Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 28 de noviembre de 2019

NO JUZGAR POR LAS APARIENCIAS



Solemos hacerlo. Alguien nos “cae bien” o “mal” simplemente por lo que vemos, por lo que escuchamos de la persona o por la impresión que nos ha dado al conocerla.

           Nos equivocamos muchas veces; los halos de santidad a en ocasiones no lo son tanto y las maldades quedan reducidas cuando conocemos de verdad a alguien.

          Las apariencias engañan, incluso engañan las manifestaciones de lo que parece que se es.

No deberíamos calificar tan rápido. Darnos tiempo para conocer, para ver más allá de los vestidos, los ropajes o incluso las palabras. A veces, todo confunde.

Veamos este pequeño relato:




“Un hombre decidió buscar a un maestro de quien poder aprender tanto de su conocimiento como de su ejemplo. Un amigo se enteró de sus intenciones y se prestó a ayudarlo:
-Yo conozco a un hombre santo que vive en la montaña; si quieres, te acompañaré a visitarlo.
Ambos iniciaron el camino en medio de una nevada y, a media jornada, se sentaron a descansar al lado de una fuente. El buscador preguntó a su amigo:
-¿Cómo sabes que ese ermitaño es un hombre santo?
-Por su conducta --contestó éste-. Viste siempre túnica blanca en señal de pureza, come hierbas y bebe agua, lleva clavos en los pies para mortificarse, a veces rueda, desnudo por la nieve y tiene un discípulo que le da periódicamente 20 latigazos en la espalda.
En ese momento apareció un caballo blanco que, después de beber agua en la fuente y mordisquear unas hierbas, se puso a rodar por la nieve. Al verlo, el buscador se levantó y dijo a su amigo:
-¡Me voy, ese animal es blanco, come hierba y bebe agua, lleva clavos en sus cascos, le gusta tirarse por la nieve y seguro que recibe a la semana más de 20 latigazos. Sin embargo, no es más que un caballo.”


lunes, 25 de noviembre de 2019

LA CLAVE PARA NO SUFRIR


La respuesta al sufrimiento es el apego. Creemos que cuanto más estables y fijas tengamos las cosas más durarán y menos se moverá todo, pero esa sensación de permanencia es falsa porque todo cambia en todo momento.

A veces, los cambios son radicales y rápidos. Para esos también hay que estar preparados. 

Nunca recordamos que estamos de paso, que vemos que otros se van pero que algún día seremos nosotros los nos tengamos que despedir. Qué, en realidad, ese es el movimiento de la vida misma; estar siempre renovándose en un continuo renacer que implica que otros mueran.



Es magnífico apreciar cómo la naturaleza, aún destruida, renace sola. Un bosque quemado, un área devastada por la guerra, un ámbito asolado por virus, bacterias o cualquier elemento que instale la exterminación, vuelven a resurgir.

Todos estamos dentro de un círculo que se mueve con un eterno equilibrio al que atacamos muchas veces. Sin embargo, la fuerza natural puede con todo. El eterno retorno, el cíclico devenir de existencia.

Si fuésemos conscientes de que la palabra más enganchante y dislocadora que hay es: “ MIO”, podríamos hacer el esfuerzo de posicionarnos en el estadio de soltar; porque, en definitiva, todo tenemos que dejarlo cuando partimos hacia el viaje final de este mundo de materia y apegos.

Tomar una actitud suave, libera. Estar abierto a todo lo que pueda pasar, ayuda. Dejar de aferrarte a lo que puedes perder, relaja.

Acepta lo que venga. No hay otro camino si quieres reducir el sufrimiento.