Cuando pienso en ti, me llegan los aromas del oriente, la estrella que guió a los Magos y las trémulas amapolas de los campos granados. En un instante llego al origen de la vida misma enroscada en el fragor del comienzo de la aventura de vivirla. En el cielo y en el infierno de tu presencia o en el vacío de las ausencias nunca queridas.
Cuando pienso en ti, pienso en todo lo imposible y en la magia de no lo hecho. En caballeros andantes y en la lucha por honores capaces de justificar un muerto.
Llego de repente a ese mundo de nadie donde reposan los amantes. Al fin del tiempo consumido en un suspiro, a los besos no dados, a lo que queda en ese algo que se escapa entre las manos sin pensarlo.
No quiero un amor a medias, ni de andar por casa, ni de medias tintas, ni a escondidas de la vida. No quiero sentimientos de hoja delata, ni medios kilos de los que no caben en una tonelada.
Por querer no quiero ni quererte a media mañana; como si, en el amor, hubiese horas que pudieran dar las campanadas.
Te quiero a ti y no quiero tenerte porque cuando la magia se entregue quedará el esqueleto de lo yacente. Ese cadáver que me llama indolente desde el fondo del alma con la cara pálida por no poder quererme.
Pongo mis dedos en los labios y hago la señal de la cruz con ellos cruzados. Duerme para siempre, duerme que ya tendrás otro tiempo para junto a mí, perderte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario