Mi hijo, que por primera vez está fuera de España, me decía el otro
día que al volver él sentía que sería otro.
Me pareció muy buena reflexión. Efectivamente vamos siendo otros a
cada instante y más cuando en realidad pasamos por situaciones muy diferentes a
lo que vivimos rutinariamente.
Cambiamos y mucho. Estamos con nosotros mismos; no nos damos cuenta, pero así es. Por eso hay
que renovar la conciencia de los sentimientos.
¿Somos los mismos?¿Sentimos igual?¿Ha variado algo y obviamos que
así es?¿Los que nos conocen notan nuestros cambios?¿Notamos los suyos?.
De vez en cuando hay que darse una cita con uno mismo. Preguntarnos
por si realmente sentimos igual. Esto suele darnos bastante miedo por si
descubrimos que hemos cambiado tanto que no tenemos nada que ver con el de hace
un tiempo y reconocerlo implica reaccionar.
Renovar los sentimientos débiles, examinar los que tienen tanta
solidez que nada les mueve, reinventar los que nos dejan con mal sabor de boca
y suprimir los que se hayan esfumado y solamente hayan dejado un rastro amargo.
Somos otros. A cada paso, somos otros.
Hay que revisar el corazón. Hacer limpieza y dejar solamente lo que
sirve para ser feliz.
Comparto este breve texto alusivo al tema.
“…El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él
comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión.
Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del
maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta,
a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la
intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del
Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo
sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.
Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó
afectuosamente.
Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
--¿No estás enfadado, señor?
--No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
--¿Por qué?
Y el Buda dijo:
--Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que
estaba allí cuando me fue arrojada.
* Para el que sabe ver, todo es transitorio: para el que sabe
amar, todo es perdonable.*
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