Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 7 de agosto de 2013

AYUDAR, PARA AYUDARNOS



Muchas veces pienso que el remedio de los males propios está en ayudar a otros. No hay nada que reconforte más, ni que sea más enriquecedor ni que revierta tanto sobre uno mismo.
         Cuando escuchamos noticias sobre médicos, profesores, religiosos u otros cooperantes secuestrados, algo me sacude por dentro. Lo primero, el reconocimiento inconmensurable de su altruismo, su compasión ante el dolor ajeno y su entrega para con los demás. La capacidad de soportar situaciones adversas y la valentía de sufrir, en cualquier momento, accidentes, enfermedades o incluso, la muerte.
         Hay otra parte en mí que ve, tal vez, el otro lado de la moneda. Las mil y una circunstancias que pueden llevar a alguien a irse lejos, a olvidarse de sí mismos, a tratar de dar un sentido a su vida, a olvidar dolores demasiado fuertes del entorno cotidiano, a querer morir para sí  viviendo por los demás.
         Tal vez sea una de las mejores opciones. No tengo nada en contra de quienes se encierran para siempre en un monasterio a orar, sin embargo creo que su vida, de esa forma, queda mermada en relación a las posibilidades solidarias para otros. Posiblemente el alma quiera expandirse, una vez replegada, sometida y doblegada a la desgracia propia y nada mejor que ser luz para quienes no tienen un sol que les alumbre.
         La colaboración con los desfavorecidos no requiere grandes distancias. Hay necesitados en todos los lados, incluso nosotros podemos ser uno de ellos, porque las urgencias no solamente vienen del hambre, del frío o de la falta de recursos. Hay otras necesidades vitales que ahogan el corazón y que nos dejan tullidos para siempre.
         El desamor, la soledad, la incomprensión o la falta de compasión cuando estamos en las rebajas del corazón pueden ser más devastadoras que lo que se sufre cuando no se tiene un techo confortable, ni un plato exquisito en la mesa…porque a veces, hasta esto te sobraría.

martes, 6 de agosto de 2013

NUESTRO DIÁLOGO INTERNO



         Continuamente hablamos con nosotros. Mantenemos un diálogo interno en el cual somos juez y parte. Conversamos sin cesar. Lo peor es el sentido y la dinámica de nuestras propias confidencias. Si nos damos cuenta veremos que no hay persona con la que hablemos más, porque hasta cuando estamos con gente, continuamente evaluamos lo que vivimos y de ahí se genera nuevamente un debate interno mediante el cual vamos cimentando el escenario en el que nos movemos.
         Lo peor  no es tenernos enfrente cara a cara en el interior. Tampoco que nos hablemos valorando cada persona, circunstancia o situación que vivimos, lo más complicado es que este diálogo no nos mantenga en alerta permanente contra todos y contra todo y sin embargo lo hago contra nosotros mismos en un juicio sin fin en el que siempre perdemos.
         Es difícil evaluar la realidad porque hay muchos factores que entran en juego. Los referentes internos basados en  creencias exageradas, a veces, o distorsionadas por lo que hemos vivido anteriormente, van condicionando nuestro juicio sobre la cantidad de bondad o maldad que tiene cada situación para nosotros.
         En el fondo todo se resuelve en términos de afecto. Me gusta, me hace sentir bien, estoy cómodo, me ilusiona, me fascina, me llena de plenitud…o por el contrario, me molesta, me incomoda, me hace estar alerta, me desespera, me irrita, me entristece…son estados emocionales que inequívocamente, aunque sea de modo inconsciente, se desprenden de cada circunstancia que vivimos. Esa valoración vital del día a día y de las personas que se cruzan en nuestro camino, nos acercan o nos alejan de lo que vamos viviendo.
         Si pudiésemos seguir estos estados internos, basados en las sensaciones y en la intuición que aporta lo que tenemos delante de nuestro corazón, posiblemente habríamos encontrado el camino hacia las relaciones exitosas y por tanto a  la felicidad. Pero esto no es posible. Uno tiene que soportar situaciones que le desagradan y aprender a rodearlas y tiene que gozar con aquellas que le hacen feliz y aprender a disfrutarlas.
         Hablar con nosotros mismos tiene un precio muy alto cuando lo hacemos mal, porque el resultado de nuestros juicios suele ir en nuestra contra. Estamos acostumbrados al sufrimiento, a la infravaloración y al victimismo. A sentirnos solos, a considerar que, a veces, nada está a nuestro favor y a condenarnos por ello, como personas que rozan el infortunio.
Tenemos la necesidad de cambiar los pensamientos que nos acompañan porque si solamente son verdugos que ejecutan sentencias y abren brechas en el corazón, acabaremos muy mal. Hay que seguir el instinto de supervivencia y disponer la mente a nuestro favor. Para ello, empezaremos por defendernos, hasta el extremo, de cada mínima idea que quiera enfrentarnos a nosotros mismos y antes de perdonar al contrario, comencemos por sentir compasión de nuestro pequeño corazón lleno de ganas de amar y ser amado.
         Empecemos, pues, a amarnos nosotros…y el resto si quieren acompañarnos serán bienvenidos.

