Saber esperar es una virtud. Retrasar la acción es un defecto. Este contrasentido puede aplicarse con efectividad a la vida de cada cual.
Hay que discriminar bien la espera. ¿Por qué esperamos?¿A qué esperamos?¿Hay posibilidades reales de que se cumplan los objetivos de la espera?¿Lo que esperamos se inscribe más en el ámbito de la fantasía que en el de la posibilidad?...estas preguntas son obligadas cuando se espera algo.
Esperar no significar estar inmóvil. Se puede esperar mientras hay pasos convenientes que se encaminan a la acción de la conquista de lo que esperamos. A veces, lo que se espera no depende de nosotros y de nada vale la entrega en la lucha por alcanzarlo. Entonces solamente hay que desviar el foco del deseo o la necesidad e instalarlo en otro punto.
Se nos pasa la vida esperando. Se acaba el tiempo diciéndonos a nosotros mismos: eso llegará, vendrán tiempos mejores, lo utilizaré en otra ocasión más especial…esperanzas que a veces nos hacen mucho daño porque nada hay mejor que centrarse en el aquí y en el ahora, en que lo que hay, hay y en lo que es, es.
Con esta reflexión no quiero anular los anhelos, las expectativas ni las ilusiones por lo que sea. Solamente que seamos realistas, que aprovechemos el momento y que no dejemos para un tiempo que está por venir, o no, lo mejor que tenemos.
Vive y vive ahora. Es lo que tienes.
