Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 12 de mayo de 2022

ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

 Ya estamos alejados de las antiguas amenazas sobre el cielo y el infierno que revoloteaban sobre nuestra conciencia, después del paso por la vida. 



 

         Nos hemos dado cuenta de que ambos están aquí. Posiblemente, nuestros abuelos y más atrás, pensaban en un cielo que premiaría las buenas acciones y en un infierno que castigaría las malas. Ahora sabemos que el cielo y el infierno los vivimos cada día, en la propia existencia. Sabemos, también, que el paso de uno a otro es a veces muy rápido; que llega uno sin merecerlo u otro sin esperarlo.

 

         La vida es una sucesión de oportunidades para todo. Para ser feliz y para sumergirnos en los abismos más temidos. Pero esos contrastes son los que dan sentido a las experiencias, los que nos modelan y moldean de acuerdo a lo que necesitamos equilibrar en nuestro ser. En realidad, el organismo, el cerebro y hasta el alma precisan de una homeostasis a la que siempre tienden para, cíclicamente, revertir en un desequilibrio natural, en otro nuevo desorden que atiende a la ley de la entropía.

 

         Así vamos esquinando lo que nos daña y tendiendo hacia lo que nos da bienestar. Por ello y debido a ese equilibrio y desequilibrio que gobierna la existencia, podemos estar seguros de que después de la tormenta viene la calma y viceversa.

 

         Si estás en un mal momento, déjalo pasar porque pasará. Si por el contrario te encuentras en uno mejor, aprovéchalo porque también pasará.

 

         Estos son nuestros momentos de cielo e infierno gozándolos o sufriéndoles en un mismo espacio  y tiempo.

A veces, la elección es nuestra. Otras, la dispone el destino.

 

 En cualquier caso, no lo olvides: Pasará.

domingo, 8 de mayo de 2022

¿HAS SUFRIDO ALGUNA VEZ EL SÍNDROME DE LA RANA HERVIDA?

 

¿Sabes lo que sucede cuando algo se hierve lentamente?. Que lo hervido va muriendo y apenas nota qué le sucede.




Se utiliza el llamado “ Síndrome de la rana hervida” cuando ante un problema dilatado en el tiempo, lento en sus progresivos y demoledores daños, solo se percibe a largo plazo, o incluso puede no hacerse. La falta de consciencia impide que haya reacciones o que estas sean tardías para evitar los daños que ya están hechos.


En ocasiones, estamos tan acostumbrados a sufrir que ya no notamos el sufrimiento. Es como si el corazón se hubiese amalgamado con él. Como si realmente, la vida fuese así y nada extraño nos estuviese sucediendo.


Normalizamos  soportar el dolor y no notamos el aumento. Esto tiene unas graves consecuencias porque no vemos el peligro por estar fusionados con él.


Sin embargo, sí podemos recibir el impacto de las consecuencias. De ahí que la víctima de maltratos, en muchas ocasiones no se sienta como tal o justifique al maltratador/a. Y nos preguntamos:…¿Cómo es que no pueden verlo?. Y no se puede, porque verlo equivaldría a reaccionar y hasta esa capacidad se ha anulado en quien tanto sufre. Tanto que cambia los roles de víctima y verdugo.


El dolor siempre deja una huella imborrable. Una zona de sutura que apenas pueden ver los demás pero que se resiente en el interior cuando cualquier mínimo estímulo lo activa.


No me cabe duda que lo peor que podemos hacer es comportarnos dejando rastros de sufrimiento en quienes se encuentran con nosotros en el camino de la vida y, sobre todo, en quienes los hemos tenido más cerca y más dentro. Ese es el dolor más intenso de todos.


Cuidado con estar en agua que va subiendo su temperatura y no notarlo. Puede ser fatal.


Revisa tu vida. Salta de la olla si estás dentro. Fuera siempre está fresco.