lunes, 5 de agosto de 2013

RENOVAR LA ESPERANZA



La vida tiene ciclos, el ser humano también. Los problemas se suceden, los errores, las frustraciones y las desgracias llegan…pero la capacidad de regeneración que tenemos es superior a lo que nos suceda, de otra forma no nos explicaríamos catástrofes insufribles que a muchas personas les suceden.
         Es difícil mantener la calma y de hecho es una excelente terapia echar fuera todo lo que nos oprima el corazón. El llanto, la melancolía, la tristeza y todas aquellas emociones que nos asolan han de ser permitidas, de lo contrario anidarán en el alma de tal forma que nos anularán definitivamente convirtiéndonos en lo que nunca hubiésemos querido ser.
         A veces la falta de óptica en el juicio de lo que nos pasa sobredimensiona los problemas. Hay que valorar adecuadamente lo que nos sucede y saber que hay cosas que pueden ser mucho peores y sobre todo, que todo pasa y que el tiempo es tan justiciero e implacable que nada deja sin transformar ni resolver, de una u otra forma.
         Hay determinados pensamientos instalados en nuestras creencias básicas que debemos desechar porque si insistimos en tenerlos, la sensación de ser unos desgraciados llegará sola.
         Lo primero que nos han enseñado mal es que debemos caer bien a todo el mundo y toda la gente debe apreciarnos y ser justa con nosotros. No tiene por qué ser así y tampoco necesitamos que lo sea para ser felices.
         Otro pensamiento o creencia exagerada es la idea de que tenemos que ser excelentes, hacerlo todo bien  y acertadamente. Somos humanos. Podemos equivocarnos y debemos dejarnos ese margen al error.
         Por último, creer que las cosas deben sernos siempre favorables también es un arquetipo ilógico que mantenemos cuando valoramos como debe irnos la vida. A todo el mundo se le tuerce el camino, alguna vez…o muchas.
         Para tener una vida valiosa y feliz no hay que estar siempre arriba, ni ser los mejores continuamente, ni llegar a la meta los primeros en todo. Para estar bien con uno mismo, hay que renovar la esperanza en nosotros, la fe en nuestro valor y la seguridad en que “no hay nada tan alto como estar abajo y estar bien”.
¡Feliz comienzo de semana!

