Cada vez que me salpican
las olas de tus jadeos,
Noto la escarcha de tu aliento,
Y el frío gélido de tu risa incrédula,
entre mis piernas ardientes
de impetuoso deseo.
Cada vez que te miro, lento
Salen de ti mariposas negras que volando
Se acercan al nido de los polluelos tiernos,
Acechando su bendita inocencia,
Asustando su tímido vuelo.
Y me quedo pensando si todo fue bueno,
Si las mentiras que nos dicen otros,
Somos nosotros los que nos engañamos,
Cuando a ciegas las creemos.
Se engaña el corazón si una caricia
Roza lenta la caja de sus sueños,
Se equivoca con delirio,
Cuando le besan suave
en el centro de sus centros.
Y desnudo de corazas y parapetos,
Se abre ansioso de recibir
el dulce sabor del aliento,
la ternura del roce de unos dedos,
o una sonrisa limpia de miedos.
Entre bambalinas y circos viejos,
Más allá de las lágrimas y el pensamiento,
Te debe la vida, un amor verdadero.
Uno de esos que no se borran con el tiempo,
Uno de aquellos que nunca existieron.
Como la Dulcinea que dio vida
El amor puro del caballero viejo.
Como la estela de una estrella
Que ya no existe,
pero seguimos viendo.