Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 5 de agosto de 2020

EL SECRETO DE LA PAZ

Todos somos almas de paz, pero lo tenemos muy olvidado. Hay que esforzarse mucho en recordarlo para que no nos contamine el trasiego desfondado de lo que se estima como deseable.

Nos devora la prisa. Lo queremos todo y si lo ya lo tenemos añadimos algo más a nuestros deseos. Nada es suficiente. No hay límite para la ambición del desear.




Posiblemente, el poder es el tiene un mayor tirón en nuestra vida. Sentirnos poderosos, ganar al otro, ser mejor o más hábil, colocarme el primero, tener la sensación de que se hace lo que yo digo y así mismo muevo los hilos a mi antojo para realimentar mi ego.

Ligado al poder están otros súbditos del deseo que se añaden para someternos, en realidad, a su tiranía.

Somos esclavos de la envidia, de creernos la tarta y su guinda, de manejar los hilos de la cometa y de aprovechar cada ocasión de oportunidad para ganarnos un triunfo. Y así vivimos creyéndonos pequeños dioses en nuestro círculo. Dioses menores que un día caerán desde su pedestal para despertar de la arrogancia que les mantenía a flote. O quizás nunca despertemos y seamos felices en la cárcel de nuestras debilidades.

Abrirnos a otras realidades menos egóicas nos lleva a nuestra esencia original y a encontrar la felicidad en lo sencillo, en la transformación de la necesidad de ser el centro del mundo al núcleo de nosotros mismos. Sin necesidades de alabanzas, ni admiraciones, sin tener que gastar tanta energía creando una imagen de uno mismo siempre atractiva y destacable.

          No hace falta hacer nada para ser feliz. Uno entiende con el tiempo que la felicidad llega sin más, no hay que alimentarla porque crece sola y si se instala en tu corazón es imposible volver a las tinieblas.

Uno entiende que el brillo, con el tiempo, no te hace ver mejor, solo deslumbra.

Uno entiende que esa felicidad se convierte en un palabra muy corta pero inmensamente bella: La Paz.

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