Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 14 de abril de 2024

 ANTERIORMENTE:


DOMINGO 14

 

¡No me había dado un beso!. No se había despedido de mí. ¿Qué había hecho yo para merecer tal castigo?. Muy pronto me daría cuenta de que lo que creía un destierro a un colegio incógnito para mí, se convertiría en la peor de las prisiones, con los peores enemigos… 

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Aquellos recuerdos me asaltaron mientras mi hermano yacía sin vida sobre el suelo. Sacudí la cabeza para borrar, de momento, aquellos episodios dolorosos de mi vida; los que me habían llevado hasta la situación en la que me encontraba.




Volví al interior de la caja que me había entregado el repartidor instantes antes. Además del anillo, se escondía en su fondo algo semejante a una llave. Entre papeles arrugados, que impedían que los objetos chocasen entre ellos, apareció una siniestra cajita de cartón negra con un punto rojo en su centro. Temerosa e indecisa sobre si debía abrirla, la puse delicadamente a un lado de la mesa. Continué revolviendo entre el mullido que invadía todo su interior. 


De repente, otro objeto conocido aparecía entre aquella maraña esponjosa que lo envolvía todo. Eran, sin duda, las gafas de mi padre. Las tomé en mi mano temblorosa como si en aquel momento pudiese tenerle frente a mí para recuperar la despedida que nunca había tenido de él. Las di vueltas en mi mano tratando de encontrar respuestas. 


Descubrí que una de sus patillas contenía un grabado singular: Nta. Inmediatamente, recordé el nombre que mi hermano había tratado de decirme antes de morir.


 Posiblemente, estuviese relacionado con ello. Pudieran ser las siglas de “Noreta” y éste, quizás,  el nombre de una mujer o un lugar indeterminado que pronto descubriría.


Tenía conmigo las piezas de un puzzle sin armar y de difícil trazado.


Coloqué sobre la mesa del salón, las gafas, el odioso anillo, aquella especie de mapa sin descifrar, la llave, la cajita demoniaca y el reloj de bolsillo que había logrado desprender de la mano de mi hermano. 


¿Sería capaz de llegar a alguna conclusión con todo ello?. Tenía que atreverme a abrir la caja que tan temerosa me hacía sentir. No había otro camino. Después, tal vez, encajarían, una a una, las porciones en las que estaba dividida las respuestas que había ido a buscar aquella tarde.


Sin más dilación, tomé la pequeña cajita en mis manos y la abrí lentamente. Un grito ahogado se escapó de mi garganta; aquel trozo de pelo era sin duda de ella…

 

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domingo, 7 de abril de 2024

DOMINGOS LITERARIOS

 ANTERIOREMENTE

 

…”Una vez dentro de la habitación, me tapó la boca fuertemente con su mano para decirme que no había visto nada, que olvidase lo que acababa de presenciar y que nunca dijese nada a nadie. Ni siquiera me atreví a contestar. Me limité a meterme bajo las sábanas, cubriéndome entera para que mis lágrimas, entrecortadas por los sollozos desconsolados que manaban desde lo más profundo de mi corazón, no se oyesen. Sin embargo, no había pasado mucho tiempo cuando alguien golpeaba la puerta de mi habitación bruscamente…

 

 

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Un seco estruendo se hacía eco entre las paredes de mi cuarto dejándome paralizada. La puerta se entreabrió levemente y pude ver aquella mano arañando desesperadamente el pavimento mientras tiraban del cuerpo varias personas con el fin de que no se adentrase en mi habitación. 

 

Aún con vida aquella mano, ancha y tosca, clavaba las uñas de sus dedos en la tarima del suelo dejando un señero rastro tras de sí. Una voz desconocida, tras la puerta aún semiabierta, le impelió al resto para que se llevasen a aquel hombre maltrecho fuera de la casa.

 

De pronto, alguien cerró bruscamente la puerta del cuarto con llave. 