domingo, 4 de agosto de 2013

DOMINGOS LITERARIOS



SI AMAR FUERA FÁCIL …
         Si amar fuera fácil…estaríamos gozando de nuestro cielo desde hace tiempo…
         Si fuera fácil…tendríamos nuestra casa en la cúspide de nuestro deseo, junto al jardín de la alegría que nos embarga…
         Si lo fuera… no tendríamos que arrastrar el lastre del dolor contenido por lo que necesitamos y creemos que no nos damos,
         Si así lo fuera…no habría celos, ni desconfianza, ni la inseguridad de perder lo que se ama, porque cuando se ama no se pierde  el aliento que alimenta la pasión, ni se desgrana la margarita de la duda, ni lo silenciado significa traición, ni lo nombrado, ofensa.
         Si amar fuera fácil… viviríamos en un mundo donde solamente cabríamos nosotros, firmemente abrazados a la complicidad que nos une, fundidos en el deseo que nos quema el alma, prendidos de la inocencia de seguir viviendo en la ilusión de ser uno en la duplicidad.
         Si así lo fuera…volarían alondras en torno nuestro celebrando la dicha de ser tuya y tu mío, abandonados a nuestra pasión sin límites, cruzando la frontera de lo prohibido a cada instante, bebiendo de la misma copa el veneno de certeza de lo imposible.
         Si amar fuera fácil…estarías pegado a mi falda, día y noche, enredado en mi pelo con la punta de tus dedos, enmarañado en la lujuria de mi dulce sexo dormido, confundido en el fulgor del pensamiento continuo, robándote la razón sensata de tu vida tranquila y depositando tu voluntad en la más grata locura de poseerme sin descanso.
         Si amar fuese fácil…te querría corriendo hacia mi cuerpo para besar mi boca con la obsesión de saciar la sed de tus deseos y no apartarte jamás de mí.
         Si amar fuera fácil…la eternidad sería nuestro hogar por siempre… y yo el aire que te mantiene con el aliento de mi pecho … sin dudas, ni miedos, sin pasado, ni presente, sin futuro y sin tiempo.

sábado, 3 de agosto de 2013

EL ARTE DE NO AMARGARTE LA VIDA



El psicólogo español Rafael Santandreu entrega las claves y asegura que es necesario combatir las creencias irracionales que nos asustan.

         Que uno se caiga en la calle; que los niños se enfermen; que te quedes en el paro; que tu mujer te deje; que tu marido sea infiel; que tu hijo repita de curso; que se pinche un neumático en plena carretera; que te dobles un tobillo caminando; que el metro esté lleno; que no puedas dejar de comer ni engordar; que el día esté nublado y tantas cosas más…

             ¿Desgracia tras desgracia? Tal vez, pero el autor de “El arte de no amargarse la vida”, Rafael Santandreu, las prefiere llamar adversidades.

            El cómo se reacciona es lo que marca la diferencia entre una y otra, porque las alternativas, según el psicólogo español, son simplemente aceptar la realidad o convertirse en un ser rabioso, gruñón y amargado porque las cosas no son como uno quisiera que fuera.

Es que para no amargarse la vida y hacer un juicio exacto sobre lo que sucede se requiere talento, dedicación, perseverancia y sobre todo, cambiar la forma en que se responde cuando aparecen esos “malos momentos”.

               “Los seres humanos tienen unas 20.000 pequeñas adversidades a lo largo de su vida, lo cual es un dato que hay que tener en cuenta para no amargarse, porque eso no se puede evitar, aunque seas eficiente o responsable”, sostiene Santandreu.

                Según la experiencia del connotado especialista, esta forma de vivirse la vida, amargada, va acompañada de depresión, ansiedad y obsesión y que cuando uno se deja atrapar por esos estados lo que se pierde es la facultad para vivir plenamente.

          “Que diferente es surfear la vida por encima de sus olas a vivir sumergido, siempre medio ahogado, vapuleado por las corrientes marinas ¡Gozar la vida o sufrirla como si fuera un mar hostil que nos domina!”, escribe.
                 El libro, pretende ser un manual didáctico para aprender paso a paso este “arte”, que se plantea como principal objetivo alcanzar la plenitud. Para ello, el experto propone un método simple y claro para que cada persona se vuelva más fuerte en el ámbito emocional.

            El contenido proviene de la psicología cognitiva y también se basa en estudios y ensayos científicos de primera línea, de acuerdo a lo que plantea el autor.

            Es que este español, quiere que quién lea su texto salga de su vida “normal”, gris o estable; se entusiasme y aproveche todo su potencial. De ahí que eche mano a varias historias y biografías, de Stephen Hawking y el actor Christopher Reeve, que claramente son ejemplos de personas que salieron adelante a pesar de sus grandes dificultades.

