¡Cuántas
cosas se hacen en nombre del amor!, cuántas se toleran, en ocasiones. Cuántas
te rascan por dentro y vas pasándolas en aras de una esperanza que nunca se
cumple.
Nos
volvemos tontos cuando amamos. Lo que ves no quieres verlo y lo que oyes lo
transformas en otra cosa.
Uno,
cuando ama, lo hace con los cinco sentidos, sin embargo. Lo hace sin medida
porque tenerla sería restar parte d ese amor. Lo hace incondicionalmente y
sanamente. Lo hace sin pensar lo que tiene enfrente, ni en sus talones de Aquiles
porque el amor te reviste de una confianza absoluta en la cual generas unas
expectativas poco realistas.
Cuando
se está amando, parece que se puede con todo. Y se puede, pero no siempre. El
que es amado sigue siendo él y a veces, esa persona está muy lejos de lo que
somos nosotros.
El
amor acerca. El amor une. El amor comprende y perdona. Pero también se cansa de
hacerlo frente a la respuesta del sujeto amado y aunque continúe su existencia
llega un momento que no encuentra su hueco dentro del otro.
Amar
no significa una licencia para hacer lo que uno quiere a costa de todo. En base
a un perdón, siempre concedido, no se pueden pisotear, una y otra vez, la
confianza, ni la fe que se deposita en quién crees que te ama.
Amar
nos vuelve tontos, a veces, Lo que ves te lo niegas. Lo que escuchas, lo
silencias. La evidencia, la transformas y al final queda un cúmulo de sin
razones a las que ni siquiera puedes agarrarte.
Pienso,
que de cualquier forma, nadie puede cambiar los sentimientos que el amor ha
generado en ti mismo, ni siquiera quien no los merece. Por eso amar siempre es
más en vez de menos, aunque nos haya ido mal, aunque nos haya hecho un poco más
tontos.
Mientras leía, hacía una visión retrospectiva a mi vida sentimental pasada. Creo que es así, el amor que sentimos no tiene ojos, le falta un sentido y a veces hasta dos. Cuando miramos atrás lo vemos; y como los niños nos aferramos a sentimientos de pérdida o de carencias...; sin embargo si miramos desde la perspectiva de lo que se esperaba de nosotros podemos verlo, sin proyectar en el otro nuestros deseos inconclusos. El amor incondicional es ahí donde comienza. Eso me dice la expeirencia.
ResponderEliminarXara, como siempre, coincidimos. Mirar restrospectivamente nos puede asombrar. Somos otros cuando amamos, o somos los auténticos. Pero amar es un sueño y, o te hacen despertar o despiertas de golpe. Sería genial que ese despertar fuese con un fresco sabor a menta...pero en muchas ocasiones es con sabor amargo.
ResponderEliminarComo en todo...es experiencia, aprendizaje puro y cada vez que amamos más aprendemos a hacerlo.
Esperemos que nos queden muchos días aún de amor de ese...del bueno...del incondicional!*