"Soy inmenso, contengo multitudes", escribió el poeta Walt Whitman en un verso que refleja como pocos la complejidad del ser humano. Ese "contengo multitudes" lo usó el periodista Ed Yong para explicarnos que hay más bacterias en nuestras tripas que estrellas en nuestra galaxia o que en nuestros cuerpos tenemos más o menos tantas células humanas como células de microbios que nos habitan.
No eres un individuo, eres una multitud.
Un libro expone el gigantesco poder de los millones de microorganismos que forman parte de nosotros. Tenemos alrededor de 30 billones de células humanas y 39 billones de células de microbios, prácticamente un empate. Desde cualquier punto de vista, contenemos multitudes”.
Por ello, aunque solamente sea por eso, no deberíamos sentirnos solos. No lo estamos. Somos muchos los que habitamos el ser que somos.
En realidad, todo es energía. Lo que contenemos y lo que nos contiene. En función de ello, nos podemos comunicar. Podemos relacionarnos con nuestras células, con nuestro cerebro, con nuestro corazón, con nuestro estómago…y agradecer que sigan funcionando bien en sus complejas y múltiples funciones de cada instante; y recomponer el equilibrio, si se ha perdido, del órgano que esté emitiendo señales de deterioro.
Hay un bello ejercicio que podemos hacer diariamente.
Acomódate en un lugar tranquilo, siéntete relajado, cierra los ojos e imagina que desde el inicio de tu cabeza pasa sobre ti una luz blanca poderosa y sanadora que va limpiando y regenerando todo lo que está mal en tu cuerpo. Escanea parte a parte cada trozo de él. Siente que, por ese día, todo vuelve a estar bien inhalando todo el poder sanador del cosmos y exhalando aquello que no esté en equilibrio con él.
Hazlo cada día.
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