 

A la mañana siguiente me levanté sin haber dormido nada. Todo parecía estar en perfecto orden. Mi madre apoyada en el banco del rellano de la ventana del salón leyendo apaciblemente, las asistentas limpiando y cocinando como si de un día cualquiera se tratase y el reloj de pared con su péndulo caminando de un lado a otro marcando cada pedazo de un tiempo ficticio.

 

Observé un trasiego inusual de maletas que, cada cierto tiempo, mi madre controlaba.

 

Nunca más pude entrar en mi cuarto porque a partir de entonces, aquella llave que había cerrado su puerta la noche anterior, lo selló para siempre. 

 

Ahora, estaba en la caja junto al anillo y un lacre rojo como el que aparecía en el pequeño mapa del papel que tan celosamente había guardado mi hermano dentro de su puño.

 

No supe nada más de aquel episodio inédito que presencié siendo muy pequeña. Tampoco pude hacerlo porque mis maletas estaban preparadas en el vestíbulo, apiladas unas sobre otras, en señal de marcha. 

 

Una de las criadas me llamó por mi nombre antes de colocarme el abrigo y depositó en mi frente un leve beso apretándome contra ella. Mi madre la reprendió severamente. No entendí por qué.

.- Sofía ven aquí.- me separé de Meli, la asistenta más joven de la casa, y fui frente a mi madre.- Sofía.- repitió.- vas a irte hoy mismo a un nuevo colegio.

 

 No me gustó la idea y entre sollozos le pregunté la causa de mi marcha.

 

.-Estarás mejor allí. Porque, tú quieres ser una linda señorita de refinados modales y sabia educación, ¿verdad?.- asentí con la cabeza y negué con mi mano. Una controvertida respuesta que no dejó indiferente a mi severa madre.

 

.- No estás aquí para opinar. Tus padres sabemos lo que te conviene.- y dicho esto, Meli y la señora Petronila, el ama de llaves, me llevaron fuera de la casa para montar en un coche, junto a todas mis pertenencias rumbo al internado.

 

¡No me había dado un beso!. No se había despedido de mí. ¿Qué había hecho yo para merecer tal castigo?. Muy pronto me daría cuenta de que lo que creía un destierro a un colegio incógnito para mí, se convertiría en la peor de las prisiones, con los peores enemigos… 

 

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domingo, 31 de marzo de 2024

DOMINGOS LITERARIOS

 ANTERIORMENTE:

 

 

Me apresuré a coger el reloj de su agarrotada mano y me dirigí, sin demora a por unas tijeras que cortasen el cartón del paquete. Ya frente a él, comencé apresuradamente a rasgar la cinta que pegaba sus laterales. No pude, sino dar un grito ahogado a ver su contenido…

 

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Entre los varios objetos que se amontonaban en su interior, reconocí rápidamente un anillo de oro con un emblema muy singular. Era de mi padre. Sin duda alguna, aquellas fauces de león ensangrentadas por la mordida de la presa, que se reflejaban en el sello de su cima, me recordaron de inmediato las reuniones que se celebraban en mi casa, en aquel mismo salón donde nos encontrábamos, hacía muchos años. 

 

Las imágenes nítidas pasaban en mi mente unas tras otras sin descanso. Recordaba como miraba detrás de las cortinas que dividían la entrada al salón del resto del largo pasillo que unía éste con mi habitación. El sonido suave de aquella música clásica de fondo, los sirvientes con guantes inmaculados preparados con bandejas de viandas que siempre me parecieron muy apetitosas, pero, sobre todo, recordaba a mi padre con la dignidad que le confería ser el gobernador de la ciudad y esa mirada suya penetrante e insidiosa con la que descubría mi presencia mientras colocaba su mano, portadora de aquel horrible anillo, sobre su poblado bigote en señal de reprimenda. 

 

Una de aquellas fiestas, habían dejado en mi uno de los recuerdos más amargos de mi vida.

