Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 4 de octubre de 2019

Y SI ME HAS DEJADO DE QUERER...



Me pregunto qué es mejor: ¿saber una verdad dolorosa o ser feliz con una mentira piadosa?. Todos pensaremos ahora que es mejor lo primero. 

Tal vez, a veces, en ocasiones, en momentos…para siempre… es una palabra muy grande. Es la que evoca la muerte. La losa tras la que nada sucede ya. Ni siquiera malo. Por eso os dejo este poema de J. Bucay en el que reclama una chispa de esperanza en el silencio.

Muchas veces es mejor matar la esperanza, pero qué queda después. Tal vez, renovar, sustituir, restablecer, recolocar, desaprender, desdibujar, remodelar, reinventar, recrear…
Os dejo que lo penséis.




“Y si es cierto que has dejado de quererme
yo te pido,
por favor,
¡no me lo digas!

Necesito hoy
y todavía
navegar
inocente en tus mentiras...

Dormiré sonriendo
y muy tranquilo.
Me despertare
muy temprano por la mañana.

Y volveré a hacerme a la mar,
te lo prometo...

Pero esta vez,
sin atisbo de protesta o resistencia,
naufragare por voluntad y sin reservas
en la profunda inmensidad de tu abandono...”

domingo, 29 de septiembre de 2019

MENTE EN CALMA



Parece imposible poner la mente en calma. Estamos llenos de problemas, de prisas, de sin sabores, de cuestiones pendientes, de asuntos a los que no llegamos o de angustias proyectadas en un futuro que tampoco sabemos si llegará.



Calmar la mente no es dejarla en blanco. No se trata de paralizarla, de que esté vacía o de que nada se mueva en ella.

Los pensamientos llegan, pero debemos separarnos de ellos, no pegarlos a la piel, ni hacer una simbiosis infructuosa para nosotros. Los problemas están ahí. A veces, agrandados por los fantasmas que habitan dentro de nuestro cerebro; otras impelidos por su fuerza centrípeta que parece devorarnos por completo. 

Todos los tenemos pero no todos reaccionamos de la misma forma ante ellos.

Poner la mente en modo calma es detenernos y esperar. Sin prisa. Sin intentar resolverlos desde nuestra inquietud porque todo “ vaya bien”; a nuestro modo, según nuestro libro particular.

En ocasiones, ni siquiera son problemas si los miramos despacio, sin acercarnos demasiado, observándolos como si fuesen ajenos.

No podemos resolverlo todo; yo diría que casi nada. Y lo que es seguro es que se resuelven, con nuestra intervención o sin ella.
Nos creemos demasiado imprescindibles y la vida siempre continúa a pesar de que nosotros estemos o no en ella.

Se trata de parar unos minutos al día. Comenzar como un juego. Cerrando los ojos o dejándolos descansar sobre la vista perdida en la nada. Si intentar resolver, sin pretender conseguir, sin necesitar recolocar.

Solo así adquiriremos el hábito de la calma; una muy nuestra, tanto que nadie pueda romperla a su antojo. 

Una calma que nos inunde de paz. Por el tiempo que sea, aunque solamente sea unos instantes. Serán suficientes para renovar la mente y nuestro estado de inquietud casi permanente.

Vamos a probarlo.