Si estás al borde del
infierno puedes moverte de posición, cambiar la actitud, girar el pensamiento y
dirigir tu atención hacia otra parte. Entonces, sin darte cuenta entrarás en el
cielo; es decir, sentirás que tu ira se rebaja, que se modula tu enojo, que tu
sensación de malestar se transforma y todo cambia.
Veamos este pequeño relato.
“Un samurai fue a
visitar a un viejo sabio para plantearle una duda que lo atormentaba.
-Señor, estoy aquí
porque necesito saber si existen el infierno y el paraíso.
-¿Quién lo pregunta?
-contestó el maestro.
-Un guerrero
samurai.
-¿Tú un samurai? -se
burló el maestro-. ¿Con esa cara de idiota que tienes?
El guerrero no daba
crédito a lo que oía.
-Seguro que además
de estúpido eres un cobarde -se mofó de nuevo.
La ira se adueñó del
samurai que desenvainó instintivamente su sable.
-¡Ahora se abren las
puertas del infierno! -gritó el anciano.
El guerrero
comprendió de súbito la actitud del maestro y guardó su sable avergonzado.
-¡Ahora se abren las
puertas del paraíso! -exclamó de nuevo el maestro.
No es sencillo pasar de un estado a
otro, del infierno al cielo, de lo amargo a lo dulce, de la sombra a la luz.
Todo está en nuestra
mente, en nuestra voluntad, en la capacidad de observación, en salirnos de
nuestra posición y mirar desde fuera cómo nos sentimos y si esa rabia va
creciendo y se nos va de la mano o si apostamos por traspasar la orilla y
elegir lo que nos haga sentir mejor.
La elección es nuestra.
Merece la pena
intentarlo.