Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 31 de julio de 2019

DESCUBRE TU VALOR



La mayoría de las veces ponemos el valor en los demás, en lo otro, en el de enfrente, en el vecino, en el amigo o en el enemigo. En cualquiera menos en nosotros.

Nos parece que no somos suficientemente capaces, que no llegamos, que nos falta algo o mucho, que nunca seremos igual en las comparativas que nos hacemos en la cabeza. 

Nos estimamos poco y en poco.



Posiblemente, nos enfocamos en lo equivocado de nosotros que otros han señalado cuando éramos pequeños, o tal vez hayamos vivido en una eterna competencia con los demás desde una posición en la solamente hemos mirado hacia arriba.

El valor que reside en cada uno es un tesoro por descubrir, pero no puede hacerlo cualquiera debemos ser nosotros quienes nos  embarquemos en la aventura de dejar ser quienes somos, de abrir nuestra mente, de comenzar a actuar como nos hace sentir bien y mejores.

Entonces no importará nada lo que opinen los demás y seremos impermeables a sus críticas y sus halagos; porque ambas cosas pueden tener el mismo efecto devastador.

Veamos este cuento en el que, al menos, de ser valorado por alguien diferente a ti mismo, lo seas por alguien que merece ser digno de esa evaluación.

Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.

- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

- Encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas-.

- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: 

.-Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.

¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.

- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.

- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

(J. Bucay)

domingo, 28 de julio de 2019

LO QUE VEO CUANDO SUEÑO



Sueño que tengo el mar frente a mis pupilas,

Que como un pez, te deslizas entre mis dedos,

Que acaricias mi espalda,

 retozando entre las dunas de mi pelo.



Sueño que hago castillos,

 de arena sobre tu cuerpo

Y  se alza la almena

 que vigila mi tiempo.

Y jugueteas con mis nalgas,

 mientras besas mis labios tiernos.

Sueño que volamos juntos,

 a un país sin dueño.

Y que me haces reina,

 de nuestro vasto reino,

Mirándome a los ojos,

 conociendo nuestros secretos.

Beberemos de la misma copa

 y hasta del mismo veneno

Para vivir en la cima,

 del mundo de los muertos,

Desde donde veamos lo malo y lo bueno,

Lo que nos hace grandes y pequeños.

Sueño que te vuelves,

 gominola en mi ansiosa boca

Masticándote con esmero,

Saboreando cada gota,

 de néctar de frutas dulces

Que se funden en mis entrañas con el deseo.

Sueño brisas de chocolate,

 cayendo entre mis senos

e imagino tu lengua hábil, 

lamiendo el dulce de caramelo.

Sueño que es un verano diferente,

Y cuando despierto lo veo,

Que no estoy soñando, 

Que de verdad está sucediendo.