Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.
- ¿Quién eres tú? - le preguntó al mar la muñeca de sal.
Con una sonrisa, el mar le respondió:
- Entra y compruébalo tú misma.
Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba
disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se
disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada:
- ¡Ahora ya sé quién soy!.
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¿Tendremos que disolvernos para saber quienes somos?...
Feliz noche!
Tendremos que disolvernos para sentir quienes somos. Después sabremos lo que somos.
ResponderEliminarUn beso
Disolvernos para reintegrarnos!! qué dicotomía más singular...!!
ResponderEliminarBesitos