La felicidad puede ser
estar en lo muy simple. O puede ser una idea tan grande en nuestra cabeza que
nunca logremos alcanzar. Todos coincidimos en que son momentos. Instantes
eternos que se perpetúan en la mente. Sonrisas, besos, roces, miradas, ternuras,
olores, sonidos, sabores…en definitiva, casi siempre recuerdos.
La sensación de ser
feliz hay que tenerla bien actualizada y al día. Porque no hay nada mejor que
saber que se es feliz cuando se está siendo. Ni nada peor que “recordar el
placer en el tiempo del dolor”, como decían unos versos populares.
Posiblemente, una de
las fuentes más placenteras de gozo y felicidad sea la comunicación.
Hay personas que apenas
hablan; otras que no callan, pero tal vez tanto el silencio de unas como la
verborrea de otras se regalen en los lugares inadecuados.
A veces, callamos donde
deberíamos hablar y hablamos donde habría que colocar silencios.
No nos comunicamos o
lo hacemos defectuosamente, muchas veces.
Se trata de expresar,
de aportar información sobre lo que pasa dentro, sobre lo que se espera de los
demás o sobre lo que esperamos de nosotros mismos porque verbalizarlo es
conseguir que los demás sepan lo que nos sucede y comprobar lo que hacen a
partir de ello.
Aquí os dejo esta
breve sentencia en forma de pasaje, posiblemente nos dé luz en este tema.
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No era feliz...
Entonces, escribió un libro, plantó un árbol,
tuvo un hijo y tampoco pudo decir que lo era.
Entonces, escribió otro libro, plantó más árboles
y tuvo varios hijos, pero nada cambió.
Entonces, escribió sobre el árbol, tuvo cinco mil
libros, plantó a sus hijos, y fue más desdichado.
Entonces, plantó los libros, le escribió a sus hijos
y se sintió más desgraciado.
Entonces, cerró el libro, le habló a sus hijos y
se durmió bajo el árbol para siempre
En ese lugar hay una placa que dice:
"Yace aquí un hombre que
se olvidó de amar a los
árboles, a los hombres
y a sus hijos"
Jorge Bucay
Entonces, escribió un libro, plantó un árbol,
tuvo un hijo y tampoco pudo decir que lo era.
Entonces, escribió otro libro, plantó más árboles
y tuvo varios hijos, pero nada cambió.
Entonces, escribió sobre el árbol, tuvo cinco mil
libros, plantó a sus hijos, y fue más desdichado.
Entonces, plantó los libros, le escribió a sus hijos
y se sintió más desgraciado.
Entonces, cerró el libro, le habló a sus hijos y
se durmió bajo el árbol para siempre
En ese lugar hay una placa que dice:
"Yace aquí un hombre que
se olvidó de amar a los
árboles, a los hombres
y a sus hijos"
Jorge Bucay