Hay
personas instaladas en el caos permanentemente. No conocen otra cosa y para
ellas el caos es su orden. En estos casos, el equilibrio se interpreta como un
abismo, como una profunda sima de la cual nadie los puede librar si no vuelven
a su desorden distorsionado pero conocido.
Otras,
viven en un excesivo orden en el cual, nada puede descolorarse según sus
patrones de seguridad en la perfección. Para éstas, cualquier pequeña
modificación en sus programaciones diarias de vida, es una amenaza.
Algo
tiene de atractivo el caos. Si hemos caído en él, nos daremos cuenta de que se
trata de una fuerza centrípeta que todo lo lleva a su centro y que,
rápidamente, te da la suficiente adrenalina como para seguir queriendo más. Es
como si salirnos de la vida rutinaria supusiese un plus de aliciente vital;
algo no conseguible de otra forma. Una forma de instalarnos fuera de la cotidianeidad
que parece salvarnos. Sin embrago, la factura del caos es grande para quienes
solo hayan probado sus mieles, pero no estén acostumbrados a sus brasas.
Nos
gusta, a veces, sentirnos descolocados. Un nuevo trabajo, una nueva ciudad, un
nuevo amor, nuevos amigos…un nuevo escenario que convierte en un reto la rutina
de la vida, al instante.
Si
esas novedades vienen salpicadas de locura, de transgresión y de ruptura de la
normalidad, entonces algo muy fuerte parece atraparnos. El regreso al orden
será duro y difícil, pero necesario. Porque si todo lo que comienza termina,
todo lo que se descoloca tiende a volver a su posición original pero a veces
con las arrugas y las deformidades que
ha supuesto el paso por el tornado que todo lo ha distorsionado en tu cabeza.
Esto supone no volver a encajar del mismo modo en la vida de antes, haber
cambiado y tener que reconstruirnos con medidas nuevas.
Todos
pasamos por pequeños caos internos, muchas veces; moldeables, interesantes para
avanzar. Esos son de otro tipo.
Si
has pasado del gran caos al orden entenderás estas reflexiones. Si estás a
punto de entrar en un caos, que se presenta dulce e inmenso, te servirán para
saber lo que te espera. Si vives permanentemente en el caos, no te servirán de
nada porque el “otro” estado nunca será tu hogar, ni añorarás su vuelta.