En
cada persona, hay un subconsciente que tiene mucho peso; tanto, que aunque
parece que no existe, está construyendo nuestras emociones desde espacios
desconocidos y con razones ocultas que, a veces, ni entendemos.
En
ocasiones, se vive como un náufrago que intenta resistir las embestidas del
oleaje de la vida y que se agarra a cada roca que ve, por pequeña que sea.
La
sociedad nos exige ser talentosos, valientes, extrovertidos, seguros y
eficientes. Entre todos esos atributos no caben otros sentimientos que navegan
por el interior, muy por debajo de la capa externa de la conducta. Temores,
sufrimientos, tristezas, añoranzas y anhelos que se guardan bajo llave por el
peligro que entrañan para la imagen de fortaleza que tiene éxito en lo social.
Hay
un círculo invisible bajo lo que hacemos, día a día, que nunca termina. Un
círculo que incluye pasiones vitales, ternuras inconmensurables, necesidades de
cariño, deseos de cuidado y muchas otras bondades tan bellas que se esconden
con ahínco, porque mostrarlas equivale a destruir el valor que los “otros” nos
conceden.
Lo
cierto es que estamos equivocados. Nadie tiene que validarte. Tú tienes el
valor máximo sin que nadie te complete. Estas complet@. Vienes así ya desde el
primer día de tu vida.
Vivir
en la superficie tiene ventajas si temes a las profundidades. Si no puedes
estar sol@. Si en realidad, tu vida se compone de idas y venidas siempre con
gente que te aplauda o te valide.
Estar
en la creencia de que los demás “me hacen feliz”, reduce el poder de cada uno y lo deja en manos
de todo lo que no somos nosotros.
Puede
que nunca te des cuenta de lo que depende tu felicidad porque la construyas con
los pedazos de los demás; puede que nunca veas el circulo invisible que hay
debajo de la superficie de tu vida. Puede que nunca sepas dónde estaba el
tesoro que tanto buscas en cada acto. Puede que seas feliz de ese modo. Y eso,
el no ver, hace que te sientas especial siempre.
De
cualquier forma, sentirse bien por razones equivocadas equivale a que cuando la
vida no vaya “bien”, lo que te pareció un tesoro, será el peor de los castigos.