Muchas
veces he pensado en lo diferente que es el paso de unos y otros por esta vida.
Hay
gente magnífica que en un placer estar a su lado, que facilitan las cosas, que
no tienen pereza para ayudar, que saben escuchar y que son transparentes como
el cristal. Personas que sin pretenderlo, te hacen sentir segura, te motivan y
te impulsan a ser mejor.
Otras,
sin embargo ponen zancadillas, proyectan su envidia, disocian su ego,
triangulan y se las ingenian para hacernos sentir todo lo contrario: duda,
zozobra, inquietud y duda.
Hay
personas que han llegado para mejorar el mundo, para colaborar en un proyecto
vital en el cual su entorno avanza. Que dejan huella, que encajan recuerdos en
el alma imborrables, que se hacen querer por su grandeza con los demás.
Otras,
solamente tienen como punto de mira su persona y todo lo que satisfaga las
necesidades y los placeres propios, quedando lejos los efectos devastadores que
causan en el resto.
Hay
personas que construyen; hay personas destructivas.
Y
entre ambas, un amplio abanico de seres que se dejan llevar por las
circunstancias, que están a la deriva de ellas y que reaccionan en vez de
responder.
¿Podemos
elegir en qué grupo estar?. Posiblemente, no.
Cada
vez extraigo más sentido a la fábula de la rana y el escorpión. La condición de
cada uno va impresa en su ADN. Difícil el cambio; tal vez, no imposible.
Me
quedo con la gente especial, la que trae paz a nuestra vida, la que te hace sentir
segura de que puedes desplegar toda tu confianza en ellas. Pequeños ángeles
diarios que están a nuestro lado o llegan sin esperar.
Elige
la calidad de las cualidades, no la cantidad de lo contable.
Lo
último no añade nada a nuestra armonía. Lo primero logra de inmediato que nos
sintamos geniales desde dentro, en lo más íntimo e intransferible.
Traen paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario