendimos con ejemplos, con miradas, con palabras y actitudes que hoy se rebelan cuando queremos poner cordura en la insana actitud de criticar.
Es tan fuerte la impronta de lo que vivimos en la niñez que apenas despegamos el vuelo por cuenta propia, sienten nuestras alas el peso de lo aprendido. Enredados en tabús, reglas y normas enquistadas en una conciencia lejana intentamos abrirnos paso en la maraña social que nos espera.
Llegamos a la sociedad, vírgenes de maldades;  escasos de zancadillas e incluso  cortos de envidias pero poco a poco vamos aprendiendo que si no sabemos sortear todo ello se nos tienen reservadas desagradables sorpresas por parte de los más fuertes. Funcionamos a impulsos y reaccionamos ante los ataques defensivamente para evitar el sufrimiento.
Generalmente, aquellas personas que mantienen una actitud prepotente con la vida suele encajar mal las críticas pero sin embargo, acuden a ellas para seguir ejerciendo un liderazgo hecho a base de trampas para el resto.
Criticar, juzgar o enjuiciar a los demás nunca nos puede reportar la serenidad que muchos anhelamos. Nunca nos dará la paz que construye, ni podrá tender puentes que acerquen, ni será capaz de extender alfombras que den la bienvenida a los que tenemos cerca para facilitar la vida de todos.
Poner nuestro granito de arena en la apertura de caminos libres de críticas gratuitas, en nuestra relación con los demás, es una de las mejores tareas que podemos comenzar. El premio no se hará esperar. Un nuevo escenario donde todo fluya sin trabas y donde la compresión dará paso a obtener de los demás lo mejor de sí mismos.

miércoles, 6 de junio de 2012

CONTAMINACIÓN EMOCIONAL

Hay que ser muy estable para vencer la contaminación emocional que vivimos hoy en día. La sociedad entera está contaminada de un fatalismo vital que lo invade todo.
La palabra crisis está dejando de tener el contenido usual que se le atribuye de tanto usarla y al caótico malestar que se ha instalado en los medios comunicativos se van sumando los desafíos truncados de los particulares que sufren sus consecuencias.
Es difícil resistir en embiste de la penuria, la escasez o el estancamiento social pero es aún más complejo vencer la toxicidad de las personas que estando cerca de ti se muestran negativas, pesimistas y desalentadas.
Podemos estar sufriendo lo indecible, podemos encontrarnos en un callejón sin salida, podemos incluso pensar que nada puede estar peor, pero nos equivocamos siempre porque cuando se toca fondo la única vía de desplazamiento es hacia arriba.
Contra lo que hay que luchar es contra la contaminación de nuestros sentimientos. No dejar que por difusión y simbiosis se peguen a las actitudes de quienes les molesta la alegría de los demás. No permitir que la mancha negra nos invada, ni nos tinte con su color.
Hay personas que se encuentran incómodas en el estado de equilibrio, en la esperanza y en la alegría. Hay personas que parecen gozar con el dolor propio y por extensión y compadecimiento de sí mismos, con el ajeno. Personas que siempre están de mal humor, siempre increpan y nunca tienen una palabra amable. Personas que convierten en oscuro el día más claro. Personas que no quieren cambiar y que se protegen contra la felicidad.
Nada podemos hacer por ellas pero sí por nosotros. Hay que tener sumo cuidado de no contagiarnos con estos peligrosos virus de la desesperación y la falta de optimismo porque en definitiva no nos damos cuenta que elegimos venir aquí para ser felices.
El resto debe pasar a un segundo plano.

