Mantenemos un constante diálogo interior con nosotros mismos. Pensamientos que van a determinar el foco que pongo, en dónde y en qué lo pongo. Pensamientos semilla que engendran sentimientos que a su vez nos llevan a experiencias posteriores.
La calidad de los pensamientos determina la calidad de la experiencia y, por tanto, de la propia vida. Debemos estar alerta a la clase de pensamientos que tenemos y a la cantidad de ellos. Entrenarnos para seleccionarlos.
“Lo que sucede dentro de mi condiciona lo que proyecto al exterior, lo que vivo, lo que soy”.
Si entrenamos la mente para tener pensamientos positivos, profundos y pocos. Si entrenamos a la mente a pensar menos y a pensar mejor, la calidad de nuestra vida mejorará inevitablemente.
Pensamos mucho y muy deprisa. Mantenemos una carrera mental con las ideas que a ella llegan. Nos enredamos en las sensaciones y sentimientos que producen y terminamos por no encontrar la serenidad necesaria para vivir de una forma más sencilla, más tranquila, mejor dispuesta hacia la propia serenidad.
Las circunstancias pueden ser las que sean. Están a fuera. Están al otro lado de mi consciencia. Pero dentro, solamente dirige cada cual. Mantén recto el timón de tu mente y dirige tu barco en las tempestades de la vida con determinación, paciencia y acierto.
La semilla de cada experiencia es un pensamiento. Pocos pensamientos; pensamientos de calidad.
Vamos a crear, conscientemente, ahora mismo, el pensamiento de que “en mi mundo, todo está bien”. Todo está donde tiene que estar y todo es como tiene que ser. No hay nada que cambiar, no hay nada que hacer diferente; en este momento…” en mi mundo, todo está bien”.
Dejemos que este pensamiento se convierta en un sentimiento y dejemos que este sentimiento se convierta en una experiencia.
Comencemos a sentir de verdad que en este momento, aquí, en mi interior…”Todo está bien”.
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