Hay
algo muy simple y es comportarse fiel a los propios valores cuando nadie te ve.
No hay que adornar nada, ni utilizar trucos que no hacen magia, ni que recordar
lo que se dijo y no corresponde a lo que pasó, ni ir y venir desde la
tragicomedia al drama.
No
hay que hacernos las víctimas, ni ser verdugos de otros. No hay que echar
balones fuera, ni poner la culpa en una tercera mano que no es la nuestra.
Tener
una actitud sana te libera. Te hace mirar al frente sin miedo y al pasado sin
angustia. Te lleva hacia la amplitud de un espacio abierto lleno de
posibilidades. Te hace sentir sereno, tranquilo y a gusto contigo mismo. Te
define en la armonía de saber que lo que estás haciendo es lo correcto. Y decir
correcto es sinónimo, en este caso, de decir bueno para ti y malo para nadie.
Tener
una actitud sana te acerca a los demás porque no hay motivos de alejamiento por
errores de cálculo, ni por mentiras piadosas que nunca lo son.
Lo
sencillo es pasar por la vida rozando lo mejor de ti, expansionándolo y
multiplicándolo.
Lo
más excelente, sentir que eres tu mejor versión cada día y que sin agobios, sin
prisa, pero sin dilación conectas más rápido y de mejor forma con la esencia de
bondad que a todos nos constituye y que olvidamos a lo largo de nuestra
existencia cuando creemos que es más rentable presentarnos en el mundo con una
careta.
Vístete
con actitudes sanas. Ganarás tú. Mejorará tu entorno. Crecerán las cosas buenas
de tu mundo. Todo irá mejor.
Merece
la pena intentarlo, ¿no crees?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario