Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 26 de enero de 2013

LA SENCILLEZ DE LA FELICIDAD

Uno de los errores que nos guía, con más frecuencia, en la búsqueda de la felicidad es creer en lo grandilocuente de su estado.
Con frecuencia pensamos que para ser felices debe sucedernos algo extraordinario, cualquier suceso fuera de lo que nos ocupa en nuestra vida diaria, un acontecimiento lejano, inmenso y solamente digno de un sueño. Sin embargo, el que logra instalarse en la felicidad como un estado permanente de bienestar interior, no necesita aspirar a emociones desmesuradas ni a sacudidas inéditas del destino que lo descoloquen de su entorno emocional.
Ser feliz equivale a encontrar en lo cotidiano esa dimensión serena que nos instala en lo mejor de nosotros mismos. Significa poder ver, al mirar, con los ojos del alma y sobre todo, reconocer en el día a día que compone nuestra vida una oportunidad para observarnos a nosotros mismos y ser capaces de pensar que en cualquier lugar se halla lo que buscamos.
Veamos el mensaje de este cuento.

Cuentan que había un pescador que estaba tranquilo reposando al lado de su bote cuando se le acerco un hombre de negocios y le dijo:
- ¡Qué hace durmiendo y relajándose en pleno día? Usted debería estar con su bote en el mar , pescando.
- ¿Y qué ganaría con eso? – preguntó el pescador.
- Quizá con ese dinero adicional podría comprarse un segundo bote.
- ¿Y qué ganaría con eso?
- Con dos botes usted podría ahorrar dinero y hasta comprarse una flota entera.
- ¿Y qué ganaría con eso?
- Usted podría ser millonario.
- ¿Y qué ganaría con eso?
- Usted podría tener tiempo para vivir, relajarse y ser feliz.
- ¿Y qué cree que estoy haciendo en este momento? – le respondió finalmente el pescador

viernes, 25 de enero de 2013

RESCATARNOS DE LA AGONÍA



Muchas Veces uno muere sin morir. Otras actuamos como si estuviésemos eternamente muriendo a cada instante. Y algunas otras, incluso pasamos por la vida como muertos vivientes.
Hay un pensamiento mío que siempre suelo decir:…” Es muy fácil dejarnos caer por el tobogán”…lo peor es que se llega pronto al suelo y frecuentemente no medimos el impacto del golpe hasta que sucede.
Nos instalamos en la agonía con tanta facilidad que asumimos el caos aun cuando este aún no ha llegado.
Sabemos sobradamente que hay que disponer el ánimo de forma positiva, procurando una vibración interior acorde con lo bueno que debe llegarnos. Alguien me decía ayer que mantener esta actitud continuadamente es muy cansado. En este comentario solamente pude ver lo que supone forzarnos a nosotros mismos a ser como no somos.
Hay personas que en la tristeza, en el enfado, en el malestar perpetuo se encuentran bien. Parece un contrasentido pero es así. Estas personas, cuando están inmersas en acontecimientos felices, tardan muy poco tiempo en volver a su estado natural. Temen que el entusiasmo dure poco tiempo y se encargan de terminarlo antes de que se finalice por sí mismo.
Vivir así es perder la vida porque continuadamente viven muriendo algo que ni siquiera se le asemeja.
Dejemos de ser entes agónicos que deambulan por las calles con el ceño fruncido y el pensamiento negro. Dejemos de elegir las palabras más duras del diccionario y de sentir solamente emociones negativas que lijan el alma.
No es fácil mantenerse siempre en el brillo de las palabras gratas. No es sencillo sonreír aunque se llore por dentro. No es cómodo forzar el ánimo hacia la superficie en vez de dejarlo caer pendiente abajo. Pero mucho menos sencillo es levantarse después de las caídas y estoy segura que aprendemos a bordear los obstáculos cuando al verlos llegar les saludamos dispuestos a dialogar con ellos.
¡Feliz viernes!

jueves, 24 de enero de 2013

"ESTO TAMBIÉN PASARÁ"...

De todos los cuentos, fábulas, textos…que hemos trabajado en clase, posiblemente sea éste el que nos ha servido de forma más práctica en los malos momentos.
Todos procuramos recordarlo inmediatamente cuando algo va mal y, sobre todo, lo tenemos presente para recibir lo que llegue con la esperanza inmediata de que “también pasará”…
Todo pasa, por bueno o malo que parezca o sea. Lo mejor es saberlo porque en este caso, cuando nos enfrentamos a lo desagradable, al dolor y la tristeza siempre queda la esperanza de su término. Cuando por el contrario es el gozo y la ilusión la que roza por nuestras manos podemos estar dispuestos para saber que habrá un punto en el que pasará su intensidad pero en este caso, preparados para ello, podremos rescatar lo que de sincero sentimiento quede por debajo de su brillo.


Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte: - Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...
Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada. El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:
-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación-
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARA”.
Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.
El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: -Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo:
-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

miércoles, 23 de enero de 2013

LA VIDA SIGUE...

La vida sigue siempre. Nos creemos el centro del mundo y solamente somos el centro del nuestro. Sin embargo, todo lo que pasa sucede para nosotros y los nuestros porque la vida sigue su rumbo continuo sin atender al dolor de cada uno, a las alegrías o a las penas de cada cual.
Uno de los sucesos más terribles que pueden ocurrir es que una persona desaparezca. El tutor del curso de mi hija desapareció el sábado, así sin más. Ni un motivo aparente, ni un rastro de delincuencia sobre él, sin una justificación que le aposentase en la tristeza, el desánimo o la depresión. Se esfumó su rastro.
Una desaparición siempre nos deja un sabor amargo imposible de soportar. Saber lo sucedido es mejor, mucho mejor que imaginarlo.
La impotencia de no poder hacer nada, de no saber por qué camino dirigir el pensamiento, de no conocer el motivo de la ausencia nos deshace por dentro. Necesitamos explicaciones aunque sean adversas para mandar descansar el ánimo o cederlo a la tristeza pero, en definitiva, saber qué hacer con él.
Uno se da cuenta en estos casos que la vida siempre pende de un finísimo hilo que nunca sabes cuándo se puede cortar. Deberíamos estar preparados siempre para decir adiós. Dispuestos para la partida y alertas ante cualquier imprevisto.
No me imagino lo que uno debe sentir cuando sabes, en un instante tal vez, que es el final de tu vida. Cuánto debe de pesar entonces lo que uno hizo mal pero sobre todo lo que ni siquiera intentó. Cómo se deseará entonces tener a los tuyos al lado para poder decirles todo lo que les amas aunque sea por última vez. Por eso, no debemos perder el tiempo y se pierde cuando uno calla los sentimientos, cuando dejamos de hacer lo que nos entusiasma, lo que nos emociona, aquello que esponja el alma y lo que impulsa nuestros días. Porque si lo hicimos, entonces el adiós será un hasta pronto sin la sensación de cerrar la puerta definitivamente a la vida ya que dejamos aquí lo que realmente quisimos ser y nos llevamos lo más valioso que podemos poseer, los recuerdos, las experiencias, el afecto, las emociones y todo aquello que se atrapa en el alma y jamás sale de ella. El resto, todo lo que puede cuantificarse queda inerte aquí, sin ningún sentido ya para nosotros.
La vida sigue con y sin nosotros. Por eso mismo tomemos el centro de la nuestra y envolvámonos en él como si nos dejásemos caer dentro de un torbellino centrípeto que nos llene, una y otra vez, con más de lo mismo…vida, vida y vida en estado puro. Será lo único que nos llevemos.

martes, 22 de enero de 2013

LA MELODÍA ÚNICA DE LA MENTE Y EL CUERPO

Hace tiempo que me pregunto por qué está tardando tanto en producirse la simbiosis entre la forma de pensamiento occidental y la corriente íntima del mundo oriental. Se trata, ni más ni menos y de forma resumida, de considerar la mente y el cuerpo como un inseparable binomio en que cualquier dicotomía se hace imposible.
En estas latitudes geográficas nos empeñamos en usar el razonamiento y la lógica como caballo de batalla para todos los males y si de bienes se trata aún se abunda más en ellas porque se considera que cualquier resultado inteligente proviene de su buen uso.
No estamos nada más que viendo con un solo ojo. Nos aferramos al cortex frontal del cerebro, donde se hacen posibles todas las asociaciones del raciocinio, e ignoramos la amígdala como apéndice ancestral de las emociones primarias como el miedo o la ansiedad como herramientas de supervivencia.
La medicina es la primera que debe integrar a sus procedimientos los métodos alternativos donde las emociones cuentan, dónde las tristezas hablan y en dónde nada que pase por el corazón queda exento de reflejarse en el cuerpo.
 Cuando nos duele la cabeza, por ejemplo, no sólo procede de un desajuste del sistema nervioso, la presión de la atmósfera o un gorro ajustado. Algo más que los factores físicos y fisiológicos están incidiendo en ese malestar y, posiblemente, haya razones emocionales que puedan contribuir a su presencia.
Cualquier dolencia, seguro, tiene alguna raíz afectiva, emotiva o mental también, porque es imposible que lo que nos sucede en el alma quede enclaustrado en ella, entre otras cosas porque invade todo nuestro ser.
Si esto nos sucede a nivel clínico qué decir sobre lo que la educación y el sistema formativo tendría que considerar de las orientaciones del lado Este del mundo.
Premiamos a quien mejor repite las lecciones que el profesor o el libro, proponen como modelo; se condecora la competitividad y no la cooperación. No se estima lo suficiente la creatividad y las respuestas múltiples. Se relega la compasión en favor del orgullo  personal que se ha dado en denominar mal, autoestima, y por último no se enseña a cuidar los afectos ni a promover la humildad.
Iniciar el camino hacia la felicidad de cada uno pasa por decidir qué es lo que nos sirve para ser mejores y estar más unidos, porque no hay duda que solamente a través de la cooperación y la solidaridad la vida entera puede seguir adelante.
Ni la medicina, ni la educación, ni cada uno de nosotros, puede olvidarlo.

lunes, 21 de enero de 2013

BATALLAS SIN MEDALLAS

Todos los días libramos batallas en las que nadie nos condecora. Lo peor de las medallas es que suelen concederse a título póstumo, cuando ya no se necesitan. El reconocimiento de lo que somos para quienes deben valorarnos ha de ser día a día, durante y mientras la vida sucede.
Nunca he estado de acuerdo con las frases que se vierten sobre la persona que muere, en ese momento. Ni todo el mundo es digno de alabanzas ni tampoco todos los que se van por el hecho de irse han sido mejores. Cada uno es como es y así termina sus días. Lo que debe preocuparnos no son los méritos que se valoran cuando la persona falta, sino cuando está viva.
Hay que expresar el afecto, lo que sentimos y lo que valoramos lo que poseemos desde el alma. Hay que darse cuenta de forma clarísima de lo que está al lado, de quién nos acompaña, del que lucha junto a nosotros, de la persona que nos ama y lo demuestra. De nada valen las medallas después. Ni los elogios cuando lo hemos perdido, ni esa sensación de vacío irreparable que deja el abandono.
La única forma de que la serenidad se quede a nuestro lado cuando alguien nos falta es la convicción absoluta de que quisimos todo lo que pudimos, de que valoramos todo cuanto estuvo en nuestra capacidad, de que amamos tanto como merecía y sobre todo de que fuimos capaces de decírselo y demostrárselo a cada instante.
Las medallas deben ponerse durante las batallas y no después.  Todos tenemos medallas para otros. Saquémoslas de los bolsillos y seamos generosos al juzgar, si se merece. No escatimemos demostraciones. El amor que no se expresa pasa por no existir.
En último término, si nadie nos pone las medallas que con nuestra lucha hemos ganado, seamos nosotros mismos los que en nombre de nuestro sagrado compromiso con la existencia, nos condecoremos sin temor.
Vivir es algo magnífico pero que como tal tiene sus puntos de amargura y desencanto. Por eso, si se hace bien, hay que recibir el premio que nos merecemos aunque sea de nuestras propias manos…tal vez…!de quién mejor!

domingo, 20 de enero de 2013

PENSAMIENTOS...

Comparto con vosotros estos pensamientos que tanto me han gustado.
·       ¿Tú crees que me engañas…?. Yo finjo que te creo.

·       El corazón no muere cuando deja de latir; el corazón muere cuando los latidos ya no tienen sentido.

·       La vida es corta, sonríele con ternura a quien llora, ignora al que te critique y sé feliz con quien te importa.

·       Un brindis por los que no esperan nada de nadie, es mejor estar sorprendido que decepcionado.

·       Una relación no necesita promesas, condiciones o términos; solo basta el deseo de quererse y estar juntos.

·       Aprecia lo que tienes antes de que se convierta en lo que tuviste.

·       No te extraño, extraño la persona que pensé que eras.

·       Que terrible es cuando te diste cuenta que la persona que pensabas que iba a estar a tu lado, te falta en los peores momentos.

·       El problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta.

·       Lo mejor que nos puede pasar es volver a ser niños porque definitivamente, las rodillas raspadas duelen menos que los corazones rotos.

·       La confianza es como la virginidad. La pierdes y es imposible recuperarla.


¡! Feliz tarde de domingo.!!