Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 26 de septiembre de 2019

ACTITUDES SANAS



Hay algo muy simple y es comportarse fiel a los propios valores cuando nadie te ve. No hay que adornar nada, ni utilizar trucos que no hacen magia, ni que recordar lo que se dijo y no corresponde a lo que pasó, ni ir y venir desde la tragicomedia al drama.




No hay que hacernos las víctimas, ni ser verdugos de otros. No hay que echar balones fuera, ni poner la culpa en una tercera mano que no es la nuestra.

Tener una actitud sana te libera. Te hace mirar al frente sin miedo y al pasado sin angustia. Te lleva hacia la amplitud de un espacio abierto lleno de posibilidades. Te hace sentir sereno, tranquilo y a gusto contigo mismo. Te define en la armonía de saber que lo que estás haciendo es lo correcto. Y decir correcto es sinónimo, en este caso, de decir bueno para ti y malo para nadie.
Tener una actitud sana te acerca a los demás porque no hay motivos de alejamiento por errores de cálculo, ni por mentiras piadosas que nunca lo son.

Lo sencillo es pasar por la vida rozando lo mejor de ti, expansionándolo y multiplicándolo.

Lo más excelente, sentir que eres tu mejor versión cada día y que sin agobios, sin prisa, pero sin dilación conectas más rápido y de mejor forma con la esencia de bondad que a todos nos constituye y que olvidamos a lo largo de nuestra existencia cuando creemos que es más rentable presentarnos en el mundo con una careta.

Vístete con actitudes sanas. Ganarás tú. Mejorará tu entorno. Crecerán las cosas buenas de tu mundo. Todo irá mejor.

Merece la pena intentarlo, ¿no crees?.

martes, 24 de septiembre de 2019

¿ESTÁS SEGURO/A?



En muchas ocasiones, suponemos más que sabemos. Nos alteran las apariencias y sacamos conclusiones precipitadas que nada tienen que ver con la realidad.

Manejamos datos que imaginamos reales o que lo han podido ser en otras ocasiones. Enlazamos pensamientos elucubrados en base a ellos, atamos nudos que se deshacen solos y finalmente concluimos, erróneamente, lo que nunca sucedió.

Veamos este breve relato.



…”Cuentan que, en un país lejano, los discípulos de una orden mística eran sometidos a pruebas muy duras. Un día, un maestro reunió a varios de ellos y les dijo:

-Ayer, unos aspirantes a la maestría fueron sometidos a un examen, quiero que vosotros me deis vuestra opinión sobre quién ha sido el triunfador de la prueba, y así podré conocer vuestra capacidad de comprensión. Acompañadme y os explicaré los detalles.

Caminaron juntos un trecho hasta que llegaron a un lugar donde se abrían unos pozos. El maestro continuó hablando:

-La prueba era muy sencilla. En cada uno de esos cinco pozos repletos de serpientes venenosas, se encerró a los candidatos con el objetivo de que pasaran la noche allí. Acerquémonos y veamos el resultado.

Así, cuando se asomaron al primer pozo, observaron que sólo estaban las serpientes. En el segundo pozo, vieron muerto al candidato rodeado de serpientes. En el tercer pozo, observaron al candidato tranquilamente sentado en medio de todas las serpientes muertas. En el siguiente pozo contemplaron cómo el cuarto hombre dormía a pierna suelta al lado de una pequeña hoguera sin que hubiera ninguna serpiente a su alrededor. Por último, en el quinto pozo, vieron cómo el candidato se encontraba en postura de meditación y con el rostro lleno de serenidad mientras las serpientes recorrían plácidamente su cuerpo.

-Bien -dijo el maestro-, quiero que ahora me digáis quién es el candidato que ha triunfado en la prueba, argumentándome vuestras conclusiones. 

Después de una pequeña deliberación en la que constataron que todos estaban de acuerdo, un portavoz se dirigió al maestro:

-Creemos que el ganador es el hombre que está meditando en el quinto pozo. En el primero, parece evidente que el hombre huyó. El segundo murió envenenado por las serpientes. El tercero hizo un acto de valor matándolas, pero sólo se desembarazó del problema. El cuarto candidato dio muestras de inteligencia al utilizar el fuego para que las serpientes huyeran. En cambio, el último hombre consiguió tal control sobre sí mismo, y alcanzó tal grado de paz interior que hasta esos peligrosos animales han demostrado mansedumbre ante él. 

-Vuestras conclusiones son producto de las apariencias y no de la realidad, mucho más simple -dijo el maestro-. Y todo porque el punto de partida es falso: la verdad es que las serpientes no son venenosas. 

Ciertamente, el primer candidato huyó creyéndose en peligro, el segundo murió presa de su propio miedo a morir, el tercero mató a unos pobres animales inofensivos, el quinto realizó un esfuerzo de concentración y control innecesarios en una situación que no lo requería. Sólo el cuarto candidato tenía un conocimiento real: él sabía que aquellos animales no eran en absoluto peligrosos, por eso se tumbó tranquilamente a dormir, aunque antes prefirió encender una hoguera para calentarse y sacar del pozo a las serpientes para estar más cómodo.”


domingo, 22 de septiembre de 2019

LA DESGRACIA AJENA



No es que disfrutemos con la desgracia ajena, pero si nos alegramos de no ser nosotros los elegidos por el fatal destino.

Lo que sucede al vecino nos deja sin palabras, encoje el corazón y nos empequeñece el alma, pero nos  alivia, de alguna forma, porque el mal no ha pasado por nuestra casa.




Estamos en un mundo acostumbrado al dolor; siempre que sea de otros. Vemos las noticias plagadas de sucesos que parecen insoportables. Gentes normales, cualquiera como nosotros. 

Creemos que no podríamos soportarlo en caso de ser los protagonistas. Eso provoca una reacción inmediata de querer pensar en otra cosa, de evadirnos y de pasar a lo siguiente que esperamos más dulce. Por eso se explica el éxito de los programas de corazón, de los “realitis” en vivo y en directo que apartan nuestros ojos de la realidad convulsiva que nos envuelve y nos instalan en problemas superficiales, también de otros, semejantes a los nuestros y que los hacen más pequeños por ser más generales.

La vida de cada uno tiene sus propios dramas. Los fantasmas que nos acompañan son nuestros, con forma propia y envoltorio particular. Todos tenemos algo de lo que arrepentirnos y algo de lo que estar orgullosos. Luego el destino reparte suerte o nos la niega.

Nadie es feliz del todo, todo el tiempo. Los problemas que creemos irreparables en nuestra biografía se repiten a lo largo y ancho del paisaje humano.

Sólo  queda agradecer lo simple, lo pequeño y lo cotidiano que nos ayuda a vivir. Porque estoy segura de que todos tenemos mucho más de lo que pensamos para hacerlo.

Las desgracias inevitables no podemos manejarlas para evitarlas. De las que hacemos oposiciones, nadie, tampoco, puede salvarnos si llegan.

Revisemos nuestra conducta. Elijamos lo que nos haga sentir mejor y no dañe a los demás.

Luego, nuestro sino jugará sus cartas pero nos encontrará con una actitud diferente, sin duda.