martes, 5 de junio de 2012

MÁS ALLÁ DE LA ESTUPIDEZ

En algunas ocasiones estamos más allá de la estupidez. Elegimos en contra de lo que nos es afín, protestamos por la mayoría de las cosas que tenemos y no nos damos cuenta de que si nos molestan es porque están, porque son.
Solemos encarar mal los problemas y de los errores hacemos derrotas victimistas que solamente nos llevan a la desesperación.
Luchamos por ser más cuando lo que debería importarnos es ser mejor, porque la cantidad se pierde mientras la calidad permanece.
Nos entregamos a una vida llena de urgencias, prisas y sinsabores en el debate perpetuo por alcanzar más y olvidamos que lo que de verdad perdura, a lo largo del tiempo, es aquello que no ha costado nada, que se ha conseguido de forma natural y que no tiene una etiqueta puesta.
Vivimos como si no fuésemos a morir nunca, como si la muerte siempre fuese de otros, como si ella pudiese olvidarnos  y aparcar nuestro tiempo.
Obviamos que la vida pasa sin remedio y que un día, una hora o un minuto que perdamos nunca vuelve.
Pensamos que siempre estaremos igual y que las fuerzas, la ilusión o la esperanza solamente huyen de los otros pero poco a poco comprobamos que también llaman a nuestra puerta y que lo que hoy nos sonreía deja de hacerlo antes de lo que creemos.
No empeñamos en criar unos hijos listos, llenos de sabidurías científicas, abocados, como fin último, a escalar puestos de prestigio en la sociedad en la que viven. Olvidamos que lo primero que deben aprender es a ser felices y a asumir la responsabilidad que conlleva este empeño consigo mismos.
Por olvidar, olvidamos que existen los sueños y que el tiempo también ha de servir para contemplarnos por dentro.
Nuestra estupidez es en ocasiones tan grande que terminamos la vida sin haber aprendido que lo único que merece la pena aquí son las personas y sobre todo, el aprendizaje necesario para llegar a amarlas incondicionalmente.
Nunca es tarde para sacudirnos este manto que puede llegar a pesar tanto. ¡Probémoslo!

LOS ERRORES

Recientemente llegaron hasta mi correo estas tres máximas que me parecieron un regalo:

a) Confía en ti mismo, incluso en tus aparentes errores.
b) Siempre sabes lo que estás haciendo, incluso cuando no te das cuenta.
c) Considera tus errores como información que no podrías haber conseguido de otra manera.
         Las tres contienen un inmenso mensaje que debemos de aprovechar.
De todas ellas, la primera es, posiblemente, la más importante. Confía en ti mismo, incluso en tus aparentes errores”. Esta cita pertenece a: 
 Jane Roberts, de su novela en inglés, The Oversoul Seven Trilogy - p. 491 (El Sobre Alma Siete, una trilogía) Traducción: Pilar del mar
Se trata de un encargo ineludible para estar seguros de generar nuestra propia felicidad. Confiar en uno mismo equivale a estar tranquilo en todo momento sabiendo que lo que estamos haciendo es lo que dicta nuestro corazón. Tener plena seguridad en las decisiones que tomemos y no dudar de nuestra capacidad para avanzar en cualquier situación.
Los errores pueden ser solamente aparentes. Detrás de una equivocación puede haber un camino recto que nos lleve hacia otras sendas certeras que debíamos transitar para vivir las situaciones que aún nos quedaban pendientes.
Lo que hoy parece un error, tal vez mañana sea un premio.
La segunda afirmación: “Siempre sabes lo que estás haciendo, incluso cuando no te das cuenta"., Cita que pertenece a:
~ Seth-Jane Roberts, de su libro en inglés, The Nature of Personal Reality, sesión 610 (La naturaleza de la realidad personal, también conocido como Habla Seth 3) Traducción: Pilar del mar.

 Hace alusión a una llamada al inconsciente para valorar su misión. Puede que no nos demos cuenta de que lo que hacemos es lo que debemos hacer. Puede que este proceso no quede advertido por la razón e incluso que parezca que nuestros actos no tienen sentido en la corta dimensión del contexto que los define. Pero la consciencia que mora por debajo de la lógica tiene un poder mayor aún que ella y desde una visión cósmica atemporal y supra espacial es capaz, seguramente, de hacerlo bien.
Por último, la tercera afirmación: “Considera tus errores como información que no habrías podido conseguir de otra manera”,  cita que es Un paráfrasis de Tam Mossman-James. Traducción: Pilar del mar (Gracias a Mark M Giese)
Nos ayuda a valorarlos como una herramienta de aprendizaje ineludible para alcanzar conocimientos sobre nosotros mismos y los demás que no podríamos nunca conocer si no hubiese sido por su presencia.
Los errores, por tanto, son una bendita decisión de nuestra divinidad interior para que podamos encontrarnos con nosotros mismos más allá de lo previsible y mucho más cerca de lo real.

