Domingo
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.-¿Dónde
estabas?. ¡Qué sucede Owen?. No me has contado todo.- El psiquiatra tomó la
mano de aquella angelical mujer y le llevó hasta la biblioteca del despacho que
ocupaba. Allí desplazó una de sus estanterías y mostró a Swa el escondite que
había utilizado.
.-Owen,
es el momento de que me cuentes la razón del grave peligro en el que te
encuentras; solo así podré ayudarte.- El doctor comenzó a gritar,
descontroladamente, golpeando de nuevo su cabeza contra la pared.
Aquella
situación comenzaba a convertirse en un peligroso juego de adivinanzas que
sumió a Swa en un profundo desconcierto. ¿Sería capaz de seguir a su lado a
pesar de todo?
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Domingo 18_10_2015
“…Owen
logró calmarse después de un largo silencio. Se volvió hacia Swa con una mirada penetrante y densa. Le pidió su
confianza.
.-No
puedo decírtelo aún. Confía en mí. ¡Adorada mía!. Me ayuda tu presencia junto a
mí. Contigo estoy a salvo. –El psiquiatra tenía una asombrosa facilidad
para de inmediato de la furia más
aterradora a la calma más sosegada que
nadie pudiese imaginar.
Corrigió
el nudo de su corbata, se arregló el pelo y aclaró su garganta en varios golpes
de tos que le hicieron parecer un ser diferente.
Swa
permanecía desconcertada. No podía dar crédito a lo que había presenciado ya en
varias ocasiones. El arrebato más demoledor se resumía en breves instantes
dando paso al fluir de la vida normal.
Algo
había en aquel hombre que le impedía abandonarlo a su suerte. Sin Marco estaba
sumido en la más profunda soledad con todo un mundo lleno de amenazas tras de
sí.
Se
preguntaba por qué ella debía sentirse culpable de una situación semejante con
una persona que conocía solamente hacía unos meses. Y sin embargo, un lazo
invisible le unía a aquel hombre. Era como si le conociese desde siempre y
tuviese que cuidar de él sin remedio.
Salió
del despacho de Owen sin decir nada. Un nudo en el estómago le recordaba que en
el fondo no sabía para qué estaba en aquel lugar, aunque aún seguiría por un
largo tiempo más.
Había
dejado al doctor sentado, de nuevo, detrás de su mesa, colocando los
expedientes de ambos pacientes. Previamente, ella misma, había abierto el del
Sr. Henry que llegaría en breves instantes.
En
aquella sala de espera, elegantemente decorada, comenzó a colocar las flores
naturales con las que todos los días renovaba el ambiente con un delicioso
frescor.
No
sabía realmente qué hacer. Frente a sí, un hombre atormentado y lleno de
miedos. Perseguido sin un motivo, aún consciente para ella, y aterradoramente
descontrolado cuando una especie de oscura locura se apoderaba de él.
Nuevamente
el timbre de la puerta sonó, ahora, dentro del horario en el que el paciente
debía llegar.
Swa abrió la puerta.
Allí
estaba él, dirigido por una pequeña mujer cuyo aspecto siniestro empeoraba la
mirada perdida y el gesto hosco de aquel paciente.
Ante
el saludo cortés de la mujer china, seguido de una inclinación de su cabeza, el
paciente y su acompañante pasaron sin decir nada.
Swa
les dio paso al despacho del doctor, éste se levantó de inmediato para saludar
al paciente que no recordaba su propia cara.
.-
Sr. Henry tome asiento.- La mujer le cogió el brazo y le dio un leve tirón para
indicarle que debía sentarse, pero no lo hizo.
El
doctor comenzó a sentir un desasosiego interno que quiso controlar levantándose
para saludarle a una distancia más corta.
Rodeó la mesa y se acercó alargando la mano.
El
hombre no se inmutó.
Owen
sintió como un calor insoportable le
invadía la cara por completo. Súbitamente, notó como la mirada de la
acompañante de su paciente se fijó en ello.
Tenía
que saber controlar esta situación. Sus piernas flaqueaban. Un desvanecimiento
súbito pareció invadirle.
Debía
ser fuerte. El mundo vacío del Sr. Henry no contenía saludos, ni rostros, ni
siquiera la leve sensación de ridículo que acompañaba a su hierática figura.
De
repente Owen se sorprendió a sí mismo envolviendo la estancia con una voz ronca
y contundente.
.-
¡!Siénteseeee…!.- Mientras empujaba con fuerza el hombro de su paciente hacia
abajo”. (…)
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