Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 7 de abril de 2024

DOMINGOS LITERARIOS

 ANTERIOREMENTE

 

…”Una vez dentro de la habitación, me tapó la boca fuertemente con su mano para decirme que no había visto nada, que olvidase lo que acababa de presenciar y que nunca dijese nada a nadie. Ni siquiera me atreví a contestar. Me limité a meterme bajo las sábanas, cubriéndome entera para que mis lágrimas, entrecortadas por los sollozos desconsolados que manaban desde lo más profundo de mi corazón, no se oyesen. Sin embargo, no había pasado mucho tiempo cuando alguien golpeaba la puerta de mi habitación bruscamente…

 

 

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Un seco estruendo se hacía eco entre las paredes de mi cuarto dejándome paralizada. La puerta se entreabrió levemente y pude ver aquella mano arañando desesperadamente el pavimento mientras tiraban del cuerpo varias personas con el fin de que no se adentrase en mi habitación. 

 

Aún con vida aquella mano, ancha y tosca, clavaba las uñas de sus dedos en la tarima del suelo dejando un señero rastro tras de sí. Una voz desconocida, tras la puerta aún semiabierta, le impelió al resto para que se llevasen a aquel hombre maltrecho fuera de la casa.

 

De pronto, alguien cerró bruscamente la puerta del cuarto con llave. 

 

A la mañana siguiente me levanté sin haber dormido nada. Todo parecía estar en perfecto orden. Mi madre apoyada en el banco del rellano de la ventana del salón leyendo apaciblemente, las asistentas limpiando y cocinando como si de un día cualquiera se tratase y el reloj de pared con su péndulo caminando de un lado a otro marcando cada pedazo de un tiempo ficticio.

 

Observé un trasiego inusual de maletas que, cada cierto tiempo, mi madre controlaba.

 

Nunca más pude entrar en mi cuarto porque a partir de entonces, aquella llave que había cerrado su puerta la noche anterior, lo selló para siempre. 

 

Ahora, estaba en la caja junto al anillo y un lacre rojo como el que aparecía en el pequeño mapa del papel que tan celosamente había guardado mi hermano dentro de su puño.

 

No supe nada más de aquel episodio inédito que presencié siendo muy pequeña. Tampoco pude hacerlo porque mis maletas estaban preparadas en el vestíbulo, apiladas unas sobre otras, en señal de marcha. 

 

Una de las criadas me llamó por mi nombre antes de colocarme el abrigo y depositó en mi frente un leve beso apretándome contra ella. Mi madre la reprendió severamente. No entendí por qué.

.- Sofía ven aquí.- me separé de Meli, la asistenta más joven de la casa, y fui frente a mi madre.- Sofía.- repitió.- vas a irte hoy mismo a un nuevo colegio.

 

 No me gustó la idea y entre sollozos le pregunté la causa de mi marcha.

 

.-Estarás mejor allí. Porque, tú quieres ser una linda señorita de refinados modales y sabia educación, ¿verdad?.- asentí con la cabeza y negué con mi mano. Una controvertida respuesta que no dejó indiferente a mi severa madre.

 

.- No estás aquí para opinar. Tus padres sabemos lo que te conviene.- y dicho esto, Meli y la señora Petronila, el ama de llaves, me llevaron fuera de la casa para montar en un coche, junto a todas mis pertenencias rumbo al internado.

 

¡No me había dado un beso!. No se había despedido de mí. ¿Qué había hecho yo para merecer tal castigo?. Muy pronto me daría cuenta de que lo que creía un destierro a un colegio incógnito para mí, se convertiría en la peor de las prisiones, con los peores enemigos… 

 

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