Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 4 de junio de 2019

QUE CAMBIE EL OTRO...



Siempre queremos que el otro cambie. Nos parece que somos los que estamos en posesión de la verdad; que lo hacemos bien y que si algo debe modificarse no será de nuestro lado porque en él no hay nada descolocado. 

La ecuación no sale. Estamos acostumbrados a que lo nuestro sea lo válido, a sentir que hemos alcanzado la verdad, que somos justos y ecuánimes y que si llega el punto de desencuentro siempre estará nuestra razón que pondrá orden donde se formará el caos.
Nos olvidamos que también existen los demás. Que el de enfrente tiene sus razones y que sus circunstancias, como las nuestras, condicionan la forma de responder ante los problemas y las discrepancias.

No podemos cambiar a nadie; salvo a nosotros mismos. El resto es un imposible que debemos asumir. Eso sí, al cambiar nosotros cambiará la forma de ver el mundo y a los demás y ese será el definitivo puente tendido hacia el acercamiento y la paz.
Encontré estas reflexiones mientras buscaba un texto que ofrecer a mis alumnas como reflexión, hoy.

Lo comparto.

“…Para que una persona cambie es imprescindible que quiera hacerlo. No depende de nosotros, sino de su propia voluntad.
No culpes a los demás de no ser cómo tú o de no ser cómo tú quieres que sean, pues seguro que tú no estás dispuesto a ser como quieran los demás.

 Resultado de imagen de ROSTRO RARO OLEO

Lo primero es entender que a las personas hay que aceptarlas tal y como son, y aceptar también que cada uno pensamos y sentimos de manera diferente. Esto, que parece tan obvio, en la realidad no lo es tanto.
A menudo nos empeñamos en cambiar actitudes o comportamientos de los demás sin tener en cuenta que algo que para nosotros puede ser muy importante para el otro no tiene por qué serlo, y al revés.
Acepta a las personas tal y como son
La eterna lucha por cambiar al otro pasa por la aceptación. Tienes que pensar que al final cada uno elige, aunque no siempre elijamos lo mejor. No puedes tener poder sobre los demás ni otorgarte una responsabilidad que no te pertenece.
Llegado este punto, piensa: ¿Para qué quieres que el otro cambie? Puede que la respuesta sea para que sea más feliz o para que sufra menos, aunque si profundizas un poco más quizás llegues a reconocer que sería para que tu relación con él mejore.
La eterna lucha por cambiar al otro pasa por la aceptación. Tienes que pensar que al final cada uno elige, aunque no siempre elijamos lo mejor. No puedes tener poder sobre los demás ni otorgarte una responsabilidad que no te pertenece.
Llegado este punto, piensa: ¿Para qué quieres que el otro cambie? Puede que la respuesta sea para que sea más feliz o para que sufra menos, aunque si profundizas un poco más quizás llegues a reconocer que sería para que tu relación con él mejore.
Si no te gusta que te griten, aprende a hablar con respeto a los demás sin subir el tono. Si no te gusta que te hagan esperar, sé puntual… y así en cualquier aspecto de tu vida.
Cambiar tú para que todo cambie
Las relaciones son sistemas, de manera que si tú cambias, el sistema cambia, o lo que es lo mismo: si tú empiezas a comportarte de manera distinta con tu madre, ella también cambiará su forma de actuar contigo.
Si no te gusta cómo ha hecho algo un amigo, muéstrale otra forma de hacer las cosas.
Si tú esperas que el otro haga algo, lo único que conseguirás es comprobar cómo el otro está esperando que lo hagas tú y así no habrá nunca forma de mover el puñetero sistema. Como dijo Robert Dilts: “Todo el mundo quiere el cambio, pero nadie quiere cambiar”.
http://www.elportaldelhombre.com/desarrollo-personal/item/480-las-cuatro-areas-del-cam

domingo, 2 de junio de 2019

COMO COCHOLATE CALIENTE



En chocolate bien caliente

 hundiría mi deseo en tu mirada,

como dulce espuma de cacao

rozaría tus labios en mi algarada,

como azúcar glas en polvo

rozaría tu lengua abandonada,

y esperaría tu respuesta ávida

de sensaciones nuevas  camufladas.



Como chocolate caliente te ofrecería

Mis ganas siempre emborrachadas,

De días breves y noches acaneladas.

Sabiéndote loco por mi cuerpo
 
Encendido como mecha desbordada,

Y conociendo tu salvaje forma 

De ser uno aún con la nada.

Estaría presente para demostrarte

Que soy de carne y hueso cincelada,

Por tu pasión incontenible

Con la que sin quitarme ropa, me destapas.

Te dejo el chocolate caliente

A la orilla de tu boca amarga,

Para que se endulcen tus besos

Cuando  los des,

a cualquier mujer  deseada.

Sea yo, sea otra o no haya nada.