Cierto
es que cada uno tenemos “nuestro talón de Aquiles”. Una zona franca, que casi
nadie conoce, en la que la debilidad nos hace un guiño. Por muy fuertes que nos
creamos o que, en realidad, seamos existe esa zona ciega en la que cualquiera
podría hacernos mucho daño.
Conocemos
nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Sabemos dónde están los puntos en
los que somos resistentes y resilientes. No ignoramos en qué lugar somos
vulnerables por ello, tratamos de esconder esa área de arenas movedizas dónde
perdemos el control.
Unas
veces serán los afectos, donde sabemos que nos enredamos sin remedio aún en lo
que no es conveniente para nosotros. Otras veces, será el dinero, el poder o el
prestigio. En ocasiones, tal vez sea
algo imperceptible para los demás pero evidente a nuestros ojos.
Preservar
el área de debilidad nos lleva mucho esfuerzo. Siempre al acecho del cuidado de
su puerta de entrada. “No pasar”, aparece en un cártel de nuestra mente pero,
sin embargo, para quienes saben ganarnos, no existe cerrojo en esa puerta y
quedamos a merced del grado de bondad del otro.
A
todos nos han hecho daño en alguna ocasión o, incluso mejor dicho, hemos dejado
que ese daño llegase a nuestro Talón de Aquiles. Y es, precisamente ese lugar,
el que está lleno de más fantasmas, de miedos y de inseguridades generadas por la
fragilidad que la constituye.
En
ese territorio están también los objetos sutiles de perdón. Dónde guardamos las
heridas. Dónde necesitamos ungüentos sanadores para nuestro resentimiento. Nos
sentimos mal. Por los demás o por nosotros mismos. Encontramos ahí el dolor, la tristeza, la ira
y la necesidad de sanarnos.
Lo
que cada uno tiene que hacer es propio. No ha fórmulas magistrales para
salvarnos de nuestro punto negro.
¿Cómo
reforzar ese área repleta de
debilidades?.
No
se trata de eliminar esa zona. Es conveniente que exista porque también nos
humaniza.
Lo
que debemos de hacer es estar alerta cuando iniciamos “apegos” que calan más
allá de lo razonable. Hay dolor cuando las expectativas no se cumplen. Cuando
esperamos de los demás más de lo que deberíamos.
Elevemos
el auto respeto; nuestra estima. Cubramos nuestros vacíos con el valor de
nuestras cualidades. Potenciemos lo que nos hace sentir bien de forma natural.
Nada
puede ser forzado, de otro modo el talón de Aquiles invadirá gran parte de
nuestra vida.
No
esperemos nada de nadie.
Esperemos
todo de nosotros mismos.