Todos
tenemos, en un momento u otro, un diálogo interno que a veces se convierte en
parloteo continuo. Los que no suelen tener mucho de ello son los que están volcados
al exterior, los que necesitan compañía continua, los que no son capaces de
estar a solas consigo mismos apenas unos instantes. Esas personas llenan lo que
no tienen dentro con gente, cosas, experiencias y adicciones de fuera.
Estoy convencida, sin embargo, que
todos tenemos esos momentos de soledad donde una voz, la tuya propia, te habla.
Y lo hace como juez o como víctima.
Hay personas que se perdonan todo, que
incluso aunque sean ellas las que provoquen las catástrofes siempre culpan a
otros y nunca asumen culpas. Se sienten
víctimas del mundo y trasladan sus responsabilidades a las espaldas del de
enfrente. Vulgarmente se dice por aquí…” yo te causo la herida y yo me pongo el
vendaje”.
Otras personas, por el contrario se
sienten culpables de todo. Les parece
que son ellos quienes no cumplen o se pasan con los límites, los que hacen las
cosas mal o los que sin querer provocan los errores.
En cualquiera de los casos, nos
contamos un cuento. Nos hablamos de una forma y de ahí se generan unos
sentimientos y una manera de actuar.
No es válido cargar la culpa de
nuestros errores a los demás, tampoco sentirnos víctimas del resto.
Cuando pares y te observes, descubre
lo que eres con una mente limpia, con un ánimo suave, con un espacio vacío
delante de ti donde no quepan las mentiras. Porque si es malo mentir al otro es
mucho peor mentirse a uno mismo.
¿Eres el juez?¿Te sientes víctima?.
Revísalo,
podrías sorprenderte.
Actúa
de otro modo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario