Hoy
comentaba con una alumna la gran cantidad de soledades individuales que hay entre tanta compañía.
Pensaba que uno está solo tantas veces que incluso los otros presentes no pueden
llenar los vacíos solitarios del alma.
Hay
soledades físicas que no se notan porque podemos estar solos, pero plenos.
Hay
soledades por circunstancias que quisiéramos remediar o soledades por extrañeza
y desajuste con la realidad que nos toca vivir.
Estamos
solos cuando algo se revuelve en el estómago de continuo y ese algo, que no
podemos definir, nos urge a buscar con que llenar los huecos de ansiedad que se
dispersan en el interior.
En
la base de toda soledad sentida hay miedo. Temor a no tener quien se preocupe
de nosotros, a carecer de afecto, a no tener una persona cerca a la que poder
contar lo que nos sucede o simplemente notar su presencia y conformarnos con
ello.
Las
carencias a las que me refiero se sufren también en compañía por eso, estar
acompañado físicamente, no es una garantía de nada.
Ves
a las personas que viven contigo moverse de habitación en habitación, cruzar
una palabra de vez en cuando o solicitar alguna cosa.
A
veces, con eso nos conformamos. Lo cierto es que necesitamos más y cuanto más
lo necesitamos parece que menos lo tenemos.
Estamos
instalados en la ya famosa “zona de confort”.
Seguros
pero insatisfechos. Tranquilos pero deseosos. Templados pero ansiosos.
Todo
un cúmulo de sentimientos ligados a la seguridad de lo conocido que pierden
sentido ante las posibilidades que se despliegan cuando hacemos cosas diferentes por caminos
distintos.
Debemos
darnos oportunidades para ser felices o, al menos, concedernos la satisfacción de equivocarnos de
nuevo y seguir creciendo.
Nada
es para toda la vida. Eso es una falacia mal inventada y peor llevada a cabo.
Las
relaciones tienen un sentido cuando ambos crecen en ellas. Cuando uno es el
espejo del otro y ambos pueden ver sus debilidades y defectos mejorándolos.
Si
eso termina, si realmente se involuciona es mejor elegir el camino en el que
poder encontrar la paz, aunque esto signifique pasar amorosamente por una
soledad profunda.
Hay
un orden perfecto en el caos que tiene un sentido pleno cuando miramos
retrospectivamente y podemos unir los puntos.
No
pasa nada. Todo está bien.
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