Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 10 de marzo de 2024

DOMINGOS LITERARIOS

 ANTERIORMENTE:

 

 

Apenas pude entender lo que contenía su mensaje. Mal trazado, borrado en algunas de sus letras y fracturado por el pedazo encerrado en la mano de mi hermano, solamente ofrecía un incógnito legado de dificultosa comprensión…

______________

 

No tenía más remedio que abrir aquellos tendones encogidos que apretaban fuertemente el papel arrugado. Me acerqué despacio, nuevamente  temblándome todo el cuerpo. Cogí con suavidad la fría extremidad que se resistía a someterse y presioné con fuerza estirando los dedos. Un movimiento estrepitoso me alejó de inmediato.






 

.-¿Qué haces?¿quién eres tú?.- y diciendo esto, mi hermano se estremeció en aquel sillón ajado en el que había permanecido durante horas, inconsciente. Parecía haber perdido la memoria. No me reconoció y tampoco parecía dispuesto a permitir que una desconocida estuviese junto a él. Con su peor mirada, me retaba a contestar preguntas que solamente enunciaba con sus ojos.

 

Con la mitad del papel en mi mano y empotrada en un aparador del salón, me apresuré a intentar que recordase, al menos, mi nombre.

 

.- ¡Mario!, mírame bien, soy yo…Sofía, tu hermana.- Me respondió sin palabras, con una mueca indolente. Emitió un gruñido indescifrable mientras intentaba levantarse. Mi temor fue en aumento. No estaba segura de que me hubiese reconocido. Babeando, con las extremidades apenas dispuestas a moverse y con el trozo de papel aún en su mano, desplegó el otro brazo para indicarme que me acercara.

 

Muy despacio, temblorosa y aterida por aquella escena esperpéntica, salí de la oquedad que me refugiaba y me acerqué con un paso lento e imperceptible para no romper aquel atisbo de claridad que parecía tener su mente.

 

Me agaché muy despacio y tomé su cara entre mis manos.

 

.-Mi querido Mario, hermano mío, mírame…soy yo, Sofía. Mírame bien, mírame…-Por un instante, sus ojos perdidos se llenaron de lágrimas. Comencé  a acariciar su frente mientras intenté darle besos diminutos y repetidos en el inicio de su pelo. Pareció calmarse, aún sin saber si realmente me había conocido o solamente se dejaba llevar por un instinto inconsciente de seguridad como un niño perdido en una mente vacía.

 

Con suavidad y sin dejar de acariciarle, baje mi mano hasta la suya para recuperar aquel trozo de papel que tal vez me daría la pista de lo que tanto nos había separado…