 

Como otras veces, había oído el comienzo de la fiesta, pero esta vez me atreví a salir de mi habitación animada por las risas, la algarada y la música sin ser consciente de que nunca debí haber visto a mi padre en actitud muy cariñosa con otro hombre de mediana edad, que por entonces yo no conocía. Fue mi hermano quien tiró de mi pijama y me llevó de nuevo a mi cuarto casi arrastrándome contra la pared. Una vez dentro de la habitación, me tapó la boca fuertemente con su mano para decirme que no había visto nada, que olvidase lo que acababa de presenciar y que nunca dijese nada a nadie. Ni siquiera me atreví a contestar. Me limité a meterme bajo las sábanas, cubriéndome entera para que mis lágrimas, entrecortadas por los sollozos desconsolados que manaban desde lo más profundo de mi corazón, no se oyesen. Sin embargo, no había pasado mucho tiempo cuando alguien golpeaba la puerta de mi habitación bruscamente ...

miércoles, 27 de marzo de 2024

EL MEJOR MOMENTO DE TU VIDA

 El mejor momento de tu vida es aquel en el que no deseas inmiscuirte en la vida de nadie, ni tampoco te condiciona lo que piensen de ti, ni intentas gustar a todo el mundo para no perder afectos, ni te preocupas de lo que “ debe ser” porque una mayoría lo dice, ni siquiera deseas quedar bien con lo que te dijeron de pequeño.




 

El mejor momento es aquel en el que te das cuenta de que cada día es un día menos para estar aquí, pero también uno más de experiencia, uno más para disfrutar lo que quede, uno más para no caer en los mismos errores y sobre todo, uno más para amar.

 

El mejor momento es cuando dejan de interesarnos los chismorreos, las opiniones insidiosas, las críticas malintencionadas. Habría que preguntarse por qué hay tanto tiempo en nuestra vida en la que nos interesan los cotilleos, el mal de otro, lo inconveniente del que tenemos enfrente o del que conocemos de soslayo. La respuesta es muy sencilla. Es mucho más fácil, y también más entretenido, encontrar y etiquetar los errores de otros que reconocer los propios.

 

Con el tiempo, descubrimos que el éxito social está ligado a quien se muestra ocurrente, gracioso y oportuno y sobre todo,  rápido en encontrar soluciones a los problemas porque infunde esa seguridad que todos buscamos y el bienestar que nos proporciona estar arropados con la brillantez y locuacidad de este tipo de personas. Sin embrago, también se convierte en el mejor momento de la vida cuando podemos prescindir de ellas. Cuando la seguridad está instalada en nosotros mismos sin necesitar bastones continuos que hagan de muletas de apoyo para miembros que no están rotos.

 

El mejor momento de la vida es cuando estás preparado/a para  estar tan solo/a que puedes entonces acoger a lo mejor sin tener que conformarte con tu propio miedo revestido de una compañía inadecuada.

 

El mejor momento es, sin duda, ahora mismo porque éste no volverá.

domingo, 24 de marzo de 2024

DOMINGOS LITERARIOS

ANTERIORMENTE:

 

.-Mario Grijosa, ¿verdad?...

.-Sí…, yo puedo dárselo.

.-Firme aquí… me dijo, señalando a una pda ajada y pequeña, mientras sostenía un paquete de tamaño mediano con una etiqueta cuyo texto estaba en un extraño idioma que no reconocí.

.-¡Cuidado señora…es un paquete delicado!.- y diciendo esto, lo dejó en el suelo con suma consideración.

Extrañada, temerosa y estupefacta me quedé inmóvil mirando aquel misterioso paquete que yacía en el suelo esperándome…

 

 

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Levanté el paquete suavemente, en el fondo temía que su contenido fuese explosivo o contuviese algo delicado y peligroso.

 




Pesaba poco. Algo dentro de él se movía cómo si se tratase de varios objetos pequeños. Lo llevé a la mesa del salón y fui en busca de algo afilado para abrirlo.