lunes, 4 de junio de 2012

CUESTIÓN DE ELECCIÓN


La emoción es un estado de conciencia que nos sacude, tanto si es positivo como negativo. Todas tienen un sentido en el momento que se producen. Todas ellas son respuestas ineludibles que se apoyan en experiencias concretas aunque hayan sido inconsciente las reacciones a ellas.
Por sí mimas, ninguna es negativa. Ni siquiera el miedo porque éste también forma parte de una estrategia defensiva de la especie y gracias a él hemos podido avanzar como tal llegando a lo que somos.  Lo que realmente es negativo es la forma en la que interpretamos las sensaciones que nos producen.
Todo es cuestión de actitud y la actitud a su vez depende de las elecciones que hagamos.
Elegir significa seleccionar y en ese proceso, necesariamente, dejamos de lado lo que eliminamos de nuestra atención para centrarnos en aquello con lo que nos hemos quedado. Elegir tiene un coste. Perderemos unas ventajas para ganar otras, al igual que apostaremos por unos sufrimientos en vez de aceptar otros diferentes.
Lo peor llega cuando las elecciones que hacemos siempre caen marco del fatalismo. Entonces estamos eligiendo ya la actitud con la que sentiremos la emoción y ésta, sea del signo que sea, se transformará rápidamente en sensación de desagrado.
Elegimos con tanta prontitud y de forma automatizada que ya no nos damos tiempo para cambiar de rumbo en ese instante. No hace falta razonar concienzudamente, bastará con que nos demos cuenta de que sentimos en el momento y si no nos gusta decidir el cambio.
Podemos tener un inconveniente puntual y como reacción iniciar una respuesta de ira y arrebato. En ese instante, ahí, revisar lo mal que nos encontramos y frenar el proceso. Para ello, necesitamos un instante de calma. Pararnos. Incluso nos ayudará hacerlo físicamente. Detenernos. Y en ese momento decidir ir por otro lado.
Debemos apartar lo que nos sitúa en la posición de descenso en picado y comenzar el ascenso solamente con elegir no sentirnos mal. Es preferible un estado sin color ni sabor a uno amargo.
Más tarde llegarán las ganas de lo dulce y entonces estaremos dispuestos para las emociones positivas.
Así de sencillo. Así de simple.

domingo, 3 de junio de 2012

DOMINGOS LITERARIOS

LOCOS MOMENTOS


Cuándo volverán aquellos locos momentos
en los que bebías la esencia de mi boca
y devorabas mi cuerpo.
Cuándo volverán las madrugadas donde el amor
destilaba, gota a gota, la pasión ardiendo.
Cuándo aquellas caricias tiernas llenas
de fuego lento y tus miradas ardientes
sobre mi piel de caramelo.
¡Cuándo llegarán de nuevo!
Porque aún no se terminó el tiempo;
aquel en el que jugaba de noche,
a decir entre silencios,
lo mucho que te quiero.
Cuándo llegarán aquellos locos momentos
en los que inventábamos el mundo
y era... ¡ todo nuestro!.
Cuándo aquellas lunas llenas
que reflejaban sobre mi rostro
las ganas de seguir sintiendo.
Cuándo volverá a mis labios,
Aquel…!tu primer beso!.

FLOR Y NATA

Muñeca de sal


Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.
- ¿Quién eres tú? - le preguntó al mar la muñeca de sal.
Con una sonrisa, el mar le respondió:
- Entra y compruébalo tú misma.

Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba
disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se
disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada:

- ¡Ahora ya sé quién soy!.
________________________________
 
¿Tendremos que disolvernos para saber quienes somos?...
Feliz noche!

viernes, 1 de junio de 2012

ORÁCULO DE DELFOS

El mundo helénico se rendía a la verdad a través del Oráculo de Delfos en el monte Parnaso.  El dios Apolo, rodeado de ninfas y laureles, tocaba la lira en señal de júbilo mientras éstas cantaban en un idílico paraje sagrado en el que más tarde, las pitonisas contestaron a los requerimientos de adivinación de los ciudadanos durante mucho tiempo.
Siempre hemos tenido necesidad de saber. Una imperiosa inquietud por conocer el rumbo imprevisible de nuestro destino y un innegable deseo de intervenir con antelación en lo que éste nos depara.
En todas las épocas han existido personajes ligados a la adivinación que han sido consultados por pobres y ricos, por sabios e ignorantes. Nadie se escapa de esta batalla librada con el sino que nos mantiene en vilo mientras elucubramos los derroteros que llevará nuestra vida.
Nos gustaría poder ver, como si se tratase de una película, el recorrido que nos queda. Posiblemente, nos gustaría variarlo en algunos tramos, si fuese posible, pero sin duda, lo que de verdad nos llenaría de satisfacción es contar con el poder de manejar la fortuna que nos depara el resto de nuestra biografía.
Sin embargo, en todos nosotros hay un Oráculo de Delfos. En el centro de nuestro pecho. Brillando con fuerza para destacar su lugar. Esperando nuestras consultas. Abrigando nuestros miedos.
No tenemos que movernos de donde estamos. No hay que consultar a pitonisas y magos que alcancen respuestas que no son de ellos. No hay que ofrecer sacrificios que precedan la previsión. No hay que ejercitarse en rituales que propicien la consulta.
Nos basta con presentarnos frente al resplandor que emite y formular nuestras preguntas. El silencio y la intensidad del deseo de saber harán el resto.
El oráculo responderá en cualquier momento en el que dejemos salir las respuestas por las rendijas del corazón.
Todos podemos hacerlo. ¡Intentémoslo!!

GANAS DE CAMBIAR

Nuestra vida suele ser muy reiterativa. Nos acomodamos a lo que tenemos como seguro y en ello se nos va el entusiasmo y la creatividad que, tal vez, hace muchos años poníamos en ella.
Si tuviésemos valentía y una sensación más certera de validez posiblemente nos atreviésemos a dar el salto.
Los cambios pueden hacerse en cualquier ámbito en el que nos movemos. Podemos comenzar por variaciones pequeñas, imperceptibles, que apenas se noten pero que abran el camino a lo diferente.
Para abrazar estados nuevos de conciencia hay que cambiar irremediablemente. No podemos advertir un ambiente distinto a nuestro alrededor si no cambiamos nosotros primero. Porque hay que estar seguros de que la realidad es única y que lo que de verdad la hace múltiple y variada es la forma de asumirla, la manera de reaccionar ante ella y la disponibilidad para amar dentro de ella.
A mí me cuesta cambiar. Me supone un tremendo desajuste entre la seguridad y la incertidumbre. En esa lucha enconada triunfa el inmovilismo, que no es otra cosa que una muerte lenta por entregas.
Hay veces, sin embargo, que desearíamos que todo alrededor fuese diferente. Contar con nuevos retos, empeñarnos en nuevos proyectos laborales, frecuentar otras compañías, vivir experiencias diferentes. Y todo por la necesidad interior de crecimiento.
No se crece sin experiencia. La teoría supone solamente el marco. Una pobre referencia que pronto se ve desbordada por la realidad.
Solamente llegamos a conocernos en profundidad cuando se nos presentan realidades nuevas ante las que debemos medir nuestra capacidad de entrega, nuestra solidaridad y ese amor que nos pone a prueba para determinar si de verdad somos como decimos y creemos.
No hay más remedio que cambiar de escenario de vez en cuando o hacer distinto el que tenemos para soportar el peso de la rutina.
Hoy más que nunca, la seguridad se liga a la quietud cuando parece que todo camina aunque sea con lentitud. Lo que olvidamos es que en ese lento pasar dejamos pegada la ilusión a los pies de la comodidad.Vana servidumbre para los corazones que se alimentan de vivencias capaces de matizar su grandeza.
¡Hagamos cambios! Aunque comencemos simplemente por variar nuestra colonia. Oler diferente puede suponer comenzar a sentir que somos otros.