Comenzamos
la semana con una fábula idónea para responder a la difícil cuestión del por qué
nos acostumbramos al dolor, cuando estamos mucho tiempo inmersos en él, y
dejamos de sentir el peligro del mensaje que trae.
“Una rana saltó un día a una olla de agua hirviendo. Inmediatamente, rebotó para salir y
escapar de ella; sintió de golpe el impacto del calor extremo del agua y
no aguantó ni un segundo en la olla.
Otro día, esa misma olla estaba llena de
agua fría. Otra rana saltó dentro y nadó tranquila por el agua que la cubría.
Estaba feliz en esa 'piscina' improvisada.
Lo que la rana no sabía, es que el agua
se iba calentando poco a poco. Así que al poco tiempo, el agua
fría se transformó en agua templada. Pero la rana se fue acostumbrando. Allí
seguía, nadando plácidamente en ella. Sin embargo, poco a poco, el agua subió
de temperatura. Tanto que llegó a estar tan caliente que la rana murió
en este ardor.
Sin duda, no se había dado cuenta del peligro ya que el calor aumentaba
de forma gradual y se fue acostumbrando a él.”
Si te vas acomodando y acostumbrando a los cambios que llegan,
sin darte cuenta de las señales de alerta sobre ellos, puede que pierdas
la visión de la realidad y termine afectando a tu calidad de vida.
No
te acomodes. Nunca es mejor “lo malo conocido”. No temas los cambios, ellos nos
hablan de “posibilidades”, de oportunidades de mejora, de nuevas formas de
estar y sentir, de nuevos espacios y
mejores versiones de la vida que conoces.
Deja
que lo mejor de ti salga a tu encuentro. Sin presiones. Sin condicionamientos.
Sin “ no es lo que quiero pero lo hago por …”; dentro de esos por qué están
todos los miedos que te alejan de lo bueno que está por venir.