Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 29 de diciembre de 2016

LO ÚLTIMO DEL AÑO



Lo último de todo nos trae, irremediablemente, unas trazas de nostalgia. Uno, cuando tiene que valorar un proceso, un tiempo o unos acontecimientos, a su término, hace una especie de barrido a favor de sí mismo.  

Nunca nos parece demasiado malo lo que ha sucedido y si lo fue, lo miramos con la esperanza de que mejore. 

Comenzar un año es poco ficticio. Cada uno lo inicia cuando celebra la fecha de su nacimiento. Entonces, abrimos una puerta al tiempo para que siga su curso.

Hemos establecido que el fin de año debe celebrarse. En muchos países es lo único que se celebra por estar desvinculado de matices religiosos. Y se celebra por todo lo alto.

Para muchos, la celebración se limitará a un tránsito en solitario, en el mejor de los casos, o a un paso sin importancia que queda oculto bajo duras condiciones de vida o de salud.

Para mí, significará estar con los que amo y no están junto a mí y aquellos otros que nunca más lo estarán.

 A solas, con ellos brindaré por un tiempo nuevo en el cual la que realmente cambie aquello que no me gusta o me daña, sea yo.

¡Por todos los blogeros que comparten estas lecturas y me acompañarán también!

¡Sereno y cálido tránsito!

domingo, 25 de diciembre de 2016

¿QUIERES CAMBIAR?



¿Cómo podemos aprender mientras se ejecuta el cambio que tanto deseamos en uno mismo?.

Eres lo que piensas. Puedes lo que crees. Te conviertes en aquello por lo que luchas. 

Observa, aprende, haz, para. Este círculo debe repetirse indefinidamente para volver a comenzar después del final. Después de la acción, reposo. Después del reposo, observación y aprendizaje para volver a actuar. Siempre de otra forma, ya.

Os dejo este cuento Zen como mensaje navideño a poner en práctica.


“…Un joven, preso de la amargura, acudió a un monasterio en Japón y le expuso a un anciano maestro:

—Querría alcanzar la iluminación, pero soy incapaz de soportar los años de retiro y meditación. ¿Existe un camino rápido para alguien como yo?
—¿Te has concentrado a fondo en algo durante tu vida? —preguntó el monje.

—Sólo en el ajedrez, pues mi familia es rica y nunca trabajé de verdad.

El maestro llamó entonces a otro monje. Trajeron un tablero de ajedrez y una espada afilada que brillaba al sol.

—Ahora vas a jugar una partida muy especial de ajedrez. Si pierdes, te cortaré la cabeza con esta espada; y si ganas se la cortaré a tu adversario.

Empezó la partida. El joven sentía las gotas de sudor recorrer su espalda, pues estaba jugando la partida de su vida. El tablero se convirtió en el mundo entero. Se identificó con él y formó parte de él. Empezó perdiendo, pero su adversario cometió un desliz. Aprovechó la ocasión para lanzar un fuerte ataque, que cambió su suerte. Entonces miró de reojo al monje. Vio su rostro inteligente y sincero, marcado por años de esfuerzo. Evocó su propia vida, ociosa y banal...

Y de repente se sintió tocado por la piedad. Así que cometió un error voluntario y luego otro... Iba a perder. Viéndolo, el maestro arrojó el tablero al suelo y las piezas se mezclaron.

—No hay vencedor ni vencido —dijo—, No caerá ninguna cabeza.

Se volvió hacia el joven y añadió:

—Dos cosas son necesarias: la concentración y la piedad. Hoy has aprendido las dos.”


viernes, 23 de diciembre de 2016

¿A QUIÉN SENTARÍAS A TU MESA?



Mañana celebramos una noche especial. No sé si tanto por el sentimiento religioso que debería envolverla, como por el acercamiento afectivo que llena nuestro corazón con los que queremos tener cerca.

En definitiva, todo se resume en amor. 

Quién celebre un nacimiento singular como el de esta fecha está abrazando igualmente un mensaje de amor; quienes se diluyan en lo cercano y presente, también lo hacen.

Los buenos sentimientos que se regalan estos días no deberían tener fecha de caducidad. Sin embargo, miramos a Enero y nos sentimos diferentes. Es como si se reanudase la vida normal y ahora estuviésemos en un paréntesis mimético en el cual todos hacemos y pretendemos sentir lo mismo.

La Navidad debería ser una actitud que se prolongase en el tiempo. Posiblemente, sería deseable que hiciésemos espacio en el interior; tanto… que fuese fácil distanciarnos de los problemas para sobrevolarlos.

