Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 7 de octubre de 2013

EL DÉBIL ARTE DE ESCAPAR



Hemos comentado alguna vez que los dos instintos de supervivencia más fuertes, que le quedan al ser humano en su cerebro reptiliano, son la huída y la lucha para lograr permanecer. Eso es precisamente lo que hacemos cuando las dificultades nos llegan.
A veces escapar se convierte en todo un arte. Una sutil manera de no querer mirar a los ojos a los problemas y una estúpida forma de creer que la espantada nos apartará de las consecuencias de lo que se nos viene encima.
Sin embargo, huir nos lleva, en ocasiones, a tener que retomar la marcha aunque sea desde otro ángulo porque ningún camino es infinito y antes o después tendremos que tomar decisiones.
Hay gente incapaz de resolver. Personas que sienten un miedo paralizante cuando tienen que optar por una opción. En el fondo son gente que quiere retenerlo todo y no tener pérdidas en la transacción.  
Sin embargo, siempre tenemos un precio que pagar, algo que abandonar, un sufragio irremediable que se asume en favor de aquello que parece mejor. Ninguna solución es la perfecta. No hay perfección en los sucesos de la vida y, curiosamente, ella es lo más perfecto.
No podemos pretender tenerlo todo. Algo siempre se pierde. Lo que hay que valorar es si lo que dejamos de lado nos reporta menos felicidad que lo que llega. Lo mejor está en el riesgo porque la mayoría de las veces no es una inversión segura. Nadie sabe si realmente le va a ir mejor por un camino que por otro. Nadie conoce cómo se desenvolverán los acontecimientos para determinar si será más feliz, gozará más o se encontrará mejor. Nadie puede saberlo. Y esa es la magia de la existencia: el riesgo.
         Escapar no tiene demasiado sentido si consideramos que lo único que hacemos es retrasar el enfrentamiento, porque luchar, en algún momento, hay que luchar.
Los cambios nos descolocan muchas veces, nos desestabilizan pero hay que tratar de pasar la barrera del desconcierto para instalarnos en la fortaleza del hábito, de la rutina, de aquello que por repetirse se va haciendo conocido…y a lo que se conoce se le va queriendo. No puede ser de otra forma, es otro instinto de supervivencia, amar lo cotidiano para no perecer en ello.
Por eso, por malas que parezcan las circunstancias terminan estando a nuestro favor. No es necesario escapar porque lo malo se convierte en bondadoso cuando nos mira a menudo y a base de contemplarnos, ello mismo se transforma.

domingo, 6 de octubre de 2013

DOMINGOS LITERARIOS

SIN QUERER QUERIENDO
Sin querer queriendo te hago daño.
Sin querer queriendo me dueles.
Sin querer queriendo te siento eco.
Sin querer queriendo
 crees que me pierdes,
 cuando, sin embargo,
solo tú me tienes.
He navegado en otros mundos
Y surcado mares de lamentos
He bebido de la amarga fruta
Que deja seco el pensamiento.
Te he negado y he vuelto
a tus brazos siempre hambrientos
de mis caricias de miel y sarmiento
para ganar todo tu ser y tu contento.
Si llegas lento hasta la falda de mi cama
y me llenas completa de besos
olvidaremos la tortura de dudar
 hasta del pensamiento
que sepas que eres mío y yo tuya
con o sin consentimiento
Y que cada vez que pronuncias,
mi nombre en tus labios
se abre entero el mismo cielo
para inundarte con la dicha
de ser tu mi único amor certero.

FLOR Y NATA

sábado, 5 de octubre de 2013

EL SENTIMIENTO DE FRACASO

No hay nada peor que no creer en uno mismo, aunque sea circunstancial, porque es un factor que solamente resta posibilidades y no aporta sino desconfianza, temor e inseguridad.
A lo largo de la vida, ésta me ha demostrado que efectivamente lo único válido para tener éxito y estar bien con uno mismo es la estabilidad emocional. Saber gestionar las emociones y poder equilibrar la mente en base a ello.
La sensación de fracaso es en realidad un resultado. Se produce cuando tras una serie concatenada de acontecimientos vamos decidiendo y condenando a nuestro ser a no dar la talla. La mayoría de las ocasiones todo éste entramado está en nuestra cabeza y la realidad, aunque ayude a lo contrario, sería un acicate y no un obstáculo si lo viésemos de otra forma.
Las comparaciones con los demás, la sensación de saber lo que soy pero no poder demostrarlo, un ambiente abrumador, un carácter tímido y una sensibilidad a flor de piel pueden traer consecuencias irreparables.
La fortaleza tiene que estar instalada en nuestra cabeza antes que en nuestro corazón, porque los pensamientos son la metralla de la conducta y tal y como éstos se dirijan obraremos en consecuencia. La cabeza nos juega malas pasadas en ocasiones y nos limita opciones constantemente o nos amplía campos  sin cesar.
A veces hemos de aprender estrategias de comportamiento, habilidades sociales que nos permitan romper la barrera de los miedos a ser juzgados, a ser calificados y a ser repelidos. Cada uno tiene que mostrarse como es y pensar que las opiniones de los demás son solamente eso, juicios subjetivos a los que cada uno tiene derecho pero que no deben incidir en nuestro autoconcepto.
La autoestima debe tener siempre nuestro sello, porque somos valiosos, muy valiosos, desde el silencio, desde la alegría, desde la extroversión o desde la timidez. En cualquier caso, de cualquier forma, nuestra valía es única y diferente a la del resto y eso, nadie ni nada puede anularlo.

viernes, 4 de octubre de 2013

LA BENDICIÓN DEL SILENCIO

Cuando la vida nos pone en apuros, entre otras muchas cosas, nos está pidiendo que nos prestemos atención. 

Para salir de una crisis profunda es necesario emprender un viaje cuyo destino es un cambio de conciencia, por eso se dice que los conflictos grandes suelen ser también grandes oportunidades. 

El viaje es solitario, aunque contemos con mucha ayuda. 

Nos enfrentamos a nosotros mismos. 

Todos llevamos a cuestas miedo, rabia, humillaciones y vergüenza. Todos. 

Y en diversos momentos de la vida toca poner orden y hablarnos sin palabras a nosotros mismos con franqueza.

 Para eso es imprescindible parar y alejarnos de las distracciones. 

Cuando yo intento hacerlo, mi mente se desborda.

Necesito mucho amor y mano izquierda para conmigo misma para, poco a poco, ir dejando salir los pensamientos horrorosos que me asaltan. 

No soy el miedo, ni el dolor, ni la angustia, ni el fracaso, ni la rabia, aunque estos sentimientos forman parte de mí.

Puedo sentirlos, revivirlos prestarles atención y, con mucho mimo, mecerlos hasta dejarlos tranquilos, como bebés dormidos, en mi corazón.

Entonces la mente aliviada descansa, se siente comprendida y me permite acercarme a todo lo bueno que hay en mi vida.

 Yo no soy el ruido ensordecedor que encierra el silencio cuando estoy callada. Eso lo sé, he podido comprobarlo. 

También sé que cuando mi intención es amorosa y no me refugio en la pena, o en la culpa ni me juzgo, se enciende en mi interior una luz que me guía. 

Florece la sabiduría, el sentido común, la armonía y lo que ayer era un muro infranqueable lo paso con un saltito que puede dar hasta un niño.

Antes de arrojar la toalla hay que recurrir siempre al silencio. Él es el guardian de las puertas del alma.

Merce Catro Puig
autora del libro "Volver a Vivir"