En muchas ocasiones
necesitamos el ingenio. Es una forma extrema de inteligencia que nos lleva, sin
duda, al éxito allí donde lo necesitemos.
Ser ingenioso, usar
la creatividad. Encontrar salidas en caminos que creemos, dirigirnos por sendas
insospechadas para el otro; eso marca la diferencia y nos acerca a las mejores
oportunidades para nosotros mismos.
Poner a trabajar el
ingenio a nuestro servicio, es uno de
los mejores aprendizajes que deberíamos ejercitar desde la escuela.
Muchas personas
tienen un don natural para aflorar esa herramienta tan valiosa. Sin tener que
ejercitarla, la aplican con una habilidad increíble a cada paso de su vida.
Hablamos de suerte, en estos casos, pero la suerte también se busca y se
encuentra en lo que nos es propio.
Veamos la historia
del zar.
Esta historia habla de
un sastre, un zar y su oso.
Un día el zar descubrió
que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído.
El zar era caprichoso,
autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan por demasiado tiempo en
el poder), así que, furioso por la ausencia del botón mandó a buscar a su
sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del
verdugo.
Nadie contradecía al
emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y
arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del
palacio para esperar allí su muerte.
Cuando, cayó el sol un
guardia de la cárcel le llevó al sastre la última cena, el sastre revolvió el
plato de comida con la cuchara y
mirando hacia él, dijo – Pobre del zar.
- El guardia de la cárcel
no puedo evitar reírse - ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu cabeza quedará
separada de tu cuerpo unos cuantos metros,
mañana a la mañana.
- Si, lo sé pero mañana en la mañana el zar perderá
mucho más que un sastre, el zar perderá
la posibilidad de que su oso, lo que más quiere en el mundo, su propio oso
aprenda a hablar.
- ¿Tú sabes enseñarle
a hablar a los osos?, preguntó le
sorprendido.
- Un viejo secreto
familiar... – dijo el sastre.
Deseoso de ganarse los
favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento:
¡¡El sastre sabía enseñarle
a hablar a los osos!!
El zar se sintió
encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le ordenó:
-¡¡Enséñale a mi oso a
hablar.
.-Me gustaría
complaceros pero la verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea
y lleva tiempo... y lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo...
-El zar hizo un
silencio, y preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?
- Bueno, depende de la
inteligencia del oso... Dijo el sastre.
- ¡¡El oso es muy
inteligente!! – interrumpió el zar
– De hecho es el oso más
inteligente de todos los osos de Rusia.
-Bueno, musitó el
sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos de aprender... yo creo...
que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de...... dos años.
El zar pensó un
momento y luego ordenó:
- Bien, tu pena será
suspendida por dos años, mientras tanto
tú entrenarás al oso. ¡Mañana empezarás!
- Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a
ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto, y mi familia, se las ingeniará
para poder sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el
tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi familia.
- Eso no es problema –
dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estarán bajo
la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero de la
corte y nada que necesiten o deseen, les será negado... Pero, eso sí... Si
dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber pensado en esta
propuesta... Rogarás haber sido muerto por el verdugo... ¿Entiendes, verdad?.
- Sí, alteza.
- Bien... ¡¡Guardias!! - gritó el zar –Que lleven al sastre a su
casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para
sus niños. Ya... ¡¡Fuera!!.
El sastre en
reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba
agradecimientos.
- No olvides - le
dijo el zar apuntándolo con el dedo a la frente – Si en dos años el oso no
habla... – Alteza... -
...Cuando todos en la
casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de familia, el hombre pequeño
apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con regalos
para todos.
La esposa del sastre
no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido llevado al
cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante...
Cuando estuvo a solas
el hombre le contó los hechos.
- Estás LOCO –
chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has
visto un oso de cerca, ¡Estás, loco!
Enseñar a hablar al
oso... Loco, estás loco...
- Calma mujer, calma.
Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora... ahora tengo dos años...
En dos años pueden pasar tantas cosas … en dos años.
En dos años... – siguió
el sastre - se puede morir el zar... me
puedo morir yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso habla!!.
J. Bucay