 

Mientras tanto mi hermano se había escurrido en su sillón y estaba a punto de caerse. Con aquellos ojos clavados en el techo, su mano izquierda aferrada al tiempo de aquel reloj que tampoco soltaba y sus piernas encorvadas cerca del suelo, parecía el retrato de un espectro sin vida   que anunciaba la muerte.

 

Algo oí que intentaba decirme, mientras intenté echarle definitivamente al suelo. Necesitaba recuperar aquel trozo de papel caído bajo el sillón y ver el contenido del paquete. Un rompecabezas cada vez más difícil de resolver.

 

Ya en el suelo, acerqué mi oído a su boca. El hedor de su aliento me hizo retroceder levemente para captar su imperceptible tono de voz. Repetía una palabra incansablemente, “Noreta”, “Noreta”…

Y de pronto, dejó de hablar. Sus manos se abrieron y su cabeza se ladeó sin vida. Estaba volviéndome loca. Nerviosa, sin saber qué hacer y con la angustia de estar en el centro de una encrucijada. Cogí aquel reloj de bolsillo que había dejado de apretar y traté de mover el sillón para recuperar el trozo de papel.

 

         El aplastante silencio de la muerte me impelía a huir de aquel lugar cuanto antes. No podía llamar a la policía, tampoco a los servicios de emergencia. Todo me hacía partícipe de una extraña muerte de la que yo tenía bastantes razones para querer.

 

         De inmediato, arrastré el sillón con mucha dificultad por su gran peso y porque uno de sus laterales chocaba de plano con el cuerpo inerte de Mario. Aún así pude agacharme y estirar el brazo hasta alcanzar aquel diminuto esquinazo de lo que parecía un plano muy rudimentario. Me apresuré a coger el reloj de su agarrotada mano y me dirigí, sin demora a por unas tijeras que cortasen el cartón del paquete. Ya frente a él, comencé apresuradamente a rasgar la cinta que pegaba sus laterales. No pude, sino dar un grito ahogado a ver su contenido…

domingo, 17 de marzo de 2024

DOMINGOS LITERARIOS

 ANTERIORMENTE:

 

.-Mi querido Mario, hermano mío, mírame…soy yo, Sofía. Mírame bien, mírame…-Por un instante, sus ojos perdidos se llenaron de lágrimas. Comencé  a acariciar su frente mientras intenté darle besos diminutos y repetidos en el inicio de su pelo. Pareció calmarse, aún sin saber si realmente me había conocido o solamente se dejaba llevar por un instinto inconsciente de seguridad como un niño perdido en una mente vacía.

 

Con suavidad y sin dejar de acariciarle, baje mi mano hasta la suya para recuperar aquel trozo de papel que tal vez me daría la pista de lo que tanto nos había separado…

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.-¡Sofía!, ¡Sofía!...- repetía, una y otra vez. Posiblemente, escucharse a sí mismo decir mi nombre le hubiese despertado algún ápice de afecto, de aquel que me negó tantas veces.-¡Tienes que detenerlos!, van a matarme, ellos no saben dónde está….-Y diciendo esto, la mano que apretaba el denostado mensaje se desplomó vacía con un aviven rítmico paralela al brazo del sillón. 




El trozo ajado de papel cayó al suelo desapareciendo bajo la butaca que recogía su cuerpo. Cada vez parecía más difícil encajar aquel jeroglífico del que solamente tenía un pedazo. Intenté mover el asiento para recuperar lo que parecía parte de un trazado esquemático aún sin sentido para mí.


Mario había dejado de mirarme, sin embargo, muy lentamente y casi sin pulso, metió el reloj de bolsillo, que sostenía  en la otra mano, en una oquedad  de mi chaqueta de lana. En ese momento, comenzó a sonar el telefonillo que permitía abrir el portal. No sabía que hacer. Por unos instantes, dudé si coger aquel aparato y abrir la puerta. No debía ser nadie peligroso o de otro modo no emplearía ese sistema de acceso a la casa. Tal vez, algún conocido amigo que hubiese quedado con él. Sin más dilación cogí el teléfono amarillento que estaba pegado a la pared de la cocina.

