Lo
sencillo no se valora y en ello está la felicidad; esa suave felicidad de todos
los días, la que llevamos puesta y solamente notamos si la perdemos.
Agradecer
cada instante, lo que nos traiga y las posibilidades que nos da simplemente que
todo funciones bien en nuestro cuerpo, es ya la felicidad en sí misma. Si a
ello añadimos las pequeñas cosas buenas que nos suceden y las grandes, que a
veces, se nos escapan a la percepción
entonces estaremos convencidos de que ya somos felices.
Comparto
este breve cuento
_________________________________________________________
El
mago, el Zapatero y la Sandalia
Un día de caminata de un lugar a otro, a un mago se le estropearon las sandalias, y se dirigió a un zapatero. Éste empezó a hablar con él, y toda su conversación estaba dirigida a quejarse del dinero que no tenía, de las necesidades económicas por las que estaba atravesando, de lo pobre y miserable de su vida...
El mago le escuchó atento, hasta que el hombre terminó la labor, se levantó y procedió a agradecerle y ya se retiraba, cuando el zapatero lo llamó y le dijo:
"¿Oiga es que no me piensa pagar?"
El mago le miró sonriendo y le dijo:
"Yo soy un mago y nunca traigo dinero, pero pídeme lo que quieras por tu trabajo y yo te lo daré."
El zapatero dijo:
"Dame un millón de dólares, con eso resuelvo mis problemas".
El mago contestó:
"Listo... pero, ¿tú me das tus piernas?"
El zapatero respondió:
"¡No, cómo se te ocurre, mis piernas valen mucho más que eso!... Sin ellas ¿Cómo voy al trabajo?"
"Entonces, dame tus manos."
"No," rehusó, "Con ellas trabajo y ganó el sustento para mi familia."
Pidió el mago, entonces:
"Tus ojos."
El zapatero dijo:
"No me pidas eso... con ellos veo crecer, correr y sonreír a mis hijos, que son los seres que más amo sobre la y a mi esposa que es la que me alienta para darte gracias por un día más de trabajo y por un día más a su lado."
El mago le sonrió y le dijo:
"¿Ves? Lo tienes todo y te quejas de nada; tú reniegas de ello.
Un día de caminata de un lugar a otro, a un mago se le estropearon las sandalias, y se dirigió a un zapatero. Éste empezó a hablar con él, y toda su conversación estaba dirigida a quejarse del dinero que no tenía, de las necesidades económicas por las que estaba atravesando, de lo pobre y miserable de su vida...
El mago le escuchó atento, hasta que el hombre terminó la labor, se levantó y procedió a agradecerle y ya se retiraba, cuando el zapatero lo llamó y le dijo:
"¿Oiga es que no me piensa pagar?"
El mago le miró sonriendo y le dijo:
"Yo soy un mago y nunca traigo dinero, pero pídeme lo que quieras por tu trabajo y yo te lo daré."
El zapatero dijo:
"Dame un millón de dólares, con eso resuelvo mis problemas".
El mago contestó:
"Listo... pero, ¿tú me das tus piernas?"
El zapatero respondió:
"¡No, cómo se te ocurre, mis piernas valen mucho más que eso!... Sin ellas ¿Cómo voy al trabajo?"
"Entonces, dame tus manos."
"No," rehusó, "Con ellas trabajo y ganó el sustento para mi familia."
Pidió el mago, entonces:
"Tus ojos."
El zapatero dijo:
"No me pidas eso... con ellos veo crecer, correr y sonreír a mis hijos, que son los seres que más amo sobre la y a mi esposa que es la que me alienta para darte gracias por un día más de trabajo y por un día más a su lado."
El mago le sonrió y le dijo:
"¿Ves? Lo tienes todo y te quejas de nada; tú reniegas de ello.
Disfruta
de lo que tienes y vive agradeciéndolo sencillamente.
¡Eso
ya es la felicidad!
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