              Aclara que no importa la edad que uno tenga y afirma que, cualquier escéptico y hasta las personas más vulnerables pueden lograr salir de su amargura. La clave, señala, es transformar la manera de pensar, la filosofía personal y el diálogo interno. 


                El mensaje de “El arte de no amargarse la vida”, se podría resumir en la cita del filósofo griego Epicteto: “No nos afecta lo que nos sucede sino lo que nos decimos sobre lo que nos sucede”.

               Es decir, para Rafael Santandreu uno debería aprender que, entre los hechos externos y los efectos emocionales existe una instancia intermedia, llamada pensamientos.

           “Si hay un pensamiento catastrofista de seguro que la emoción como reacción será de la misma índole”. Y esto, dice que ocurre con mayores frecuencias en las personas vulnerables a nivel emocional y que suelen calificar todo como “terrible”. Entonces, bautiza a esta forma de pensar como una enfermedad que llama “terribilitis”.

                  El padecimiento, según describe, tiene como base la tortura mental y surge a partir de “creencias irracionales”, que se sostienen a nivel personal y social en forma cotidiana, y que se caracterizan por ser falsas, exageradas, inútiles y además, no ayudan a resolver el problema y producen malestar emocional.

                   “No creerse estas ideas irracionales te permitirán disfrutar al máximo de las ventajas de la vida moderna sin que te vuelvas neurótico”, aconseja. Para no perderse, Santandreu da una lista con 10 ideas principales que afectan a las personas de nuestro tiempo y que reproducimos al final de la nota.

              Su propuesta, es que todos manejemos como base esta información para luego poder aplicar su método, que sintetiza en tres pasos: 

1. Detectar todos los días qué creencias irracionales se han mantenido a lo largo del día, que han producido malestar emocional.

2. Combatir esas ideas irracionales mediante tres diferentes argumentos, de comparación, de posibilidades y existenciales, donde la pregunta es “¿qué será de mi y del problema que me preocupa dentro de 100 años. La respuesta es clara, nada, estarás muerto y esta adversidad habrá dejado de tener ninguna importancia”.
3. Formular, finalmente, las creencias racionales correspondientes, que son generalmente más sensatas y alegres.

                     Es que la terapia cognitiva en que se sostiene este método es una terapia de argumentos y no un ejercicio de pensamiento positivo. Entonces, para que sea realmente efectiva requiere que cada uno trabaje en su propio sistema de creencias y que pueda calificar una adversidad utilizando siempre criterios que sean ante todo, constructivos.

A continuación, las creencias irracionales más comunes que se deben eliminar para no amargar la vida: 

1. Necesito tener a mi lado a alguien que me ame: de lo contrario, ¡qué vida más triste! 
2. Tengo que ser alguien en la vida, aprovechar bien mis cualidades y virtudes. De lo contrario, me sentiría fracasado. 
3. No puedo tolerar que la gente me menosprecie en público. Debo saber responder y defender mi imagen. 
4. Debo tener una casa en propiedad. De lo contrario, soy un maldito fracasado muerto de hambre. 
5. Tener buena salud es fundamental para ser feliz. Y lo más deseable es vivir mucho tiempo; cuanto más, mejor: ¡incluso 100 años o más! 
6. Tengo que ayudar a mis familiares: padres, abuelos, hijos… mi ayuda es fundamental para su felicidad. 
7. Si mi pareja me pone los cuernos, no puedo continuar con esa relación. La infidelidad es una cosa terrible que te destroza por dentro. 
8. Tengo que tener una vida emocionante. De lo contrario, mi vida es un aburrimiento y, de alguna forma, un desperdicio. 
9. Más siempre es mejor. El progreso siempre es bueno y consiste en tener más cosas, más oportunidades, más inteligencia…; esto es obvio en el caso de desear cada vez más y más cosas buenas como paz y alegría. 
10. La soledad es muy mala. Los seres humanos necesitan tener a alguien cerca porque si no, son unos desgraciados.
         No tiene desperdicio estas reflexiones de hoy y creo que a todos pueden venirnos muy bien alguna vez.

 
http://libros.about.com/gi/o.htm