Entonces, todos nuestros miedos, los sentimientos de fracaso, ira, celos y angustia quedarían listos para ser observador sin juzgar, sin implicarnos, sin empatizar tcon ellos hasta el punto de llegar a invadirnos y confundirse con nosotros.

En esa actitud, podríamos practicar la compasión. Por uno mismo y por el que creemos que nos ofende.  Y tal vez así, dirigirnos amorosamente hacia el dolor para asumirlo como parte de la vida y no como algo en contra de ella.

Los que se han ido, los que ya no están con nosotros ponen los puntos a estas fechas. Puntos suspensivos, punto y aparte o punto y final.

De todos los modos, ninguno de los puntos de nuestra ortografía son válidos para lo que sentimos. No hay nada que termine. No hay nada que se corte. La línea de la existencia del alma es continua.

Ni la ausencia física puede arrancar del corazón todo lo que llevamos de ellos allí dentro.

Por eso, en mi mesa estarán ellos también. Como siempre estuvieron; ahora convertidos en puro amor.

No hace falta nada más.

martes, 20 de diciembre de 2016

¿ Y TÚ...QUÉ PIDES?



Parece que es obligado tener regalos en Navidad; pedir algo, concedernos alguna cosa. Caprichos o necesidades que nunca llegamos a cubrir.

Muchos no pueden pedir nada porque nadie, ni siquiera ellos, pueden concedérselo. Otros, solamente les llegará más de lo mismo y… contestos.

El mundo está muy revuelto. El ser humano lo está.
La crisis siempre es del individuo aunque se manifieste en colectivos. 

Estamos cayendo en picado de nuevo. Una nueva época de las que se califican como oscuras en la historia. Y entre todos esos desastres estamos nosotros, en nuestra pequeña burbuja…pidiendo, buscando regalos, ideando ilusiones para dibujar sonrisas.

Las Navidades será aún un tiempo más triste para muchos. Más solitario, más frío, más desolador; se trata de un momento en el que las desgracias son aún más protagonistas y en dónde, por unos instantes, salimos de nuestra cómoda vida para sentir compasión ante ellas.

Lo que pediría yo en estos momentos no tiene nada que ver con el dinero, ni con el precio, ni con el comercio.

Debería haber un mercadillo de sueños, de bondades, de ternuras y anhelos cumplidos donde los vendedores de milagros, de promesas hechas realidad, de sucesos increíbles de los que nunca te imaginas que serán tuyos, nos ofrecieran nuestro paquete al pasar.

Mercaderes de esperanzas, de sensaciones de gratitud y de deseos cumplidos.  Y después, con el corazón lleno de calor caminar despacio hacia nuestro hogar, que siempre será aquel que nace junto a los que queremos.

¿Y tú?¿Qué pides?.

domingo, 18 de diciembre de 2016

CUANDO NADIE TE VE...



Todos estamos llenos de falsas creencias, de pensamientos limitantes, de sensaciones de temor y de desconfianzas hacia uno mismo.


Todos estamos también llenos de ego. Un ego, que a veces es tan grande y demoledor que no percibe nada que no sea él mismo.
En ocasiones, uno actúa sin pensar nada más que en el momento, en lo que nos viene bien y en la satisfacción o la necesidad de lo que hacemos. En ese instante, no está nadie más allí, ni físicamente, ni en el corazón. 


Más tarde, cuando lo que hacemos hace daño a otra persona comenzamos a cuestionarnos si el ego se encontró en su camino a alguien más que no fuese su sombra.


La autoestima es una digna herramienta siempre que no asfixie los derechos del que está enfrente. Uno puede quererse tanto que vaya arrasando por la vida a su paso, caiga quien caiga. Eso no es sano, ni conveniente. Porque al final, cada uno somos como somos y caeremos una y otra vez en lo que negamos hasta que nuestro interior lo resuelva.


Actuar bien, cuando nadie nos ve, es el mejor barómetro para conocernos. Sin vigilancia es realmente cuando nos encontramos con nosotros mismos; así a solas, con nuestros deseos y nuestras quimeras, con nuestras luchas y nuestros fantasmas.


Algunas personas se perdonan demasiado rápido. Otras, por el contrario, son un verdugo permanente atormentando su mente.
Posiblemente, sea conveniente que uno repase sus actos; esos que protagoniza a solas y después, sin perdones ni guillotinas, valore si todo lo que dice se corresponde con lo que hace.

Posiblemente nos asombremos.