Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 15 de diciembre de 2018

SILENCIOS DE ESCARCHA



Se ruborizó el alma cuando imaginé

 tu sonrisa sobre mi piel de ángel.

Caminé de puntillas entre tus sueños

e hile tus cabellos con dedos de plata

bajo la luz de estrellas olvidadas.



Sentí en mi vientre tu espada helada

Me levanté alerta por si te hirió

mi caverna encantada.

Y cerré los ojos por no ver tu marcha,

Alejándote con las alas que me arropaban.

Cogí escarcha para vestir las ilusiones

calladas; bajito volqué al viento

Dos palabras: tú y la nada.

Hice transparente otra vez el alma

 para encontrarme con el que fuiste  

y  la niña que hay en mí, enamorada.

Entre silencios y palabras, el pasado 

Que regresa otra vez para mimarla.


miércoles, 12 de diciembre de 2018

¿QUIERES O AMAS?

Ya lo explicaba “El principito” con la rosa. Si te “quiero”, te corto paras mí; si “te amo” te dejo para seguir amándote cerca siendo tú misma.

         Amar parece entonces desapego y un tanto indiferencia, pero no es así. 

Cuando uno quiere lo que quiere está dentro de su posesión, en cuyo caso lo que satisface son los deseos y necesidades de su propio ego, no tanto así las del objeto o sujeto amado. 


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Amar es complicado y sencillo a la vez. La dificultad viene de evitar el ego, de practicar el sentimiento de cuidado de aquello que amo y no sólo el de mí mismo.

Posiblemente, no sea un amor humano del que hablo. Tal vez, no podamos amar así. Siempre me ha parecido curiosa la alegoría que nos presenta “El Quijote” cuando ama a Dulcinea. No podría amar a Aldonza Lorenzo, pero sí  desesperadamente al amor ajeno al carnal, libre de posesión de la cosa poseída, inmaculado en sí mismo. Convertirlo a real, humanizarlo sería desvirtuarlo.

Uno quiere lo que quiere para sí, luego lo que demos  como contrapartida ya es otra cosa. Nos es fácil decir” te quiero” y con ello acompañar de arrebato el verbo que imprime carácter sobre quien se derrama, a veces, tanto derroche de intenciones. Pero la vida pone muchas pruebas que te demuestran si lo que sientes es cariño o amor.

Para poder amar hay que haberse amado profundamente a uno mismo, sanado las culpas, limpiado el alma y reseteado la mente. De otro modo, tendemos a verter sobre el otro/a toda la basura mental que poco a poco va saliendo al transitar la vida. Tenemos costumbre de echar balones fuera, de culpabilizar al vecino, al amigo, al cónyuge, al hijo o hasta el perro. Alguien tiene culpa de que ”yo sea así”, ame así, me enfade así o reaccione de tal modo.

Hay que “aceptar” lo que somos y cómo lo somos. Partir del punto donde se está y pensar que hayamos hecho lo que hayamos hecho fue lo mejor que pudimos hacer con el nivel de conciencia que contábamos. Pero después, hay que superar este estadio y avanzar; no sirve únicamente con aceptarnos, hay que ser la mejor versión de uno mismo porque eso se depositará como escarcha mágica sobre todo lo que toquemos alrededor.

Amar implica haber hecho bien el trabajo con nuestro corazón, en primer lugar. 

Querer permite seguir atado a tus miedos, a tu arrogancia, a la forma celotípica de estar ligado a tus inseguridades, por eso quieres atando, controlando y adaptando lo otro a ti.

No hay nada que hacer. Sigue solamente el fluir de tu corazón, acepta  y transciende.

El resto llegará a ti.