Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 1 de enero de 2020

¿SE TERMINAN LOS BUENOS DESEOS?



Me fascina el efecto “navideño” de emprender la batalla por ser quien más y mejores deseos lanza a familiares, amistades o conocidos. Y me sorprende tanto porque la vida después es otra cosa. Se terminan las Navidades y todo vuelve a su cauce, es decir a la vida normal donde la gente no es tan amable, ni se entrega a  bondades desde lejos, ni se envía mensajes tan tiernos y dulzones.





Después de Reyes se produce una transformación en todos. Es como si entrásemos en una dimensión diferente a este tiempo, un mundo paralelo que se nos olvida muy pronto. Un paréntesis del que en realidad estamos deseando salir porque nos obliga a manifestar unos sentimientos, muchas veces, construidos artificialmente que parecen no tener fin.

El término de este periodo es un alivio. Una vez satisfechas las primeras ganas de abrazos y besos, de mensajes que llenan el teléfono, de regalos meditados e improvisados, comidas excesivas y nostalgias dormidas, solo nos quedan las risas y las ilusiones de los niños, donde les haya. Y aún eso cansa.

Lo cierto es que estamos hechos a las rutinas. A los hábitos que nos instalan en lo conocido. A nuestros malos humores, de vez en cuando, e incluso a nuestras soledades deseadas.

Lo cierto, también, es que estamos deseando meter en las cajas los adornos que muy pronto se vuelven ridículos nada más que ha pasado el día de Reyes.

Aunque creamos por unos días que la vida es de otra forma sabemos que no es así, aunque nos gustaría vivir un mundo distinto pero que nos rodease sin tener que esforzarnos en construirle. Algo así como la Navidad que termina. Hecha ya desde que hemos nacido y a la que solamente tenemos que acoplarnos.

Acabamos de comenzar otro año. Uno especial, sin duda. Al menos lo fue hace 100 años. ¿Quién puede decirnos que no lo será también ahora?.

Lo comenzamos con esa esperanza pero sin olvidar que, en gran medida, depende de nosotros, de cómo interpretemos lo que nos sucede y de la solución o la respuesta que demos a ello.

El resto queda al azar; un destino que cumpliremos queramos o no.