 

Dejé hablar a la persona del otro lado del auricular.

.-¿Mario Grijosa?...

.-Sí, aquí es…-respondí al instante.


.-Abra por favor; un paquete.-Pulsé el botoncito diminuto que asomaba tímido en aquel rectángulo de plástico y salí rápidamente a la puerta para abrir al repartidor que subió, al instante, en el viejo ascensor que solamente debía recorrer un piso. Abrí la puerta y esperé fuera.


.-Mario Grijosa, ¿verdad?...

.-Sí…, yo puedo dárselo.

.-Firme aquí… me dijo, señalando a una pda ajada y pequeña, mientras sostenía un paquete de tamaño mediano con una etiqueta cuyo texto estaba en un extraño idioma que no reconocí.


.-¡Cuidado señora…es un paquete delicado!.- y diciendo esto, lo dejó en el suelo con suma consideración.



Extrañada, temerosa y estupefacta me quedé inmóvil mirando aquel misterioso paquete que yacía en el suelo esperándome…

domingo, 10 de marzo de 2024

DOMINGOS LITERARIOS

 ANTERIORMENTE:

 

 

Apenas pude entender lo que contenía su mensaje. Mal trazado, borrado en algunas de sus letras y fracturado por el pedazo encerrado en la mano de mi hermano, solamente ofrecía un incógnito legado de dificultosa comprensión…

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No tenía más remedio que abrir aquellos tendones encogidos que apretaban fuertemente el papel arrugado. Me acerqué despacio, nuevamente  temblándome todo el cuerpo. Cogí con suavidad la fría extremidad que se resistía a someterse y presioné con fuerza estirando los dedos. Un movimiento estrepitoso me alejó de inmediato.






 

.-¿Qué haces?¿quién eres tú?.- y diciendo esto, mi hermano se estremeció en aquel sillón ajado en el que había permanecido durante horas, inconsciente. Parecía haber perdido la memoria. No me reconoció y tampoco parecía dispuesto a permitir que una desconocida estuviese junto a él. Con su peor mirada, me retaba a contestar preguntas que solamente enunciaba con sus ojos.

 

Con la mitad del papel en mi mano y empotrada en un aparador del salón, me apresuré a intentar que recordase, al menos, mi nombre.

 

.- ¡Mario!, mírame bien, soy yo…Sofía, tu hermana.- Me respondió sin palabras, con una mueca indolente. Emitió un gruñido indescifrable mientras intentaba levantarse. Mi temor fue en aumento. No estaba segura de que me hubiese reconocido. Babeando, con las extremidades apenas dispuestas a moverse y con el trozo de papel aún en su mano, desplegó el otro brazo para indicarme que me acercara.

 

Muy despacio, temblorosa y aterida por aquella escena esperpéntica, salí de la oquedad que me refugiaba y me acerqué con un paso lento e imperceptible para no romper aquel atisbo de claridad que parecía tener su mente.

 

Me agaché muy despacio y tomé su cara entre mis manos.

 

.-Mi querido Mario, hermano mío, mírame…soy yo, Sofía. Mírame bien, mírame…-Por un instante, sus ojos perdidos se llenaron de lágrimas. Comencé  a acariciar su frente mientras intenté darle besos diminutos y repetidos en el inicio de su pelo. Pareció calmarse, aún sin saber si realmente me había conocido o solamente se dejaba llevar por un instinto inconsciente de seguridad como un niño perdido en una mente vacía.

 

Con suavidad y sin dejar de acariciarle, baje mi mano hasta la suya para recuperar aquel trozo de papel que tal vez me daría la pista de lo que tanto nos había separado…